«La manipulación mediática hace más daño que la bomba atómica, porque manipula los cerebros»

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Chomsky

Y un maldito virus llegó a nuestras vidas. Y nos encontramos en un confinamiento con miles de personas que tenían un montón de cosas que contarnos al respecto. Se acabaron en el mercado las cámaras de grabación para el ordenador y cada quien, enteradísimo por vías de primera mano —decían—, traía soluciones para todo.

Hasta para controlar nada menos que la Covid-19 (porque está entre nosotros desde el 2019) para quien no lo sepa.

Yo sigo en mis trece. No me da la realísima gana de dar las cosas hechas, entre otras cosas porque me gusta que las personas piensen y fundamentalmente porque yo, desgraciadamente, no soy otra cosa que alguien más que opina y tengo muchísimo menos valor que un científico que, por otro lado, tampoco tiene muy claras las cosas o al menos de cómo vencer al Coronavirus a menos que exista una vacuna pero ¡tememos a la vacuna! Recapitulemos.

Si vamos a vivir con el temor y la sospecha negándonos incluso a vacunarnos si la vacuna llegara a existir; en este momento tendremos que poner en marcha nuestro cerebro y no contentarnos con el famoso “pan para hoy” porque, de ser así, no tendremos un mañana

Mi opinión no vale más que la de un médico que me confiesa honestamente que siguen aprendiendo y que no prestemos atención a recetas mágicas como la tan extendida de tomar aspirinas “preventivas” porque ese cuadro no se trata con aspirina —que es un agregante plaquetario— sino con heparina de bajo peso molecular: un anticoagulante, para evitar posibles trombosis… y esto me lo dice casi textualmente una de las mejores médicas de familia que conozco, la Dra. Ana Isabel Cruzado,  intentando evitar la difusión de “remedios mágicos” como tomar aspirina con limón como cura milagrosa. Y todavía hay muchas más.

Mi opinión no vale más que la de los científicos que insisten en que el Coronavirus no ha sido algo fortuito sino provocado juntando “un poquito de todo” en un laboratorio y ¡de ahí al estrellato! Motivo por el cual hay cientos de síntomas. Y una carrera contrarreloj para hallar una vacuna para delicia de las farmacéuticas y el aluvión de otros cientos de miles de teorías. ¡Se les fue la mano! ¿O no…?

Las teorías de la conspiración han encontrado un gran eco porque han hallado un gran caldo de cultivo respaldado por un desorbitante número de ideas, muchas de ellas producto de un largo confinamiento con las que nuestras amistades nos bombardeaban por las redes. Hoy día nadie cree en su aparición fortuita. De hecho se especula con el dominio del mundo a través de la reducción de la población mundial forzosa por distintos medios y algunos no muy sofisticados. Teorías que comparten en cierta medida y de distinta forma Putin y Trump, lo que no deja de ser curioso. ¿A qué nos estamos enfrentando?

¿Una especie de Tercera Guerra Mundial con arma bacteriológica? Me apunto a Noam Chomsky «La manipulación mediática hace más daño que la bomba atómica porque destruye los cerebros».

No importa el sufrimiento de las poblaciones, no importa el destino al que debamos enfrentarnos si sobrevivimos, porque si esta pandemia, provocada o no, ha permitido que «el Grupo de los Selectos» sea capaz de invadir nuestro cerebro ya que estamos debilitados física y económicamente pues el azote sigue ahí, sin negarse a desaparecer, quebrando nuestra salud e impidiendo que podamos ser independientes por el temor a una nueva embestida, debemos tener claro que nos abocará a una mayor dependencia y en grado superlativo, a menos que…

Estamos en un punto en el que nuestra supervivencia dependerá de unos pocos. Si vamos a vivir con el temor y la sospecha negándonos incluso a vacunarnos si la vacuna llegara a existir; en este momento tendremos que poner en marcha nuestro cerebro y no contentarnos con el famoso “pan para hoy” porque, de ser así, no tendremos un mañana.

Pensemos; pensemos mucho ¿dije esto alguna vez…?

Foto: Ryan McGuire


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