Cristián Rodrigo Iturralde es historiador, escritor y conferencista. Especializado en historia, filosofía de la historia y política occidental, sus principales áreas de interés incluyen la historia de España y de la Iglesia Católica, la Nueva Derecha y el marxismo cultural. Es autor de nueve libros, entre ellos “1492. Fin de la barbarie. Comienzo de la civilización en América” o “La Inquisición. ¿Mito o realidad?”, que han sido traducidos y editados en distintas partes del mundo. Cuenta con diversas distinciones en Argentina y Méjico y en 2016, la Biblioteca del Congreso de los EE. UU. adquirió e incorporó sus obras del autor a su catálogo (Library of Congress). Hablamos de su último libro “Pueblos imaginarios. El libro negro del indigenismo”, publicado en septiembre de 2024.
Hace unas semanas se ha celebrado el Día de la Hispanidad, el 12 de octubre, y como viene siendo habitual se ha hablado de “celebración del genocidio” o de que “España debe pedir perdón”, como ha hecho la presidente de Méjico, Claudia Sheinbaum. ¿Parece que este relato sigue siendo creído por mucha gente?
Hay mucho de oportunismo, pero este relato aún goza de buena salud y mucha gente cree en el indigenismo. ¿Cuál es el relato? Básicamente, indio bueno y español malo. Los españoles ocuparon tierras que no eran suya y cometieron toda clase de aberraciones. Este relato es creído por mucha gente y tiene implicaciones políticas porque todas las demandas que hace el indigenismo, que está totalmente monopolizado por la izquierda, se aceptan para compensar ese maltrato histórico. Y luego está habiendo un auge del indigenismo radical, especialmente en Argentina y Chile, en la región de la Patagonia, donde se están dando movimientos armados que cometen actos que podemos calificar como terroristas. Este indigenismo radical nace en la década de los 70 de la mano de Fausto Reinaga, un intelectual boliviano que da un giro al indigenismo original, de principios del siglo XX, que reivindicaba la cultura indígena, pero buscaba la asimilación. A partir de los años 70, el indigenismo va caminando hacia un discurso más radical, contrario a la asimilación y donde ya se habla de “exterminar al blanco”.
Sin embargo, ya en los años treinta hay una corriente marxista que asume el discurso indigenista en el sentido de “opresores y oprimidos”, es decir, que este discurso tiene casi un siglo.
Sí, con José Carlos Mariátegui, fundador del Partido Comunista Peruano, que es el primero que ve como sujeto revolucionario al indígena del continente, sustituyendo la lucha de clases por la lucha de razas. Esto generó malestar en el comunismo soviético, que exigía obediencia extrema a los demás partidos comunistas, y es el inicio de lo que podríamos llamar un socialismo a la carta. Mariátegui, y otros que cito en el libro, critican el período hispano, pero no hay un radicalismo como el que se ve a partir de los años 70. Incluso hay cierto reconocimiento del período hispano frente al período independentista, y reconocen que los indígenas vivieron mejor con España que después de la llegada de los “libertadores”.
El indigenismo de los 70 se impulsa con su vinculación a varios grupos terroristas. Tras la derrota o desaparición de esos grupos, ¿es el Chavismo el que recoge esa bandera?
Hay una cita de Hugo Chávez, a mediados de los 90, en los que dice que el aborigen va a ser el vehículo para la construcción del socialismo en el continente. Pero antes de Chávez, el indigenismo ya es potenciado por el Foro de Sao Paulo en el año 92. La izquierda se ve obligada a repensarse después de la caída del Muro de Berlín y busca nuevos sujetos revolucionarios: feminismo, LGBT, ideología de género, etc. El indígena es el sujeto revolucionario por antonomasia elegido para el continente americano, un conflicto artificial creado mediante un relato completamente falso con el objetivo de minar los cimientos de la cultura que se quiere destruir, es decir, los cimientos de la cultura occidental cristiana. Idealizando al indígena y criminalizando al europeo se ataca la identidad de los americanos.
Ese relato falso se construye en torno a mitos, ¿podría mencionar los más repetidos?
En el libro cito diez, pero destacaría los tres siguientes. En primer lugar, coloco el mito del “indio originario”, lo que le daría potestad para decidir sobre todo lo que ocurre en el continente. Sin embargo, está probado académicamente que no existe un hombre autóctono en el continente, los indios llegaron antes que los europeos. Además, los indios ni siquiera ocupan la totalidad del territorio y, cuando llega España, sólo conocían una ínfima porción del continente; es España la que recorre y descubre el territorio, además de poblarlo y de construir sus infraestructuras.
El segundo gran mito es que se trata de una “conquista”, cuando para los indígenas, como muchos de ellos afirman en sus relatos históricos, fue una liberación. En Mesoamérica había cinco millones de personas, ¿cómo consiguen unos pocos cientos de españoles hacerse con ese territorio? Porque muchos pueblos indígenas están hartos de la opresión de los aztecas y hacen causa común con los españoles. A diferencia de lo que había sucedido antes, España incorpora a los indios a su imperio y en dos generaciones tienes indígenas estudiando en la metrópoli: son profesores, sacerdotes, intendentes, gobernadores, etc. Ante este hecho, se intenta explicar la victoria por la superioridad tecnológica de sus armas, pero sabemos que eso es absurdo, y lo cierto es que un 98% de los ejércitos de los españoles estaban formados por indígenas.
Por último, tenemos el mito del genocidio. Esto también ha sido refutado muchas veces porque el 99% de las muertes por el contacto con los españoles se deben a la viruela y a otras enfermedades contra las que los indios no tenían defensas. Sin embargo, esto no era nuevo en Mesoamérica y antes de que llegaran los españoles ya se habían producido hecatombes demográficas como demuestran los propios códices indígenas y la investigación antropológica; esto lo afirman incluso antropólogos marxistas, a los que cito porque prefiero emplear fuentes que no sean favorables a los españoles. Asimismo, muchos europeos murieron por enfermedades autóctonas.
El gobierno de Javier Milei publicó un video felicitando el Día de la Hispanidad. Parece que algo está cambiando.
Sí, es la primera vez que un gobierno argentino en los últimos ochenta años reivindica el Día de la Hispanidad. Esto es una cuestión de identidad y lo que tenemos delante es una gran mentira. Por ejemplo, el nombre con el que se ha sustituido en Argentina al Día de la Hispanidad es el de Día de la Diversidad Cultural, cuando no ha existido mayor enemigo de la diversidad cultural y de la tolerancia que los propios indígenas que hacían guerras constantes por motivos raciales y religiosos. No hay mayor incoherencia que ver banderas LGBT y feministas defendiendo las culturas ancestrales, y en el libro cito a autoras feministas y marxistas que afirman que la mujer nunca ha estado mas pisoteada y maltratada que en esas culturas. Evidentemente, lo que une a todas estas banderas es el enemigo común, pero es necesario mostrar todas estas incoherencias para el incauto que es engañado por estas ideas.
También es importante desmontar el relato victimista del indígena. Ahora mismo, el único grupo privilegiado es el indígena, porque por el mero hecho de serlo tienen derecho a poseer las mejores tierras, alquilarlas e incluso venderlas, también tienen exenciones fiscales y reciben subsidios estructurales. Los verdaderos perjudicados somos los blancos y los mestizos, no los indígenas.
En su libro habla del “plurinacionalismo”, un término que recuerda a la España plurinacional que quiere la izquierda y el separatismo. ¿Qué significa ese término en Hispanoamérica y hasta dónde ha llegado?
Creo que una de las descripciones más acertadas es que el indigenismo, como un producto del socialismo del siglo XXI, ha logrado introducir la cuestión del separatismo de un modo abierto. Hay un intelectual boliviano, Alvaro García Linera, que fue vicepresidente con Evo Morales, que dice que el indigenismo tiene dos vías estratégicas para tomar el poder: la violenta y la constitucional. En esta última es donde aparece la figura del plurinacionalismo, que está en la Constitución de Bolivia y Ecuador. ¿Qué implica el plurinacionalismo? Antes existía la idea del interculturalismo, que reconocía la existencia de distintas etnias y la igualdad ante la ley para todas ellas, pero el plurinacionalismo otorga a todas las culturas indígenas reconocidas en cada país las mismas atribuciones que el Estado nacional; por ejemplo, en Argentina son veinte, en Chile diez y en Bolivia más de cuarenta. Básicamente es un separatismo de hecho y de derecho, y una nación plurinacional es un absurdo, un oxímoron, porque representa una fractura del Estado en diez, veinte o cuarenta partes.
El objetivo actual del indigenismo es introducir el plurinacionalismo en las constituciones nacionales y para ello cuenta con el apoyo de la ONU, que busca el reconocimiento como Estados de los pueblos indígenas dentro de los Estados nacionales. En resumen, el plurinacionalismo es una antesala del separatismo y de la fractura de las naciones del continente.
¿Con qué fin?
Para asegurar a la izquierda, al socialismo del siglo XXI, una fuerza con la que poder derrocar a cualquier gobierno conservador o de derecha que les haga frente. Es una suerte de caballo de Troya que está financiado desde Venezuela y promovido por personajes como Nicolas Maduro o Evo Morales.
¿Un caballo de Troya del Foro de Sao Paulo?
Sí, y también del socialismo internacional, porque te encuentras fundaciones que apoyan al indigenismo en Inglaterra y Holanda, fundaciones dirigidas por marxistas, y lo mismo sucede con prestigiosas universidades europeas y americanas que ahora son centros de adoctrinamiento. El indigenismo sirve al socialismo. Luego han aparecido otros actores, como el islam radical, con los que se establecen alianzas contra el enemigo común, la civilización occidental.
Foto: Disdentia IA.
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