Son muchas las brechas que hoy aparecen y se cuentan en los diferentes sectores, sean económicos, tecnológicos o culturales. Algunas como la brecha digital dispone de un amplio abanico de posibilidades, que se desplaza desde el acceso a la conexión, hasta la calidad de su uso.
Pero hay una que apenas se nombra, aunque se conocen algunas cifras merecen la pena recordarlas. España luce el triste dato de un 40% de jóvenes en paro, con escasos países que la superan como Armenia, Suráfrica o la Franja de Gaza, que no son particularmente ejemplares. Cuatro de cada diez menores de 25 años no tienen trabajo en un país, pongamos un ejemplo, que abandera la llamada brecha de género con un ministerio propio que supera los 500 millones de presupuesto, que en plena crisis aumenta un 14%, con casi ocho millones en gastos de personal. ¿Resultados? No se conocen.
No es necesario ser padre o madre, o estar a diario en contacto con los jóvenes para sentir mucha tristeza por la enorme hipoteca que dejamos a la sociedad abandonando a los jóvenes
Con el INE 2021 delante, ¿qué pasa con las diferentes cifras que separan a los jóvenes y los mayores? El 30,3% menores de 18 años está en riesgo de pobreza, frente al 17,7% de mayores de 65 años.
Pero la brecha generacional no aparece en el convencional listado de brechas. Si consultamos los datos de la ECV del INE encontramos que uno de los factores que más agravan la brecha generacional es el acceso a la vivienda. Los datos señalan que un 90% de mayores de 65 años tienen casa propia. Mientras que para los jóvenes se ha convertido en una misión imposible, la tasa de propietarios volvió a reducirse en 2018, solo uno de cada cuatro jóvenes entre 16 y 29 años tiene una vivienda. Un problema que se extiende a la generación de entre 30 y 44 años, que por primera vez, menos del 60%, son propietarios.
Una política de vivienda cifrada en los bonos que ofrece hoy el gobierno es una pésima broma, porque solo atiende malamente a una pequeña parte de la juventud, con 200 millones de euros que es la partida que destina el Ejecutivo para este asunto. Como si un cheque de 250 euros mensuales durante dos años fuera la solución. Un parche electoralista más, que acoge a 50.000 jóvenes, solo el 10% se encontrarán entre los elegidos.
Si intentamos realizar una descripción realista de cuáles son los problemas que afectan a los jóvenes, hay que unir la dificultades para encontrar vivienda con su precario nivel de ingresos, consecuencia de las dificultades para encontrar un empleo. Aquí es donde tenemos en su cruda realidad la brecha entre jóvenes y mayores. Otro detalle, la renta media de los mayores de 65 con alquiler que no se paga completo o por un precio inferior al del mercado o título gratuito (alquiler imputado), superó en 2018 los 16.000 euros netos anuales. Dicho de otro modo, los mayores tienen unos ingresos que son un 40% superiores a los hogares que están en edad de tener hijos y, por tanto, con más gastos.
Si queremos ser más concretos observemos que un paquete de pañales para bebé cuesta 14 euros, sabemos que no solo los bebés usan pañales, que los hay para pensionistas que padecen incontinencia urinaria, pero les cuesta cero euros, dado que es una de las muchas prestaciones sociales que disfrutan. Al otro lado de la calle, un matrimonio joven sin vivienda propia, sin trabajo o con un trabajo provisional y precario, y con un hijo, suda sudor y lágrimas para costearse esos pañales. Puede parecer que en España quien menos dinero gana es quien menos impuestos paga, al menos es lo que diría la lógica y el sentido común, pero es al revés. El quintil más pobre es el que paga más impuestos, que también es el más joven.
Aun haciendo un esfuerzo por ser bien pensantes, podríamos creer que el dinero de los impuestos va para carreteras, hospitales y colegios, pero la realidad es muy diferente porque la principal partida de gastos en España son las pensiones, que en el año 2021 soportaron la gigantesca cifra del 36% de los presupuestos generales del Estado. Aunque este no es un problema particular solo de nuestro país, la particularidad es que España tiene uno de los sistemas de pensiones más generoso del mundo. Por poner unos ejemplos, en Francia la tasa bruta de reemplazo es de un 60,2%, en Canadá un 53,2%, Alemania un 46,5%, pero en España es un 74% de media lo que le queda a un jubilado.
Vamos a decirlo de otra manera, en España si tienes menos de 25 años cobras un sueldo medio mensual de 757 euros, pero si eres jubilado el sueldo medio es de 1.185 euros al mes, sumen las ayudas sociales, beneficios fiscales, además del ahorro que se ha podido conseguir a lo largo de una vida, y encontrarán sin lupa la enorme distancia entre unos y otros. Esta es la brecha que no se dice, ni interesa contar. Con el canto de sirena del gobierno que sube las pensiones un 0.9 por ciento, y las mínimas un 1,5 por ciento, el coste ascenderá a casi 1.500 millones. Da lo mismo que observemos una línea política u otra, las pensiones no se tocan, aseguró Casado en su momento. Mientras tanto el Gobierno sube la cuota de autónomos hasta 24 euros, en plena crisis económica, y con una infracción galopante. Suben los impuestos, suben las pensiones, que son un bofetada a las rentas más bajas, donde están los jóvenes, una penosa manera de lastrar a toda una generación.
Claro que existen razones para que esto ocurra. Los mayores de 50 años en España suponen el 40% de la población total, con una tendencia al voto mucho más elevada que los jóvenes. Así es como se asiente un grupo social intocable y mimado por los políticos, aunque también por el sector productivo e industrial que lo tiene como diana para el consumo.
Mientras tanto se habla de ellos como el futuro, pero los responsables de una política que dote de oportunidades a la juventud, que aproveche el potencial y el talento de los jóvenes que SÍ importan, y SÍ podrían presentar un modelo distinto y mejor de sociedad.
Mientras tanto se han idealizado estas edades, convertidas aun así en objeto de consumo que en gran medida pagan sus padres. Con un modelo educativo y formativo igualitario pero a la baja, con una sociedad infantilizada que infantiliza incluso a los que dejaron de ser niños, con una política del bienestar que subsidia el voto y castiga al emprendedor y talentoso. No es necesario ser padre o madre, o estar a diario en contacto con los jóvenes para sentir mucha tristeza por la enorme hipoteca que dejamos a la sociedad abandonando a los jóvenes. No necesitan padrinos, ni subsidios, ni mantas calientes. Lo que necesitan son oportunidades, para que con su esfuerzo y trabajo construyan una sociedad más digna, empezando por ellos mismos.
Foto: Helena Lopes.