Manuel Veiga Aldemira es licenciado en derecho y tiene un máster en derecho internacional por la universidad de Maastricht, con una especialización en derecho humanitario internacional. También ha cursado programas en los EEUU y en China, y trabajado como asesor internacional. Especializándose en los últimos años en altas tecnologías e innovación, en concreto, en tecnologías transformativas convergentes como la robótica, la inteligencia artificial, la fabricación aditiva (impresión 3D), etc. Actualmente es miembro y delegado nacional de la ONG española, Asociación Galega de Axuda a Ucraína y asesor de tecnología e innovación para el Superhumans Centre, centro que se dedica a tratar a los heridos por la guerra.
¿Por qué está en Ucrania?
Llevo involucrado en el apoyo a Ucrania desde febrero del año pasado, desde el inicio de la invasión, ayudando a ONG y a los voluntarios. Asistiendo con ayuda humanitaria y con equipamientos no letales (kits médicos, cascos balísticos, chalecos, etc.) a los defensores ucranianos en el frente. Cuando empezó la guerra reflexioné sobre todo lo que estaba pasando y me planteé qué podía hacer ante la mayor crisis de nuestra generación y una guerra a las puertas de Europa. Fue una cuestión obvia, no era una cuestión de sí me involucraba o no, si no del cómo. Y no me vine antes por mi familia, pero mi mujer es ucraniana, nos casamos hace dos meses, y trabaja en Ucrania para la Unión Europea, así que al final la razón para venir a Ucrania ha sido también la familia.
Hablamos de unos 50.000 heridos con secuelas graves, pero hay cifras de otros institutos que elevan el número a 80.000
Es una cuestión obvia, pero hay muchos que justifican lo que está pasando.
Sí, se justifica con la OTAN, Occidente, el “genocidio” de 2014, etc. Pero lo que hay en el fondo es un odio a Occidente. Se habla de Libia o Afganistán, de lo mal que se hicieron las cosas allí, pero ¿cómo puedes utilizar ese argumento para justificar lo que está haciendo Rusia? Porque lo que está pasando en Ucrania es mucho peor. Estamos hablando de fosas comunes, de ejecuciones en masa, de llevarte a miles de niños. Ahora mismo, si no te sacas el pasaporte ruso en los territorios ocupados no puedes llevar a tus hijos a la escuela o comprar una propiedad, y están forzando a la población a adquirir la nacionalidad rusa. De hecho, mi mujer, que también es abogada, y yo estamos en desarrollando un proyecto para apoyar a los investigadores de crímenes de guerra en Ucrania. Pero, volviendo a los que justifican la invasión y no están a sueldo, no es más que odio a Occidente. Occidente es el enemigo y desde la comodidad de sus vidas aquí desean la destrucción del sistema en el que han vivido sin haber pasado ni un solo día teniendo que vivir bajo censura ni la falta de libertad de los regímenes que defienden.
Vive en Lviv, en la parte más occidental de Ucrania, ¿cómo es la vida allí?
La razón fundamental por la que establecimos el centro aquí fue porque, dentro de lo que cabe, es una zona tranquila. Aunque se ha convertido en un objetivo de los misiles balísticos rusos porque se ha convertido en un centro logístico. Sin embargo, probablemente nuestro próximo centro será construido en Kharkiv, el problema es que desde que disparan un misil hasta que llega pasan 45 segundos, mientras que en Lviv es media hora. Aquí hace poco más de un mes cayó un misil en un jardín de infancia, aunque afortunadamente no causó víctimas, y unas semanas antes un misil cayó en un edificio y murieron 10 personas, sobre todo personas mayores que no suelen ir a los refugios. Pero no tiene nada que ver con Kyiv, que está permanentemente bajo las alarmas. La vida aquí, dentro de las circunstancias, es bastante normal.
Imagino que los propagandistas rusos justificaron el ataque diciendo que el edificio de las personas mayores era en realidad un cuartel del ejército ucraniano.
Exactamente. Yo imaginaba que el objetivo era una escuela de cadetes que está a algo más de un kilómetro, pero no, dijeron que ese edificio era una base militar y que había 100 militares en su interior. Conozco perfectamente ese barrio y es una zona completamente civil, pero esto es lo normal en la propaganda rusa.
Respecto a su trabajo en Ucrania, ¿cuántas personas necesitan prótesis como consecuencia de la guerra?
No sabemos los números exactos, pero aproximadamente, entre civiles y sobre todo militares, podríamos llegar a unas 100.000 personas que necesitan algún tipo de prótesis. Además, las necesidades son distintas en una guerra porque las heridas no tienen nada que ver con los casos en los que una persona pierde una extremidad en un accidente de tráfico o en un accidente laboral, y aquí hay que tener en cuenta la metralla, los huesos fracturados o los muñones irregulares. Eso ha significado un reto para todas las empresas del sector y nosotros estamos en proceso de establecer nuestro propio laboratorio para producir prótesis que respondan a este problema.
Esto sucede en todas las guerras, pero en este caso hay muchas imágenes de soldados y civiles con prótesis. ¿Cree que hay un número mayor de heridos o qué es más visible debido a los medios?
En mi opinión es debido a la difusión de los medios. Esta es la guerra más televisada, gracias a las redes sociales, y los propios soldados suben videos en el frente. No obstante, lo que se ve no se acerca ni de lejos a la realidad. Nosotros abrimos el centro a finales de abril y el objetivo era dar tratamiento a 3.000 pacientes durante un año, pero no creo que lo logremos hasta que no esté en marcha el nuevo laboratorio. Y hablamos de pacientes de por vida, porque hay que reparar las prótesis, adaptarlas a los cambios por la edad, etc. Existe otro centro, pero que no es comparable a lo que estamos haciendo, y el cálculo mínimo que se especulaba de las cifras oficiales era de 10.000 pacientes. Ya sabemos que eso no es cierto y hablamos de unos 50.000, pero hay cifras de otros institutos que elevan el número a 80.000. El objetivo de nuestro proyecto es que no pase aquí lo que ocurrió en Estados Unidos después de Vietnam, con una cantidad enorme de personas con sus vidas, y la de sus familias, destrozadas, y que luego van a representar un problema para el Estado. Pero ahora la tecnología nos permite devolver la movilidad y la capacidad de ser independientes, les da una segunda vida a muchos de ellos y permite que puedan encontrar su sitio y que no se queden en su casa hundidos y con su salud cada vez más deteriorada. Hemos avanzado mucho en ese sentido e incluso tenemos a algunos soldados que han vuelto al frente. Hubo un soldado que rompió la mano protésica avanzada que le dimos, la metió en la mochila y empleó un garfio para poder coger el arma. Así que estamos trabajando para adaptar las prótesis a este tipo de situaciones.
Hay varios casos conocidos de soldados que han vuelto al frente con prótesis. ¿Ha conocido muchos casos así?
Sí, y en nuestro centro lo vemos bastante a menudo. Por supuesto, hay de todo, y por eso queremos habilitar el centro para que venga la mayor cantidad de gente posible. En los hospitales militares no tienen esas capacidades y muchos de los que vienen de allí llegan hundidos y tenemos que hacer un trabajo de psicoterapia porque piensan que su vida está acabada. Aquí nos esforzamos en crear comunidad y, de hecho, tenemos empleados a personas que han perdido hasta tres extremidades y han completado su rehabilitación para que sean el primer punto de contacto. Imagine la reacción de un soldado que ha perdido la pierna por debajo de la rodilla y está hundido, cuando otro soldado, que ha perdido dos piernas y un brazo, le recibe estrechando su mano con una mano biónica.
¿Existe algún tipo de apoyo estatal?
No, evitamos la financiación pública para mantener flexibilidad de decisiones y evitar cualquier percepción de corrupción o favoritismos. A partir de ahí, la financiación llega de numerosas empresas y fundaciones privadas. Hay proyectos internacionales para la financiación, por ejemplo de Cruz Roja, pero al final lo más rápido son las donaciones de las empresas privadas, que además nos permiten una mayor libertad para adquirir el equipo que consideramos más necesario. En el caso del nuevo laboratorio, ya tenemos todo el dinero recaudado y tenemos que decidir qué equipo compramos para montarlo.
Además de la financiación, ¿qué más necesita este proyecto?
Nos falta gente. He estado hablando con distintos países, y particularmente en España hay muy buenas clínicas y profesionales en este campo, para buscar colaboraciones. Por un lado, enviar a nuestros técnicos para que sean entrenados en España, y por otro, para que venga algún especialista para dar cursos e instruir a nuestro personal. El principal problema que tenemos ahora mismo, aparte de la cuestión técnica, es el capital humano porque este es un campo bastante nuevo: prótesis avanzadas, biónica, biomecatrónica… Estás mezclando una ingeniería con el campo médico y esto requiere un personal especializado. En Ucrania no hay mucha gente que sepa de este tema y por eso estamos buscando expertos fuera, especialmente en España para poder crear una colaboración con distintas clínicas y organismos regionales.
Fotografía de cabecera: Jakob Owens.
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