En “Desafío Total”, la exitosa película de 1990 protagonizada por Arnold Schwarzenegger y Sharon Stone, un movimiento de liberación se enfrenta a la tiranía en el planeta Marte. El líder de los rebeldes, Quato, es completamente inaccesible para las autoridades que ven con frustración como su leyenda crece y cada vez más paredes aparecen pintadas con la frase “Quato lives” (Quato vive). Lo cierto es que el líder rebelde podría estar vivo o no, pero eso da igual porque se ha convertido en un mito. De hecho, Quato muere, pero Arnold salva el día y libera a Marte de la opresión. Desconozco si el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, en su infinito narcisismo, se ha visto a sí mismo como una especie de Schwarzenegger que derrota con una mano a las hordas de franquistas que quieren quitarnos el derecho a tener un trabajo precario, a vivir en un piso compartido hasta la jubilación o a tener que emigrar del país porque aquí no es posible emprender un negocio, pero, como el protagonista de “Desafío Total”, está forjando un mito.
La obsesión de Pedro Sánchez con Franco y todo lo que le rodea está despertando un interés por el pasado que puede volverse en contra de una izquierda que tiene mucho que callar sobre su papel en la Guerra Civil y la Dictadura
Francisco Franco murió en la cama el 20 de noviembre de 1975, hace casi 50 años, pero gracias a Sánchez y sus acólitos del Partido Socialista, está más vivo que nunca. Hace cinco años, en octubre de 2019, el gobierno exhumaba el cadáver de Franco y lo sacaba del Valle de los Caídos (posteriormente haría los mismo con el fundador de la Falange, José Antonio Primo de Rivera) para trasladarlo al cementerio municipal de Mingorrubio-El Pardo, donde ahora descansa con su mujer, Carmen Polo; curiosamente, ese era el deseo del general. Desde ese momento, el gobierno de Pedro Sánchez no ha dejado de emplear la figura de Franco como un comodín para desviar la atención de los innumerables casos de corrupción de su partido, y las acusaciones de franquismo o las propuestas para “resignificar” el Valle de los Caídos (renombrado por la Ley de Memoria Democrática como Valle de Cuelgamuros) han sido empleados con una facilidad pasmosa. De hecho, el Valle ha sido objeto de una campaña furibunda por parte de la izquierda más radical que parece empeñada en derribar la cruz más grande del mundo: hay cosas que nunca cambian. El propio Sánchez se fotografió en abril rodeado de calaveras en una de las exhumaciones que se están realizando en el interior del Valle, donde hay enterrados más de 30.000 caídos de ambos bandos de la Guerra Civil.
Pero como todo lo que hace este gobierno, siempre hay que esperar algo peor. “El fascismo que creímos dejar atrás es ya la tercera fuerza política en Europa”, sentenció con gravedad Pedro Sánchez, mientras anunciaba el centenar, sí, el centenar, de actos para recordar los cincuenta años de la muerte de Franco; ni los más franquistas han hablado tanto sobre el pasado. En un aquelarre antifranquista celebrado el pasado ocho de enero, en el Museo Reina Sofía de Madrid y con la presencia de los ministros del PSOE y de Sumar, Sánchez presentó el franquismo como una edad oscura de intolerancia y señaló que ahora los españoles tienen el doble de PIB per cápita que en 1975 y que los ingresos medios se han duplicado, pasando de 15.000 euros a los 31.000 euros de hoy en día, más del doble. Como no podía ser de otro modo, esto es una verdad a medias porque Sánchez olvida el detalle de que la deuda pública se ha multiplicado durante estos cincuenta años, con lo que, en realidad, los españoles somos más pobres que antes. Sin embargo, al relato de la izquierda no le preocupan los datos (que como todos sabemos son de extrema derecha), no, sólo importa el mensaje: El fascismo ha vuelto, sólo Sánchez puede salvarnos.
Agitar el fantasma del pasado tiene rédito, pero no parece tener éxito entre los más jóvenes. Según la encuesta del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas), en las últimas elecciones europeas VOX figuraba como el partido con mayor intención de voto entre los jóvenes que votaban por primera vez y, para sorpresa de muchos, cada vez más jóvenes han perdido el miedo a decir abiertamente que son de derechas. También se han publicado con mayor frecuencia noticias de profesores izquierdistas escandalizados por las simpatías franquistas de sus alumnos; esto no es realmente una cuestión ideológica, lo que sucede es que muchos jóvenes, hartos del adoctrinamiento progre, han descubierto que mentar a Franco provoca en sus profesores la misma reacción que el agua bendita a los vampiros. Por estas razones, los fastos por la muerte de Franco contarán con concursos, exposiciones, cómics y juegos destinados a los más jóvenes. Incluso habrá “escape rooms itinerantes” (¿zombis franquistas?).
La estrategia del enfrentamiento viene de muy lejos en la izquierda española y lo cierto es que le ha dado resultado a la hora de movilizar a su electorado, agitando el espantajo de la vuelta del fascismo o el regreso de Franco. No obstante, la obsesión de Pedro Sánchez con Franco y todo lo que le rodea está despertando un interés por el pasado que puede volverse en contra de una izquierda que tiene mucho que callar sobre su papel en la Guerra Civil y la Dictadura; como buenos políticos en el peor sentido de la palabra, la visión y el beneficio cortoplacista impiden ver las consecuencias a largo plazo de toda esta propaganda de agitación. Sánchez, que sin duda se ha imaginado como Julio César cruzando el Rubicón, debería considerar lo peligroso que es forjar un mito y recordar al esclavo que acompañaba a los generales victoriosos cuando hacían su entrada triunfal en Roma, y que repetía una y otra vez: “Recuerda que eres mortal”. Sí Pedro, recuerda que tú, como todos, pasarás, pero los mitos nunca mueren.
Foto: RAWAIcruda.
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