¿Cómo afecta la inflación a nuestra renta y nuestra riqueza? Y ¿Cómo se reparten los efectos por cada grupo social? Esta es una vieja cuestión, pero que no ha sido objeto de preocupación de todas las corrientes económicas.
David Hume, en los albores del pensamiento científico sobre el dinero, planteó el supuesto de que todo el mundo tuviese en un mismo día el doble de dinero con que contaba el día anterior. Como los bienes que se producen no se han doblado, el resultado es que subirán los precios, en una proporción no muy lejana al doble, con algunas grandes diferencias aquí y allá. Pero los bienes serán prácticamente los mismos. Con este sencillo experimento mental, Hume echó por tierra la obsesión mercantilista por acumular dinero dentro de las propias fronteras. Luego le dio la puntilla con la primera exposición del mecanismo del movimiento de bienes y dinero entre países, con los precios como elemento coordinador. Más recientemente, Milton Friedman acudió al mismo experimento mental, sin citar a Hume, y lo planteó como que un helicóptero lanzase desde lo alto; el efecto sería el mismo: aumentar los precios sin influir en la producción y, por tanto, sin aumentar nuestra riqueza.
En esta historia ha habido ganadores y perdedores. Siempre los hay. Pero no debemos perder de vista que el principal ganador ha sido el Estado
Pero antes de David Hume, Richard Cantillon explicó que la llegada de nuevo dinero nunca se produce así. No. Comienza por una fuente, por ejemplo unas minas de oro, y se va extendiendo paulatinamente por el resto del sistema económico. La mima vende el oro a la ceca, que se queda con una parte de las monedas, o paga a los proveedores, y así llega a unos lugares antes que a otros, y revoluciona los precios y las rentas por etapas. Es el llamado “efecto Cantillón”. Este efecto ha sido estudiado en la literatura científica, y es mucho más complejo, pero también más importante, que el primero.
Tengamos estos dos mecanismos que se refieren a la incidencia de la inflación en mente. Sobre todo el segundo. Pero fijémonos ahora en otros tres. Los expone el Banco de España en un informe que nos va a ayudar a responder las preguntas que me planteaba al comienzo. ¿Cómo afecta la inflación a nuestra economía?
El informe se centra en el año 2021, en el que se produjo el gran aumento de la inflación. Es una pena que no amplíe el estudio al año siguiente, cuando la inflación llega a su máximo, aunque en el último cuatrimestre comience a bajar. El Banco de España conoce perfectamente cómo evolucionan los precios, pero ¿y la riqueza? ¿Y los ingresos? ¿Y el consumo? Esos datos los aporta BBVA, que comparte una muestra anonimizada para su estudio.
El primer canal por el que se filtra la inflación y que afecta a los distintos grupos sociales es el de los ingresos: salarios y pensiones principalmente. No hace falta que nos salgamos del simple modelo de Hume y Friedman: si la cesta de la compra sube más rápidamente que los ingresos, entonces la renta real, la cantidad y calidad de bienes y servicios que podemos adquirir, cae.
El segundo canal es el de la riqueza. Es un fenómeno muy conocido. La inflación beneficia a los deudores y perjudica a los acreedores. Un prestamista A le presta un dinero a B en el presente. Pero según va pasando el tiempo, en un entorno de inflación, el valor real de la misma cantidad nominal de dinero va perdiendo valor. De modo que B paga las cantidades a que se ha comprometido, pero éstas valen cada vez menos y menos. Los activos nominales, los que están denominados en la moneda, y no están indexados con la inflación, pierden valor con la inflación.
Y el tercero es el del consumo. Porque el índice de precios es una herramienta que le sirve a los políticos y a los economistas, pero que tiene una relevancia relativa. Cada uno de nosotros tiene hábitos de consumo diferente, y le afecta la evolución de los precios de modo distinto. No es lo mismo una familia que tiene que hacer muchos desplazamientos en un contexto de aumento del precio de los combustibles que otra que apenas se mueve, por poner un ejemplo.
Teniendo en cuenta estros tres canales, ¿quién ha salido perdiendo y quién ganando? Los resultados son muy significativos. A pesar del aumento nominal de las pensiones (son las únicas que han subido en estos años, a diferencia de los salarios), son los mayores de 65 años los más perjudicados. El motivo es que tienen un bajo nivel de deuda, y sus activos son nominales (cuentas corrientes). Las pensiones no han subido lo suficiente. Dentro de los mayores de 65 años, los que más han sufrido son los que están en el primer cuartil de ingresos; los que menos ganan. Quizás porque no tienen otros activos que les ayuden.
En el lado contrario están los que tienen de 26 a 45 años. Menos el último cuartil, han salido ganando los otros tres. Y el que más, el primero, que experimentó un aumento de su riqueza real muy por encima del 5 por ciento. ¿Por qué? Porque son, mayoritariamente, deudores. La inflación les pagó una parte no desdeñable de sus hipotecas.
En esta historia ha habido ganadores y perdedores. Siempre los hay. Pero no debemos perder de vista que el principal ganador ha sido el Estado. La inflación ha hinchado nominalmente nuestros ingresos y beneficios, y acabamos pagando más impuestos, aunque nuestro consumo real se haya resentido. La banca gana.
Foto: Annie Spratt.
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