Estamos acostumbrados a entender los mecanismos de defensa frente a patógenos mediante el concepto clásico del sistema inmunitario. No obstante, a menudo desconocemos el sistema inmunitario comportamental, es decir, aquel basado en las conductas que nos protegen frente a determinadas amenazas patógenas, antes siquiera de exponernos a ellas.

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De esta manera, el sistema límbico nos hace experimentar emociones, por ejemplo, ante olores, que son indicios de actividad bacteriana en la comida, como el ácido sulfhídrico en huevos y el amoniaco en la carne, y también realizar asociaciones cognitivas que extiendan estas respuestas emocionales a otros estímulos, como sentir miedo y rechazo ante una persona tosiendo.

La historia que se repite

A raíz de este sistema inmunitario comportamental, determinados sectores de la población comienzan a seguir procedimientos y, con objeto de asegurar su cumplimiento, exigen hacerlos obligatorios a nivel nacional. Esta voluntad popular supone la creación de leyes que regulen el libre tránsito, acceso a instalaciones, acceso al puesto laboral, cartilla sanitaria y vacunación, entre otras. No es algo nuevo, el auge del totalitarismo frente a las enfermedades infecciosas se ha observado en el pasado durante crisis víricas, bacterianas, fúngicas, platelmínticas, protistas, etc., cuya constatación fenomenológica recoge La Hipótesis del Parásito (D R Murray et al., 2013).

Está en nuestras manos que la historia y sus errores no se repitan. Así pues, debemos llevar la mente humana hacia el terreno racional y alejarla de mitos, creencias y fabulaciones, que enclaustran la libertad individual en intrincadas quimeras de ingeniería social

Esta relación, entre la aparición de una enfermedad infecciosa y el aumento del autoritarismo, se ve agravada cuando añadimos el factor de pobreza económica (Perry, 2002), la prevalencia histórica de otros patógenos (Damian R Murray & Schaller, 2010), la hambruna, la malnutrición y la guerra (D R Murray et al., 2013). En consecuencia, las democracias liberales pueden dar paso a sistemas autoritarios, así como a una población conformista que practique la hostilidad hacia la disidencia (D R Murray et al., 2013). Este sentir general es detectado, mediante las encuestas que maneja el gobierno, para crear nuevas leyes y tendencias que refuercen la hegemonía. El surgimiento de la consciencia y la exaltación de grupo es una de las actitudes que afloran durante crisis biológicas (Iyob & Vestal, 2000) y que, por ejemplo, engendra castas de vacunados y no vacunados.

¿De dónde proviene el deseo por un mayor intervencionismo?

El anhelo de la ciudadanía por un mayor control estatal tiene su origen en el desconocimiento de las enfermedades. El ser humano, parcialmente, aplica el pensamiento mágico, evolutivamente adaptativo, y crea rituales para protegerse (Fabrega, 1997), los cuales desea hacer extensivos a la población nacional basándose en falacias propias de un pensamiento centrado, no lateralizado, que no contempla su repercusión en la economía ni en la psique humana. Así, se genera una sinergia destructiva, de acción retardada, sobre aquello que precisamente se quería asegurar: la vida. Era previsible, no hay salud sin riqueza, del mismo modo que no hay riqueza sin salud.

Como ustedes bien recordarán, no hace mucho tiempo, el gobierno promovía el “aplauso sanitario”, “quédate en casa” y “de esto salimos unidos”, entre otros. Sobran ejemplos históricos en los que, desde las instituciones, se ha tratado de infundir el conformismo entre la población, y esta no es la excepción. Poco importaba si íbamos hacia el precipicio, debíamos permanecer unidos en la caída para después recoger juntos nuestros pedazos. La disidencia se entendió como un agravio moral y físico hacia el conjunto de la sociedad, no como un diálogo científico, pues, evidentemente, los medios de comunicación dependen, en mayor o menor medida, del gobierno. Se censuró el debate, antes, durante y después de la primera ola, olvidando, como señaló Jordan Peterson, que el territorio abstracto de disputa conceptual es el sustituto de la guerra y la muerte. No obstante, no todo estuvo perdido, las intervenciones de algunos comunicadores y analistas, como Iker Jiménez y José Miguel Gaona, fueron breves lapsos de cordura en un aquelarre de ingeniería social que hizo volar las dagas por los aires.

Nos topamos con la irracionalidad humana, el autoritarismo del Estado, la inconstitucionalidad, la visión posmoderna de la disidencia, la renuncia al debate, la ridiculización del adversario, la corrupción, la incompetencia, la campaña política, los mensajes contradictorios y, lo peor, la banalización del problema y su transformación en un evento recreativo, casi lúdico. Nuestra democracia se precipitó en los vicios de la demagogia, la ignorancia y la avaricia, que ya venían advirtiendo los griegos desde el 400 a. C.

Pero, como señalaba Javier Benegas en su libro Vindicación (2021), nosotros mismos fuimos responsables de restringir nuestras libertades y las del prójimo. La hipótesis del parásito lo describe nítidamente: será la población la que pida ceder derechos y responsabilidades para entregar un mayor poder a los gobernantes (D R Murray et al., 2013), y ambos, pueblo y gobierno, compartirán el respeto por la jerarquía, la voluntad por reprimir a la disidencia y la adherencia a las normas (Altemeyer Bob, 1996; Meloen, 1996).

Algunos podrán argumentar que estas normas, lejos de anticientíficas, son empíricamente deseables. Sin embargo, conviene recordar que, si bien a 22 de diciembre de 2021, determinadas normas podrían ser necesarias, su necesidad está relacionada con la cadena de sucesos previos que han causado la situación, es decir, porque van precedidas de una mala gestión. De este modo, en vez de otorgar al ciudadano más medios para protegerse, como el acceso a test en las farmacias, se exige una mayor concentración del poder. No se reconoce la autonomía del ciudadano como un derecho y una responsabilidad fundamental, sino como una amenaza para la seguridad nacional. Lo que desemboca en el infantilismo social y la transformación del Estado, y sus paternales cuidados, en el ángel custodio.

¿Cesará el autoritarismo durante la era COVID-19?

Históricamente, en aquellos países, donde las enfermedades infecciosas han tenido una elevada prevalencia, los modelos autoritarios se han mantenido durante más tiempo (D R Murray et al., 2013). Por lo que, de prolongarse la crisis de la COVID-19, debemos esperar un aumento del autoritarismo en naciones que no la gestionen adecuadamente. Además, a nivel mundial, habrá un incremento del autoritarismo mediático, como ya está sucediendo en las plataformas de Twitter, Instagram o Facebook.

Conclusiones

Somos el pasado de aquellos que vivirán en el futuro. Está en nuestras manos que la historia y sus errores no se repitan. Así pues, debemos llevar la mente humana hacia el terreno racional y alejarla de mitos, creencias y fabulaciones, que enclaustran la libertad individual en intrincadas quimeras de ingeniería social.

Darwin pensaba que el ser humano no estaba hecho para describir el mundo, sino para sobrevivir en él. Tal vez por eso tendemos a sustituir a la ciencia por el dogma, a adoptar concepciones vagas del mundo físico que, sin ser óptimas, nos permitan vivir un día más.

Somos el resultado de un sistema educativo basado en la sumisión. Un sistema que llena de conocimientos un vaso previamente vaciado, que promueve el pensamiento de rebaño y demoniza el pensamiento crítico. Lo advirtió Carl Sagan al observar cómo, en los primeros cursos escolares, los niños estaban llenos de preguntas, curiosidad, confianza y entusiasmo, y cómo esa actitud desaparecía en los niños de cursos superiores.

No obstante, hay motivos para ser optimistas y pensar que los totalitarismos y las ideologías dogmáticas están agonizando. La inteligencia artificial evoluciona a pasos agigantados y, tarde o temprano, el cerebro humano se fusionará con la máquina para poder seguir su ritmo, redundando en decisiones más racionales, alejadas del impulso emocional y sus sesgos cognitivos autoimpuestos. La era de la información transmutará hacia la era de la biónica, con una serie de avances que jamás habríamos podido imaginar. Este nuevo hito evolutivo implicará la reforma total de los Estados, tal y como los conocemos, para satisfacer el mayor anhelo del espíritu humano: la libertad. Pero, eso, querido lector, en el siguiente artículo.

Bibliografía

Altemeyer Bob. (1996). The Authoritarian Specter. https://books.google.es/books?hl=es&lr=&id=i1Q8ZVi4OcIC&oi=fnd&pg=PA1&dq=ltemeyer+B+(1996)+The+authoritarian+specter.+Cambridge+MA:+HarvardUniversity+Press&ots=UrdZ3qEeh-&sig=xtWbtT7xsS2k2kbAcwRDgi8eJGo#v=onepage&q&f=false

Fabrega, H. (1997). Earliest Phases in the Evolution of Sickness and Healing. Medical Anthropology Quarterly.

Iyob, R., & Vestal, T. M. (2000). Ethiopia: A Post-Cold War African State. In The International Journal of African Historical Studies (Vol. 33, Issue 2). JSTOR. https://doi.org/10.2307/220748

Meloen, J. (1996). Authoritarianism, Democracy, and Education. In Democracy, Socialization and Conflicting Loyalties in East and West (pp. 20–38). Palgrave Macmillan, London. https://doi.org/10.1007/978-1-349-14059-6_2

Murray, D R, Schaller, M., & Suedfeld, P. (2013). Pathogens and Politics: Further Evidence That Parasite Prevalence Predicts Authoritarianism. PLoS ONE, 8(5), 62275. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0062275

Murray, Damian R, & Schaller, M. (2010). Historical Prevalence of Infectious Diseases Within 230 Geopolitical Regions: A Tool for Investigating Origins of Culture. Journal of Cross-Cultural Psychology, 41(1), 99–108. https://doi.org/10.1177/0022022109349510

Perry, R. (2002). Comparative Analysis Of Nations: Quantitative Approaches. https://books.google.es/books?hl=es&lr=&id=g8PADwAAQBAJ&oi=fnd&pg=PP1&dq=comparative+analysis+of+nations:+Quantitative+Approaches.+Boulder+CO:+Westview+Press.&ots=tV_eLV7W4H&sig=rYlFhGR3s3QCwOilJ5YMfCoWpf8#v=onepage&q=comparative analysis of nations%3A Qu

Foto: Egor Kamelev.


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