España dejó literalmente al virus SARS-CoV-2 campar a sus anchas desde su llegada a España, muy probablemente en enero (no olvidemos que la primera muerte confirmada en España se produjo el 13 de febrero, tras cierto tiempo en el hospital y previa incubación y empeoramiento de síntomas), hasta el 11 de marzo, fecha en que se cerraron las aulas, y especialmente hasta el 15 de marzo, con el establecimiento del Estado de Alarma. Dicho Estado de Alarma marcó el inicio del confinamiento de todos los ciudadanos españoles en sus hogares, salvo para trabajar en algunos sectores (muchos otros cerraron completamente), para salir a comprar o para pasear las mascotas, siempre de uno en uno. En ese estado de actividad permanecimos hasta el 30 de marzo.

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El periodo de incubación del virus parece ser según la OMS de entre 1 y 14 días, con una media levemente superior a 5 días. Además, la mayoría de los casos que requieren ingreso hospitalario lo hacen varios días después de empezar a mostrar síntomas. Por todo ello, lo que hemos visto los últimos días en forma de menor número de visitas a urgencias de hospitales, de ingresos hospitalarios, de ingreso en UCI e incluso de muertes, es fundamentalmente el reflejo de nuestra primera fase de confinamiento, entre el 15 y el 30 de marzo.

Durante ese periodo se siguieron produciendo contagios: dentro de las familias, en el entorno laboral en aquellos sectores que continuaron abiertos, en los supermercados, etc. Aun así, y como se ve en las cifras diarias reportadas por el Ministerio de Sanidad, es evidente ahora que ese confinamiento dio frutos, y la presión sobre el sistema hospitalario lleva varios días descendiendo, tanto en casos oficiales nuevos detectados (aunque este dato es poco fiable, pues depende de los criterios utilizados para realizar test y del número de test realizados cada día, datos absolutamente opacos en España), que han bajado de 9000 diarios a menos de 4000, como de muertes oficiales por COVID-19, que también han descendido desde las más de 900 diarios hace 8-10 días a las poco más de 500 reportadas hoy y referidas al 12 de abril.

Continúa siendo imperativo conocer cuanto antes el grado de prevalencia del virus en España (qué porcentaje de la población ya ha pasado la enfermedad y por tanto debería ser inmune), y preparar una reactivación ágil de la actividad económica en cuanto los datos provenientes de los hospitales lo permitan

Posteriormente, tras ese primer periodo de confinamiento, y bien por presiones empresariales, bien porque no se notaba aún en las cifras a finales de marzo los efectos de la primera etapa (como es lógico, según hemos visto), o por imitación de lo que iba sucediendo en Italia, el Gobierno dio otra vuelta de tuerca, procediendo al cierre de todas las actividades laborales consideradas “no esenciales”, y que, básicamente, fueron gran parte de la industria y la construcción. Dichas actividades no esenciales interrumpieron su actividad entre el 31 de marzo y el 10 de abril (a efectos prácticos, entre el 31 de marzo y el 13 y 14 de abril, según los calendarios festivos de las CCAA).

Naturalmente, los efectos de este régimen de confinamiento más estricto aún no han podido ser muy perceptibles, por los periodos de incubación y hospitalización antes comentados. Lo lógico es pensar, pues, que la tendencia iniciada de reducción de entrada de nuevos pacientes de COVID-19 en hospitales debe continuar, o incluso acentuarse, durante las próximas 2-3 semanas como mínimo.

Entre el 13 y el 14 de abril están retomando la actividad SOLAMENTE las actividades suspendidas el día 31, y regresamos pues teóricamente al mismo estado laboral y social en que transcurrió nuestra vida entre el día 15 y el 30 de marzo. Digo teóricamente, porque en realidad varias circunstancias habrán cambiado:

  • Cientos de miles de personas pertenecientes a los sectores que hoy regresan a su actividad, y que trabajaron durante parte o toda la quincena anterior, ahora no lo harán, pues están inmersos en procesos de ERTE, o directamente han quedado en situación de desempleo.
  • Mucha gente que no teletrabajó durante aquella quincena, a menudo por falta de medios, ahora lo hará. Muchas empresas han adquirido miles de ordenadores personales a tal efecto.
  • Las medidas de protección (mascarillas, geles desinfectantes, etc), se utilizarán mucho más que entre el 15 y el 31 de marzo.
  • La gente es mucho más consciente que al inicio del confinamiento de los riesgos de esta enfermedad y sus vías de contagio, por lo que seremos más cuidadosos.
  • Los ciudadanos más vulnerables (mayores de 60 o con enfermedades preexistentes) que trabajaron la segunda quincena de marzo, ahora no lo harán.
  • Más gente habrá pasado ya la enfermedad, con o sin síntomas, y por tanto (al menos en teoría) deberían tener cierto grado de inmunidad y no transmitir la enfermedad.

En definitiva, los contagios diarios REALES que se produzcan desde hoy y hasta el siguiente cambio en las restricciones de movilidad, serán MENOS que los que se produjeron durante el 15 y el 30 de marzo. Y, recordemos, los que se produjeron en esa etapa fueron infinitamente inferiores a los que se produjeron hasta el 15 de marzo, y están permitiendo la “descompresión” del sistema hospitalario. Aunque en la nueva situación que comenzamos hoy los contagios podrían, teóricamente, ser algo superiores a los de los últimos 13 días (que han sido por fuerza bajísimos, como veremos durante las 2-3 próximas semanas), en ningún caso deberían poner en peligro los niveles de capacidad del sistema a corto-medio plazo.

En consecuencia, la leve apertura de esta semana no debe asustar a nadie, pues no se va a notar en absoluto en forma de nuevos ingresos hospitalarios o muertes durante las próximas semanas.

Lo que continúa siendo necesario, como llevo repitiendo semanas, es conocer cuanto antes el grado de prevalencia del virus en España (qué porcentaje de la población ya ha pasado la enfermedad y por tanto debería ser inmune), y preparar una reactivación ágil de la actividad económica y el dinamismo social en cuanto los datos provenientes de los hospitales así lo permitan (hoy todavía demasiadas camas y UCI están ocupadas por enfermos de COVID-19 para hacerlo), para lo que serán fundamentales la provisión y realización masiva de test, el suministro de los EPI´s necesarios, y el establecimiento de normas específicas de aforos, reuniones, actividades educativas y deportivas, etc.

Recordaba la semana pasada que es ya IMPOSIBLE eliminar al virus de nuestras vidas, salvo que dispongamos de una vacuna o alcancemos la inmunidad de grupo (es decir, cuando una gran parte de la población española haya estado infectada por el coronavirus). Durante los próximos meses vamos a convivir con él y, por desgracia, bastante gente se seguirá contagiando e ingresando en los hospitales. Y casi con certeza en algún momento subirá el ritmo de contagios real respecto al de la situación en la que hemos pasados los últimos 13 días de confinamiento casi extremo. Es casi inevitable, de hecho, salvo que un alto porcentaje de la población sea ya inmune o que las medidas de protección activa sean muy eficaces.

Iniciamos la quinta semana de parálisis económica severa. Cada día que pasa con este bajísimo nivel de actividad causa daños económicos mayores que los del día anterior, y muchísimo mayores que los del primer día de confinamiento. Casi todos los autónomos y empresas son capaces de resistir una semana de gran reducción o carencia total de ingresos. Bastantes, cuatro semanas. Seis, bastantes menos. Más de ocho, poquísimos.

El arte consistirá en abrir las válvulas de la actividad cuidadosamente mientras controlamos que la capacidad del sistema hospitalario no llega a desbordarse de nuevo. Pese a la natural tentación política y hasta social de esperar ahora a que los números de ingresos hospitalarios y muertes por el COVID-19 sean cercanos a cero para comenzar el proceso de reactivación, creo que hacerlo sería un error que causaría más daño del que lograría evitar.

Foto: Engin Akyurt

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