Hoy me las tuve que ver con el vecino después de haber convertido su departamento en una discoteca ambulante. Llamé a la puerta, le exigí educadamente, pero sin excusarme, que bajara la música, y ofendido, se negó. Aquí tenéis la más viva prueba de porqué Colombia es un país pobre.

Publicidad

Saquémosle punta al lápiz. Nuestro vecino se ofendió porque es incapaz de reconocer una verdad, la de respetar el silencio ajeno, cuando entra en disputa con sus caprichos. Una miopía de tipo social le impide excusarse por su falta de educación y me obliga a mí a hacerme la víctima, inventando alguna tragedia, para despertar en él algún tipo de compasión y verlo ceder. Si la baja lo hará por pena hacia mi fingida desventura y no por vergüenza ajena, pues es incapaz de meterse en la cabeza que respetar al vecino es una máxima universal y no una alternativa abierta a la discusión. Y esto aplica para todo en este santo país; no me salvará que mi vecino tenga un doctorado.

De esta lamentable situación suelen aprovecharse los gobernantes mesiánicos que lejos de alentar a su pueblo para que crezcan, cubren de fango las calles para que se revuelquen

Si te diriges a una tienda de ropa te aplaudirán para captar tu atención cuando no la atizarán con un ruidoso bafle; acto seguido se te arrimará un dependiente que engatusándote no te dejará tiempo para saber que compras. Esto ocurre porque el colombiano no necesita tiempo para pensar, obra, acogido a los sentimientos. La miopía colombiana se deja sentir también a la hora de oscurecer la existencia de verdades que van más allá de su propio ombligo; algunas de estas pasan por respetar los pasos de peatones, o el descanso del vecino. Y como no cree que exista nada más allá de él, tampoco podrá distinguir entre su opinión y la verdad, y entonces, creerá, solo porque pertenece a esta tierra y así le dijeron, que ya eran una civilización antes de la llegada de Castilla.

En finanzas ni hablemos. Las cuentas de ahorros padecen de goteras y no existe bolsillo colombiano trenzado sin agujeros. Los negocios invierten con reservas a un día, y, al otro, como es natural, se precipita una avalancha de cierres. Por si fuera poco, tendrás que aguantar a todo aquel que quiere venderte una canción, o una pulsera o yo qué sé cuántas cosas en la vía pública sin que te atrevas a impedírselo pues es incapaz de comprender que está transgrediendo tu tiempo, al creerse con derecho a hacerlo solo porque le conviene ganarse tu donativo.

Con una miopía de este calibre la violencia es inevitable. La única ley universal que se respeta es la del más fuerte, que se hace imponer, o bien por la fuerza, o por la intimidación. Cuando es por esta segunda, lo que ocurre en la mayoría de las veces, se destapa un resentimiento que hace despreciable el gusto a la vida, hundiéndola tras un pesimismo crónico que a veces llega incluso a ponerle fin. De esta lamentable situación suelen aprovecharse los gobernantes mesiánicos que lejos de alentar a su pueblo para que crezcan, cubren de fango las calles para que se revuelquen. Ahora ya lo sabes colombiano, o te pones las pilas y maduras, dejando de actuar como un niño malcriado, o solo te quedará Maduro.

¿Por qué ser mecenas de Disidentia? 

En Disidentia, el mecenazgo tiene como finalidad hacer crecer esta comunidad de lectores inquietos, que quieren ir más allá de la noticia. El mecenas permite generar los contenidos en abierto de Disidentia.com (más de 800 hasta la fecha). Y su apoyo tiene recompensas, como este contenido.

Este no es un medio para intelectuales, aunque muchos de ellos encontrarán aquí ideas potentes e interesantes; mucho menos un lugar donde adular a expertos y políticos o, en su defecto, actuar como correa de transmisión de sus intereses y luchas partidistas. Nuestra vocación es trabajar por y para el público. Fieles a este compromiso, pedimos tu patrocinio, para garantizar la calidad e independencia de las ideas y contenidos publicados.

Es absurdo creer que el actual paradigma informativo puede cambiar, y con él España, si el público sigue dejando en manos de los escasos grandes anunciantes, de la publicidad institucional (política) y de las subvenciones discrecionales, así como de las operaciones financieras en los despachos, la supervivencia de un medio de información, porque quien paga manda. Pensamos que el lector puede romper este círculo vicioso integrándose por fin en la ecuación financiera y convirtiéndose en un nuevo y verdadero contrapoder con sus pequeñas aportaciones.

Para eso, en nuestra comunidad de mecenas encontrarás no sólo contenidos muy elaboradospodcast que tratan cuestiones clave a fondo y que no son tratadas en los medios convencionales, también vamos a organizar grupos de debate a nivel nacional, donde cada ciudadano, resida donde resida, pueda aportar sus ideas, trabajar con los demás y juntos construir mucho más que un medio. En definitiva, queremos reconstruir esa sociedad civil que la política y los partidos han arrasado.

Si crees en la causa de la libertad de información, opinión y análisis, súmate a nuestra comunidad. Serás bienvenido.

Muchas gracias.

Artículo anterior¿Por qué resiste Ucrania? Por sus instituciones descentralizadas
Artículo siguienteFeminismo en la ciencia: ¿hacia una nueva caza de brujas?
Antonini de Jiménez
Soy Doctor en Economía, pero antes tuve que hacer una maestría en Political Economy en la London School of Economics (LSE) por invitación obligada de mi amado padre. Autodidacta, trotamundos empedernido. He dado clases en la Pannasastra University of Cambodia, Royal University of Laws and Economics, El Colegio de la Frontera Norte de México, o la Universidad Católica de Pereira donde actualmente ejerzo como docente-investigador. Escribo artículos científicos que nadie lee pero que las universidades se congratulan. Quiero conocer el mundo corroborando lo que leo con lo que experimento. Por eso he renunciado a todo lo que no sea aprender en mayúsculas. A veces juego al ajedrez, y siempre me acuesto después del ocaso y antes del alba.