El nivel de sectarismo de algunos es tan elevado que creo que existirán personas que consideren que lo que está pasando en España es normal, pero sospecho que esa no será la opinión mayoritaria. Creo que lo que nos ocurre se puede describir de dos maneras complementarias, la primera se refiere al hecho bastante insólito de que el presidente del Gobierno está ejerciendo su función en una situación en la que la excepción se ha convertido en regla. No tiene mayoría parlamentaria, sólo la compra con el dinero de todos y se está saltando sistemáticamente los controles que en cualquier democracia liberal garantizan el mantenimiento de un Estado de derecho.

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Por descontado lo que la Constitución establece de manera explícita, como que las amnistías no están permitidas o que se ha de presentar una ley de presupuestos le parece literatura gris que puede ser interpretada según convenga.

No se presenta a los españoles un programa concreto y atractivo con una política distinta que no tenga miedo a hablar de las cosas que se necesita cambiar, desde la política territorial a la económica pasando por la educación y la reforma del gasto y de la administración pública

La otra manera de ver lo que nos está sucediendo hay que fijarla no en las tropelías del presidente sino en la incapacidad política de la oposición para superarle de modo terminante en las expectativas de voto, aunque sea bastante verosímil que una mayoría de españoles así lo querría (es lo que se ve en las encuestas en las que una supuesta suma de Vox y el PP pasaría de largo el número de los diputados exigibles para formar Gobierno).

¿Por qué ocurre esto? ¿Cómo es posible que un país entero asista al desmantelamiento de su sistema constitucional y a un número tan alto de arbitrariedades sin otra posible justificación que el de su utilidad para comprar el mantenimiento en el poder de un Gobierno dividido y sin otro horizonte que el desastre?

El asunto es tan extraordinario que, como pasa en estos casos, caben muchas explicaciones. Yo apuntaré los datos que me parecen decisivos para lograr una comprensión del caso y, siendo, tal vez, demasiado optimista, el horizonte en el que podría encontrarse una solución a tamaño desaguisado.

Lo primero que hay que tener en cuenta es que la cultura política imperante en la sociedad española necesitaría una severa corrección: hay que hacer notar que se necesita cambiar la orientación de un sistema que lleva ya más de diez años sin conseguir que la situación económica mejore y sin afrontar el horizonte de reformas que se hacen necesarias para cambiar este panorama.

Esta tarea es lo que debería presidir una política de oposición que, en realidad, no existe; lo que hay es una crítica constante y se ve que ineficaz a todo lo que el Gobierno hace mal, que es mucho, pero no se presenta a los españoles un programa concreto y atractivo con una política distinta que no tenga miedo a hablar de las cosas que se necesita cambiar, desde la política territorial a la económica pasando por la educación y la reforma del gasto y de la administración pública, por mencionar solo algunos aspectos. Al actuar así, la oposición favorece la idea, que interesa enormemente a Sánchez, de que la oposición no tiene nada que ofrecer y que todo se reduce a la confrontación entre el progresismo que él defiende y la reacción o el fascismo, pura propaganda que no deja de tener su público.

En segundo lugar, hay que caer en la cuenta del problema que existe como consecuencia del hecho de que los votos del sector social que podría preferir una orientación liberal/conservadora están actualmente divididos de una manera que no parece nada fácil corregir. El PP por sí sólo no se muestra capaz de conseguir una mayoría suficiente, en buena medida por su debilidad congénita en territorios en los que abunda el nacionalismo, y la suma con Vox es problemática por dos razones fundamentales.

En primer lugar, porque la dirección de Vox se ha empeñado eficazmente en políticas que han sido muy eficaces para movilizar el voto de la izquierda y de los nacionalistas, como ocurrió, sin duda, en las elecciones de julio de 2023, mostrando además una beligerancia absurda en aquellos lugares en los que ha conseguido convencer al PP para formar coaliciones, es decir, haciendo evidente que el buen Gobierno les importa menos que el supuesto crecimiento de votos que obtendrían con su radicalismo cada vez más iliberal.

En segundo lugar, porque Vox ha llegado finalmente a una doble alineación, primero con posiciones escasamente europeístas sospechosamente proclives a Moscú y luego con el radicalismo demagógico del trumpismo, lo que ha culminado en esa extraña política comprensiva con Putin, a quien pretenden presentar como un defensor de la esencia de los valores occidentales. Este enjuague inaudito que podríamos llamar trumpismo-putinismo, a no dudarlo, tendrá dos efectos, el primero una pérdida considerable de votos en su sector algo más templado y el segundo que servirá todavía mejor a la causa del miedo provocado por Sánchez ante la posibilidad de un Gobierno del PP con Vox dentro, algo que el buen sentido debiera considerar como un imposible, al menos sic rebus stantibus.

La posibilidad de conseguir una mayoría parlamentaria del centro derecha con cualquier forma de suma de los votos de Vox es ahora mismo, una profecía autodestructiva, más aún que lo fue de hecho en el 2023.  Pero no se acaban con esto las desgracias, porque abundan las personas que, aunque dejen de votar a Vox, no van a volver a votar al PP mientras éste prosiga con su fórmula de no comprometerse con nada para evitar líos y no perder votos, de modo que el PP debería plantearse cuanto antes una estrategia de fondo muy distinta a la que hemos visto hasta aquí.

¿Será capaz de hacerlo? ¿Tendremos que sufrir otros cuatro años de Gobiernos destituyentes porque el PP no acaba de ponerse a la altura de lo que exige la circunstancia histórica? El tiempo, que ya no es mucho, lo dirá, pero hay algo seguro, si volvemos a merecer otra legislatura sanchista me atrevo a sugerir que ni siquiera una máquina tan disfuncional como mastodóntica, como lo es el PP, será capaz de sobrevivir al camino rápido hacia situaciones venezolanas. Hay ocasiones en las que el temor es capaz de encontrar soluciones que la inteligencia no acierta a buscar. Veremos.

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J.L. González Quirós
A lo largo de mi vida he hecho cosas bastante distintas, pero nunca he dejado de sentirme, con toda la modestia de que he sido capaz, un filósofo, un actividad que no ha dejado de asombrarme y un oficio que siempre me ha parecido inverosímil. Para darle un aire de normalidad, he sido profesor de la UCM, catedrático de Instituto, investigador del Instituto de Filosofía del CSIC, y acabo de jubilarme en la URJC. He publicado unos cuantos libros y centenares de artículos sobre cuestiones que me resultaban intrigantes y en las que pensaba que podría aportar algo a mis selectos lectores, es decir que siempre he sido una especie de híbrido entre optimista e iluso. Creo que he emborronado más páginas de lo debido, entre otras cosas porque jamás me he negado a escribir un texto que se me solicitase. Fui finalista del Premio Nacional de ensayo en 2003, y obtuve en 2007 el Premio de ensayo de la Fundación Everis junto con mi discípulo Karim Gherab Martín por nuestro libro sobre el porvenir y la organización de la ciencia en el mundo digital, que fue traducido al inglés. He sido el primer director de la revista Cuadernos de pensamiento político, y he mantenido una presencia habitual en algunos medios de comunicación y en el entorno digital sobre cuestiones de actualidad en el ámbito de la cultura, la tecnología y la política. Esta es mi página web