Manuel, jubilado ferroviario de 67 años; Luis, técnico de mantenimiento industrial con 59; y Adrián, diseñador gráfico autónomo de 28, no se conocen entre sí, pero tienen más en común de lo que parece. A pesar de sus edades y trayectorias profesionales tan distintas, comparten una pasión que los conecta con la geografía profunda del país: la moto de campo.
Para Manuel y Luis, esta afición lleva décadas acompañándolos. Han recorrido miles de kilómetros por caminos rurales, conectando pueblos, cruzando sierras y descubriendo rincones olvidados. Para ellos, no es simple ocio. No lo hacen por capricho ni por estridencia, sino por respeto, por amor a la tierra y por un sentido profundo de libertad responsable. Para Adrián, que se incorporó hace apenas tres años a esta comunidad, la experiencia ha sido transformadora: la moto no solo le ha abierto rutas físicas, sino también humanas. Ha descubierto un país que no sale en las noticias, pero que aún late a pesar del abandono.
Mientras las élites urbanas aplauden las prohibiciones, ellos mantienen vivo un vínculo cultural, humano y económico con el país que nos queda fuera de la autopista
Ellos no son “domingueros”, como ahora ciertos medios pretenden etiquetar con desprecio a quienes practican el off-road. Son ciudadanos comprometidos que han encontrado en la moto de campo una vía de conexión con el entorno y con los demás, con sus iguales que viven lejos de las urbes. Gracias a esta afición, han desarrollado una sensibilidad que mezcla cultura mecánica e industrial, civismo y una verdadera resiliencia. Su afición no destruye nada, sino que les estimula a conocer, cuidar y transmitir. Lo que hacen es exactamente lo contrario de lo que se les imputa: reconectan territorios, revitalizan pueblos, respetan y ayudan a preservar los caminos ancestrales.
En los últimos tiempos, asistimos a una creciente tendencia a prohibir la circulación de vehículos a motor por caminos no asfaltados en España. Las sanciones, que pueden alcanzar hasta los 3.000 euros, se aplican incluso en vías públicas de uso tradicional, muchas de las cuales han sido esenciales durante siglos para comunicar pequeñas localidades dispersas por nuestra geografía.
Esta política de prohibiciones indiscriminadas, lejos de resolver problemas, evidencia una falta de voluntad y esfuerzo —pura vaguería— por parte de las administraciones para gestionar y compatibilizar los distintos usos del medio rural. Prohibir es mucho más fácil que organizar, pero también es más injusto, menos eficaz y muy empobrecedor.
En Inglaterra y Gales, la organización Trail Riders Fellowship (TRF) ha desarrollado el Green Road Map, una herramienta interactiva que informa a los motoristas sobre las rutas legales para la práctica del off-road. Este mapa no solo indica qué caminos están abiertos o cerrados, sino que también educa sobre el uso responsable de estas vías, promoviendo la conservación y el respeto por otros usuarios y el entorno natural.
Además, en áreas como el Parque Nacional del Distrito de los Picos (Peak District), se ha establecido un código de conducta para los usuarios de vehículos motorizados en caminos rurales, conocido como Green Lanes Code. Este código fue desarrollado en colaboración con motoristas, jinetes, ciclistas y caminantes, y establece pautas claras sobre velocidad, condiciones del terreno, tamaño de los grupos y respeto por otros usuarios y el medio ambiente.
En otros países europeos, la práctica del enduro se facilita mediante acuerdos con propietarios de terrenos privados. Las empresas organizadoras de tours off-road negocian permisos con los dueños de las tierras, asegurando el respeto por las actividades locales como la caza y la agricultura. Esta colaboración entre particulares permite disfrutar de rutas espectaculares de manera legal y organizada, beneficiando tanto a los motoristas como a los pueblos y comunidades locales.
A nivel continental, El Trans Euro Trail (TET) es una red de rutas off-road que atraviesa Europa, desarrollada y mantenida por una comunidad de motoristas voluntarios. Esta iniciativa promueve el uso responsable de caminos, proporcionando información actualizada sobre las condiciones de las rutas y fomentando el respeto por el entorno y las personas residentes. Países como Portugal, Grecia y España participan activamente en esta red, demostrando que es posible disfrutar del off-road de manera razonable.
España cuenta con una larga y rica tradición en el ámbito del off-road. Durante décadas, nuestro país fue la cuna de algunas de las mejores motocicletas de campo del mundo, y desarrolló una cultura del motociclismo off-road que generaba empleo, industria y cohesión social. Hoy, desgraciadamente, sólo sobrevive una marca netamente española. Pero la cultura motociclística permanece
España cuenta con una larga y rica tradición en el ámbito del off-road. Durante décadas, nuestro país fue la cuna de algunas de las mejores motocicletas de campo del mundo, y desarrolló una cultura del motociclismo off-road que generaba empleo, industria y cohesión social. Hoy, desgraciadamente, sólo sobrevive una marca netamente española. Pero la cultura motociclística permanece porque forma parte de nuestra idiosincrasia, por más que políticos paletos y vagos, aplaudidos por votantes urbanitas a los que el campo en realidad les importa una higa, se empeñen en erradicarla. Muchos no lo saben, pero el deporte que más títulos ha dado a España es el motociclismo… y no sólo el de circuito, sino especialmente el relacionado con la moto de campo. ¿No es desternillante?
Los aficionados al enduro, al trial y al trail no somos delincuentes ni destructores del medio ambiente. La inmensa mayoría promovemos conductas cívicas y respetuosas cuando circulamos por caminos de tierra. Reducimos la velocidad o incluso nos detenemos por completo al cruzarnos con peatones o animales, cedemos el paso, saludamos y, en general, mostramos un profundo respeto por el entorno y sus habitantes.
Además, contribuimos activamente al mantenimiento de estos caminos, despejándolos de obstáculos y asegurando su transitabilidad, lo que, por ejemplo, resulta vital para servicios de emergencia como los bomberos forestales. Algo que ellos mismos reconocen.
Lejos de ser una amenaza, la moto de campo representa una oportunidad para muchos pueblos de la llamada España vaciada. Numerosos alcaldes han comprendido que permitir actividades off-road da vida a sus municipios, los conecta con el mundo, proporciona trabajo e ingresos y ofrece una nueva oportunidad de desarrollo.
Como aficionado al enduro, he comprobado personalmente la buena acogida de las buenas gentes de estos pueblos. Nos saludan y se acercan a charlar con nosotros. Ellos, los verdaderos propietarios de los caminos, no nos ven como un peligro. Muy al contrario, nos consideran una forma de reconectarse con la metrópoli, además de un estímulo económico.
La moto off-road fortalece tanto el cuerpo como la mente. Para los jóvenes, es una escuela real de vida donde deben valerse por sí mismos y aprender a cooperar, a pedir ayuda cuando es necesario y a ofrecerla con generosidad. El off-road no es un videojuego. Con su práctica, los jóvenes dejan a un lado las pantallas para aprender a salir adelante en el mundo de lo real, a superar obstáculos no virtuales, sino muy físicos y reales, desarrollando su resiliencia, la madurez y el compromiso con los demás.
Y para los mayores, esta actividad representa una poderosa vía para recuperar su autonomía e iniciativa. Abandonan el sillón de casa —y la degeneración coronaria— y redescubren su capacidad de esfuerzo, su vitalidad y su deseo de superarse. La edad es indiferente: el compañerismo, la solidaridad en ruta y la vivencia compartida contribuyen a formar mejores personas, sean mayores o jóvenes.
La demonización del off-road y la imposición de sanciones desproporcionadas responden a una visión cateta, simplista y urbana del medio rural. Los ignorantes tecnócratas urbanitas dicen proteger el entorno rural, pero en realidad no hacen sino asestarle un golpe definitivo
La demonización del off-road y la imposición de sanciones desproporcionadas responden a una visión cateta, simplista y urbana del medio rural. Los ignorantes tecnócratas urbanitas dicen proteger el entorno rural, pero en realidad no hacen sino asestarle un golpe definitivo. Parten de la premisa de que cualquier actividad motorizada es nociva, sin distinguir entre prácticas responsables y comportamientos incívicos.
Al fin y al cabo, prohibir les permite cobrar todos los meses sin tener que estrujarse las meninges. En lugar de establecer normativas claras y sensatas que regulen y compatibilicen los distintos usos del medio rural, se opta por la prohibición total, lo que genera frustración, inseguridad jurídica y un sentimiento de abandono entre quienes amamos y cuidamos nuestros caminos y montes.
Es hora de que las administraciones públicas reconsideren su postura y reconozcan el valor del off-road como actividad cultural con una gran tradición en nuestro país, una práctica que proporciona beneficios tanto anímicos como económicos en una doble dirección. Es necesario acabar con la comodísima prohibición y exigir un marco normativo que permita la práctica responsable del off-road, garantizando la protección del medio ambiente y la convivencia con otros usos del medio rural.
España no necesita más prohibiciones. Necesita más respeto por quienes se esfuerzan, por quienes salen de casa para vivir de verdad su país, no desde la pantalla, sino desde el polvo, la piedra y la conversación con un pastor al borde del camino.
Cada vez que se cierra un sendero con una señal de prohibido, no solo se restringe el paso a una moto: se clausura también una forma de estar en el mundo que es activa, esforzada, libre y comprometida. Se pierde conexión humana, económica, cultural y emocional con un territorio que no necesita más tutelas, sino más vínculos.
Frente a la mentalidad de la prohibición —autoritaria, urbana, desconectada—, debemos defender la mentalidad de la organización, que exige esfuerzo pero también genera comunidad, respeto y convivencia. Si no lo hacemos, acabaremos todos como peces de colores: dóciles, previsibles, incapaces de pensar, encerrados en peceras cada vez más pequeñas por quienes dicen saber lo que nos conviene.
Reivindicar el off-road es mucho más que defender una afición: es plantar cara a la infantilización de la sociedad y recuperar el derecho a recorrer libremente nuestro propio país.
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