Descendió Satanás a las entrañas de su reino y le indicó a su ejército ministerial de demonios lo siguiente: «Si acabáis con los empresarios habréis acabado con la libertad. ¡Es matemático! Si acabáis con la libertad habréis acabado con los hombres. Sin hombres, solo resta pueblo, masa, gentío; en definitiva, ciegos. Con ciegos, ya sabes; lazarillo». Soltó un demonio: «¿De Tormes?», «No, de La Moncloa, ¡tonto!» (Nota: para darle carpetazo a la libertad, Satanás, ayudado por sus demonios, ha ideado un plan para hacer trizas a los empresarios en cuatro estrategias. Para pasar desapercibido se ha revestido de la figura del gobierno de todos los niveles y colores).

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La primera es la competencia desleal. Los gobiernos utilizan el empleo público para sacar de la partida a las empresas. «¿Cómo?, me dirás». Ofreciendo desde lo público un servicio privado en unas condiciones que no puede ofrecer el sector privado. «¿No será porque el gobierno nos quiere mucho?» «No, pardillo, porque te quiere esclavo». Bolsa de empleo público habla: «por un ratito de traductor de idiomas endósate tres mil quinientos euros mensuales». «¡Jo!, ¡qué chollo lo público!» «No estúpido, usa tus impuestos para arruinar a las empresas privadas de traducción». «¿Por qué querría hacerlo?» «Para acabar con la competencia y así, cuando solo reine ella, te dará una patada en el culo “in english”. Recuérdalo».

Para acabar con los malditos empresarios necesitamos contar con su inestimable ayuda. «¡Hagamos que trabajen para nosotros mientras creen que trabajan para ellos!»

La segunda son las barreras de entrada. Si queda algún empresario por ahí, pues que le sea cada día más difícil. «¡Levantemos muros!» «Necesito gays, travelos, lesbis que quieran sentirse gays, trasvelos y lesbis».  «¡Aquí el movimiento LGTBI+ PLUS!» «¡Genial!» «¿Qué hacemos?» «Nada, solo tenéis que decir que sois gays, travelos y lesbis». «¿Y luego?» «Luego haré una ley que fuerce a los empresarios a adoptar vuestros caprichos en sus plantas de producción hasta que revienten». «¡Me encanta! ¡Yo quiero un baño para mí solita!», «Hecho». «¡Yo un punto de masturbación sincrónico!», «Marchando». «¡Para mí un protocolo antiagresión sexual!» «Es tuyo». Y ahora dinos: «¿por qué eres tan bueno con nosotr@s?», «¿Bueno? Para acabar con vosotr@s tengo antes que acabar con ellos (por medio de vosotr@s). ¡Qué tont@s sois!».

La tercera es el robo. «Voy a exigir a los empresarios que os suban los salarios». «¡Sí! ¡Qué bueno eres! ¡Hurra! ¡¿Qué haríamos sin ti?! ¡Larga vida al Gobierno! ¡Viva Pedro! ¡Viva!» «Y no solo eso». «¿Es que hay más?» «Sí. Les voy a obligar a que os lo suban tanto, tanto, tanto como para que tengáis que hacer la declaración de la renta». Pero, entonces; «¿para qué nos lo subes?» «Para robarles, os necesito a vosotros. ¡Ja, ja, ja, ja! ¡Palurdos!».

La cuarta es la poca vergüenza. Para acabar con los malditos empresarios necesitamos contar con su inestimable ayuda. «¡Hagamos que trabajen para nosotros mientras creen que trabajan para ellos!» «¡Guau! Y eso, ¿cómo se hace?» «A ver, los empresarios dicen que satisfacen necesidades, ¿verdad? Eso, al menos, recuerdo de la facultad». «Sí, así es». «¡Pues inventemos necesidades!» «¿Y eso se puede inventar?» «Está tirao. Basta con adueñarnos de sus preocupaciones». «A ver, a ti, ¿qué te preocupa?» «Umm, no lo sé. Yo solo soy un demonio». «Pues desde hoy te va a preocupar el cielo». «¿El cielo?» «Sí, el cielo. Está sucio. ¿No lo ves?» «Pues yo lo veo igual de azul que siempre». «¡Calla la boca! ¡El cielo está sucio y nos vamos a morir por culpa de los que los ensucian!» «¿Quiénes los ensucian?» «¡Eres tonto! A ver, ¿quién es nuestro enemigo?» «¡Ah sí, los empresarios!» «Pues eso, ellos lo ensucian». Lo que haremos es esto: con sus impuestos vamos a financiar proyectos “públicos” para limpiar el cielo. «Pero ¡un momento!, el cielo no se puede limpiar». «¡Calla!, eso da igual; tampoco está sucio». Decía que se concederán proyectos para limpiar el cielo a aquellos empresarios que cumplan con todas y cada una de nuestros numerosísimos y absurdísimos requerimientos. Serán muchos y muy estúpidos con el fin de que le podamos sacar mucho brillo a su obediencia y luego comprobar hasta dónde llega su lealtad. «¿Y si tiran la toalla?» No lo harán. A esas alturas solo sabrán rellenar formularios de tantos que habrán hecho para nosotros, y de seguro que ya no sabrán cómo se trata con un cliente. Y cuando nosotros seamos su único cliente, ¡zas!, le cortamos la cabeza de cuajo. «Sin duda, esta es una estrategia de alto vuelo». «¿Has visto lo que da de sí La Moncloa?» «Me quito el sombrero. Adiós».

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Antonini de Jiménez
Soy Doctor en Economía, pero antes tuve que hacer una maestría en Political Economy en la London School of Economics (LSE) por invitación obligada de mi amado padre. Autodidacta, trotamundos empedernido. He dado clases en la Pannasastra University of Cambodia, Royal University of Laws and Economics, El Colegio de la Frontera Norte de México, o la Universidad Católica de Pereira donde actualmente ejerzo como docente-investigador. Escribo artículos científicos que nadie lee pero que las universidades se congratulan. Quiero conocer el mundo corroborando lo que leo con lo que experimento. Por eso he renunciado a todo lo que no sea aprender en mayúsculas. A veces juego al ajedrez, y siempre me acuesto después del ocaso y antes del alba.