En realidad, querido lector, no le voy a contar un secreto sino varios. Y en general, todos tienen algo que ver con usted. Y siento decírselo, no le dejan en muy buen lugar. Pero tranquilo, no es cosa suya, sino de los diarios, de cómo estos y muchos de los que trabajan en la prensa le perciben y califican.

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Provengo de una profesión extremadamente abierta y liberal, como es la publicidad, quizá por esta razón he vivido con espanto la falta de libertad y el sectarismo que invade el periodismo. Siento tener que decirlo, pero no he conocido ambiente más gris y peligroso que la redacción de un periódico. Nada que ver con ese ambiente bullicioso, dinámico y apasionante que retratan las películas o series. Las redacciones son lugares vigilados por personajes oscuros, entornos más parecidos a las escribanías del siglo XIX que a empresas que por fuerza han de ser abiertas y cooperativas. En las redacciones, la jerarquía lo es todo, también las competencias de cada uno. Y la comunicación, además de ser difícil, puede resultar contraproducente.

Si por alguna circunstancia, un profesional no acata su ley de hierro, ellos se encargarán de correr la voz y comunicarlo al vecino para cerrarle cualquier puerta

Por si esto no fuera suficiente, algunos directores han suscrito un pacto no escrito: expulsar a quien no se pliega a sus intereses y ambiciones, muchas de las cuales son bastante cuestionables. Así, si por alguna circunstancia, un profesional no acata esta ley de hierro, ellos se encargarán de correr la voz y comunicarlo al vecino para cerrarle cualquier puerta. Se han constituido en un conciliábulo que se ha apoderado de la profesión, que da y quita salvoconductos. Basta con analizar los perfiles de estos directores para entender al instante por qué el periodismo está crisis. Lamentablemente, quienes vienen detrás, lejos de aprender de los errores de estos dinosaurios, parecen dispuestos a repetirlos y aumentarlos.

Despreciar al lector

Con todo, lo peor, y esto es lo que debería de verdad interesarle, es la opinión que del lector tienen no pocos periodistas y directores, incluso de la propia comunidad de su diario. He escuchado en bastantes ocasiones calificar de carcamales a quienes comentan su noticias o artículos, sobre todo cuando el contenido es a todas luces sectario, tendencioso o, simplemente, falso. El público es para ellos un convidado de piedra y, en el mejor de los casos, un mal necesario, algo que más allá de usarse como una cifra de audiencia es completamente irrelevante.

El público es para ellos un convidado de piedra y, en el mejor de los casos, un mal necesario, algo que más allá de sumarse por millones es completamente irrelevante

Y en cierta forma tienen razón. Al fin y al cabo, más allá de sumar unos datos de audiencia presentables, muchos periodistas trabajan en diarios que no dependen directamente de los lectores; desde luego no de su capacidad de decisión. El dinero llega por otras vías. Una parte, a través de publicidad institucional, que en gran medida se otorga como una dádiva. Otra parte, a través de grandes empresas dedicadas a servicios esenciales, que tienen también sus motivaciones “políticas”. Y otra, por la vía directa de subvenciones, ayudas o acuerdos financieros suscritos en la intimidad de los despachos entre directivos de los medios, políticos, grandes empresarios y banqueros.

Querido lector, le voy a contar un secreto

Es falso: la información que consume no le sale gratis

Lo cierto es que, de una forma u otra, usted, como contribuyente y consumidor, es quien en última instancia paga las modestas nóminas de los periodistas de infantería y también las mucho más abultadas de los directores y otros escalafones superiores. Pero no lo hace de forma voluntaria, sino obligado… y sin ser consciente de ello. De esta forma, usted tiene la engañosa percepción de que cuando accede a un gran diario, consume información gratis. Pero no es así, ni mucho menos; con sus impuestos, las comisiones bancarias y las facturas de servicios esenciales está usted pagando los contenidos a a muy buen precio, muchísimo más caro que una mecenazgo voluntario. Es difícil hacer un cálculo real de lo que usted paga al año sin ser consciente, pero no sería de extrañar que la cifra flirteara con los tres dígitos. Un verdadero disparate.

Usted tiene la engañosa percepción de que cuando accede a un gran diario, consume información sin coste. Pero no es así, ni mucho menos

Lo más revelador es que el actual sistema tiene una doble finalidad. De una parte mantener un férreo control de los medios, que dependen así del poder político y económico. Y de otra, impedir la emergencia de verdaderos competidores, puesto que al convertir la información, la opinión y el análisis en productos aparentemente gratuitos, ninguna iniciativa puede prosperar sin ser abierta y financiarse por los canales impuestos. Lo que obviamente anularía automáticamente su independencia. Es un sistema perverso, aparentemente sin solución.

Siguen los viejos vicios

Sin embargo, la Gran recesión redujo sustancialmente la tarta a repartir. La publicidad institucional se desplomó, las grandes empresas de servicios esenciales hicieron lo propio con sus “inversiones” publicitarias” y los bancos no tuvieron más remedio que ser más exigentes a la hora de comprometerse en la salvación de algunos medios. Todo esto llevó primero a un reajuste apresurado y bastante caótico del sector. Y después obligó a los diarios a idear nuevas formas de monetización. Lamentablemente, esto no ha ido acompañado de un cambio de mentalidad.

El lector no paga por la propaganda, la manipulación y los recados; mucho menos para que se le manipule o insulte

Determinados diarios que apuestan por alguna forma de suscripción siguen actuando como correas de transmisión del poder político y empresarial, amén de agudizarse su sectarismo o, en su defecto, sumarse a los dogmas de la corrección política imperante en perjuicio del interés del lector. Es más, hay quienes siguen empeñados, no ya en ir a favor de la corriente, sino en ejercer de mensajeros políticos, incluso de asesores áulicos de los partidos. Lo cual es incompatible con la imagen de solvencia, fiabilidad y calidad que el lector necesita para pagar por contenidos. Al fin y al cabo, la gente, por más que digan lo contrario, no es idiota. El lector no paga por la propaganda, la manipulación y los recados; mucho menos para que se le manipule o insulte.

Devolverle la dignidad y el respeto

Por estas razones y otras que dejo en el tintero, decidimos crear Disidentia. No como ajuste de cuentas, en absoluto, allá cada cual con sus prioridades. Hay en el periodismo muchos profesionales que valen la pena, gente con vocación y dispuesta a hacer un gran trabajo, a informar sin cortapisas y cumplir cabalmente con usted. En Disidentia no estamos en contra de nadie sino a favor de una idea. Pretendemos recomponer la relación entre el medio y el público, entre y usted, querido lector, y nosotros, proporcionándole honestidad intelectual, calidad, sinceridad y, sobre todo, respeto.

Disidentia es un invento en todos los sentidos. Lo es en cuanto a su morfología, su soporte tecnológico, sus contenidos y su relación con el público; pero también en la manera en que se financia. No damos recados, no somos correa de transmisión de ningún partido o interés político o económico; mucho menos nos plegamos a la corrección política que tanto daño está haciendo a la sociedad, a las familias, a las personas… a usted mismo. Nuestra mayor ilusión es que Disidentia sirva como piedra de toque para reconstruir la relación entre los creadores de contenidos y los lectores.

Queremos que este sea un lugar donde se respire libertad, haya buen ambiente y usted se sienta protagonista. Y la única manera de poder hacerlo, sin comprometer este proyecto, es poniéndonos en sus manos; es decir, que sea usted nuestro suscriptor voluntario. Por más que Disidentia le parezca una gran idea, algo digno de elogio, que sea un éxito dependerá en primera y última instancia de su generosidad y compromiso más allá de las palabras. Dicho de otra forma, sin muchas aportaciones, aun modestas, no podremos demostrar que todos se equivocan, que usted es capaz de pagar voluntariamente cuando cree que el producto o el medio lo merece. Sería una maravillosa forma de dar una lección muy constructiva, no ya a quienes imponen cierto periodismo, sino a todos aquellos, incluidos los políticos, que piensan que usted no tiene criterio e iniciativa. En definitiva, que usted no cuenta.


Hazte Mecenas Disidente

Disidentia es un medio totalmente orientado al público, un espacio de libertad de opinión, análisis y debate donde los dogmas no existen, tampoco las imposiciones políticas. Garantizar esta libertad de pensamiento depende de ti, querido lector. Sólo con tu pequeña aportación puedes salvaguardar esa libertad necesaria para que en el panorama informativo existan medios disidentes, que abran el debate y marquen una agenda de verdadero interés general. No tenemos muros de pago, porque este es un medio abierto. Tu aportación es voluntaria y no una transacción a cambio de un producto: es un pequeño compromiso con la libertad. Muchas gracias.