Álvaro Peñas /José Papparelli.

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Paolo Borchia es diputado italiano por Lega Salvini Premier en el Parlamento Europeo, y es coordinador en la Comisión de Industria, Investigación y Energía (ITRE), del grupo europeo Identidad y Democracia (ID). Licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad de Padua, trabajó durante años como administrador y consultor en la empresa privada.

Hablamos con el eurodiputado acerca de las políticas verdes de la Unión Europea, el peso de lo ideológico en su aplicación y sus consecuencias políticas, económicas y sociales.

La UE aprobó normativas verdes que afectan no solo al desarrollo industrial sino al conjunto de ciudadanos. ¿En qué consiste el Pacto Verde Europeo y el objetivo de transformar Europa en el “primer continente climáticamente neutro”?

El Pacto Verde representa una respuesta demasiado ideológica y muy sesgada sobre el medio ambiente y el futuro del planeta. Respecto a esto, la Lega Salvini Premier tiene una visión diferente y nuestro partido está muy preocupado porque el Pacto Verde representa una respuesta equivocada, ya que es una iniciativa totalmente desequilibrada desde el punto de vista ideológico, yo diría una respuesta “taliban” en muchos aspectos. Representa una respuesta peligrosa sobre la posibilidad de que las empresas europeas sean competitivas. También es muy peligrosa desde el punto de vista del mantenimiento de los niveles de empleo que tenemos actualmente en Europa. Es una respuesta que no resolverá el problema, sino que lo agravará. Fíjese, actualmente en Europa sólo emitimos el 7,5% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, una cifra muy baja y aplicando este tipo de normativas muchos sectores se verán penalizados injustamente por el Green Deal. Por ejemplo, la producción agrícola es una de las más afectadas con las consecuencias económicas y sociales que trae aparejado. Esto significa que de aplicarse, como es probable, la demanda de producción en Europa caerá y tendríamos que comprar el productos agrícolas a los productores fuera de Europa que, paradójicamente, tendrán precios más bajos contaminando mucho más. Esta es una de las consecuencias negativas como resultado de la aplicación de esta normativa verde. Debemos conseguir revertir estas nocivas tendencias que han sido impuestas por las Ursula von der Leyen y los Frans Timmermans de la Unión Europea.

Me parece que el gran problema es que la Comisión Europea no ve las cosas con claridad. La gestión de Ursula von der Leyen es errónea y, además de ser responsable de haberse alineado con la izquierda, está lanzando el mensaje de que el único problema del que tenemos que ocuparnos en Europa es la contaminación

Paolo Borchia
Paolo Borchia.

Pero es paradójico que Europa pretenda autoimponerse medidas climáticas restrictivas de dudosa efectividad siendo la región más cuidadosa con el medio ambiente, cuando países como China o la India contaminan mucho más y de manera indiscriminada.

Así es. El objetivo de convertir a Europa en el primer continente climáticamente neutro para 2050 es un objetivo probablemente demasiado ambicioso, pero esto será muy difícil de alcanzar sin el compromiso de otros países. A nivel general veo que aquí en Europa se presta demasiada atención a la ideología, mientras que fuera y a nivel geopolítico, se protege mucho más la economía y la competitividad de las empresas. Por lo tanto, nos preocupa mucho cómo está evolucionando la situación desde el punto de vista de las políticas climáticas y energéticas en Europa.

Me parece que el gran problema es que la Comisión Europea no ve las cosas con claridad. La gestión de Ursula von der Leyen es errónea y, además de ser responsable de haberse alineado con la izquierda, está lanzando el mensaje de que el único problema del que tenemos que ocuparnos en Europa es la contaminación. Creo que es un problema, sí, pero también lo es la competitividad, el desempleo, la caída de la natalidad, la inmigración ilegal… esos son los grandes problemas. Si la Comisión Europea se comprometiera con estos asuntos tan intensamente como lo está haciendo en la cuestión medioambiental, la situación en Europa sería completamente diferente. Para nosotros en muy importante que los ciudadanos sean conscientes de este problema, quienes son responsables y cuál es la solución alternativa.

¿Qué consecuencias a corto y largo plazo tendría para nuestra economía seguir avanzando por este camino?

Comencemos viendo las cifras en concreto, ya que las opiniones son siempre muy interesantes, pero son los números los que cuentan. En cuanto a los pesticidas, por ejemplo, en Europa utilizamos una media de 1,6 kg de producto por hectárea, mientras que en Asia Oriental utilizan 12 kg. Como vemos, la diferencia es abrumadora.  En Europa tenemos productores que a lo largo de los años han invertido en cultivar productos más sanos contaminando menos, y ahora nos encontramos que estos mismos productores tienen que someterse una normativa global mucho más restrictiva de la que ya tenían, con las consecuencias en coste, producción, empleo, sanidad y cuidado del ambiente.  Así que la cuestión es que con estas políticas comunitarias no vamos a ninguna parte, ya que solo imponen nuevos obstáculos para las empresas, los trabajadores y consumidores. Es necesario que cambiemos esta dirección que, a cambio de teóricamente abaratar los precios importando productos del extranjero, empeora nuestra balanza comercial neta y nuestra economía. Paradójicamente, esos productos importados no cumplen con nuestras normas medioambientales.

Esta obsesión hacia la transición ecológica, ¿responde a una necesidad real o al dogma ideológico del fanatismo climático? ¿Por qué Europa es el primer impulsor de un ecologismo ideologizado?

Esta sería una pregunta muy interesante para hacerle a Frans Timmermans y que la respondiese. Esta pregunta es la que hemos hecho una y otra vez sin obtener respuesta de la Comisión Europea. Por ejemplo, ahora nos quieren imponer a partir de 2035 cambiar los coches de motor de combustión interna por coches eléctricos, pero nadie nos explica cómo vamos a generar toda la electricidad que necesitamos para ello. En Italia estamos hablando de 32.0000 gigavatios, por lo tanto, de cantidades de energía desproporcionadas, no sólo a la capacidad actual, sino probablemente también por la capacidad futura de nuestro país. Las renovables son fuentes alternativas muy interesantes que sin duda hay que contemplar, pero no olvidemos que son fuentes inestables, intermitentes y no programables con todas las consecuencias que ello conlleva. Tenemos una economía que necesita mucha certidumbre, no necesita ideología, necesita generar las condiciones para funcionar sin obstáculos. Y eso no es lo que está ocurriendo actualmente en Europa, sino lo contrario.

Entonces, ¿la normativa europea contra los vehículos de motor de combustión es un brindis al sol?

Actuamos como si Europa fuera el actor principal en la contaminación global de manera desproporcionada. Desde nuestro grupo parlamentario estamos intentando que la Comisión Europea entre en razón y que entienda que para calcular cuánto contamina un vehículo no basta con medir la emisión de escape, necesitamos entender que debe hacerse sobre el ciclo de vida completo de esa tecnología. Es decir, hay toda una serie de razones por las que hay que tener cuidado con el coche eléctrico. En primer lugar, porque las baterías presentan claramente grandes problemas en términos de reciclado, y estamos hablando de una cadena tecnológica en la que en este momento China es la más capacitada para competir más agresivamente en términos de precios. No me gustaría que la cuestión del coche eléctrico o de combustión se convirtiera en una cuestión que divida a la sociedad y haga de la transición ecológica una transición sólo para los ricos, excluyendo a los segmentos más pobres de la población. Lo preocupante es que los fabricantes de automóviles europeos ya no puedan ser competitivos en términos de los costes que tienen que soportar, dejando el campo abierto a nivel global a los fabricantes de automóviles chinos. Pongo el ejemplo de Byd (Be Your Dreams), que casi nadie conoce y que es un fabricante de coches chino que de 2021 a 2022 ha duplicado su cuota a nivel mundial. Ese dato está ahí, es evidente, así que no es que la Lega en Europa esté agitando espectros o creando fantasmas. Las cifras nos dicen de forma clara que la vida cotidiana está afectada por la geopolítica de China, que hoy posee mucha más cuota de mercado que en el pasado.

También pretende cambiar nuestros hábitos alimentarios promoviendo la comida artificial y el consumo de insectos en detrimento de productos como la carne. ¿Qué impulsa su sustitución?

Respecto a este tema estoy muy preocupado. La cuestión es que partimos de la idea de que, en el futuro, habrá que alimentar a 8.000 millones de habitantes y que, para ello, hay quienes nos dicen que tenemos que crear carne en un laboratorio para que haya un producto más barato y disponible en mayor cantidad para todo el mundo. Evidentemente, desde un punto de vista ético o moral, es una bella justificación, pero si miramos quién está detrás de todo ello, que se esconde detrás de esta dinámica, vemos otra cosa muy diferente a las buenas intenciones. Es evidente que toda esta orientación de ayuda a la humanidad es falsa, en realidad es instrumental y funcional a multinacionales que han invertido en investigación y desarrollo para lograr industrializar y comercializar estos productos. Estamos hablando también de consultoras muy influyentes relacionadas con el trabajo de la Comisión Europea y, en realidad, estamos hablando de productos que luego se presentan como una alternativa más barata a la excelencia de nuestro producto nacional, natural, saludable y con denominación de origen protegida y territorial. Está claro que se está abriendo paso una tendencia diferente y perniciosa, que en teoría se basa en un “noble propósito”, pero no es cierto.

¿Cómo es la relación de los grupos políticos populares, conservadores, patrióticos e identitarios en el Parlamento Europeo respecto a lo que algunos llaman “eurolocura verde”?

La relación es buena, pero existen diferencias lógicas. Digamos que al final ha sido una pena que no hayamos sido capaces de construir una mayoría de centro-derecha lo suficientemente fuerte como para rechazar la propuesta de la Comisión. Gracias a las enmiendas, al menos pudimos eliminar algunas cuestiones realmente muy negativas. En Italia tenemos el problema de que hay una situación muy grave en la agricultura, ya que muchos jóvenes que querrían entrar en el sector renuncian por las dificultades impuestas por el talibanismo ideológico que afecta al sector desde un punto de vista económico. La Unión Europea ha convertido al ecologismo en una religión de sustitución.

Sin embargo, en demasiadas ocasiones, el PPE ha votado con la izquierda.

Así es, y por eso no sólo en Italia, sino también en España y en otros países, el electorado de centro-derecha está harto de que los partidos de centro-derecha pidan a los ciudadanos que les voten y luego pasen a gobernar con el centro-izquierda. Esta es una dinámica que desgraciadamente se ha mantenido en silencio durante demasiados años, pero ahora estoy viendo que de los votantes son cada vez más conscientes de que este tipo de actitudes son un fraude y que traicionan las necesidades particulares de los territorios y los ciudadanos. Es una actitud política encaminada a continuar con el gobierno de una casta que ha gestionado Europa en los últimos años y que debe terminar. Alguien tiene que hacerse responsable cuando las cosas no han funcionado como debieran. Es tiempo del cambio de mayorías en la Unión Europea, es tiempo del cambio, es tiempo de otra Europa.

Fot: European Parliament.

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