Alberto Rojas es licenciado en Historia, fotógrafo y periodista. Reportero en la sección de Internacional del periódico El Mundo desde el año 2011, Rojas se ha especializado en África y en los conflictos armados globales Desde abril de 2022 ha cubierto la invasión rusa de Ucrania y ha narrado sus experiencias en “Vivir la guerra”, publicado el pasado 17 de octubre.

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Uno de los crímenes más terribles de los cometidos por Rusia en Ucrania fue el descubrimiento de fosas comunes en las zonas ocupadas. En su libro habla de una de ellas.

La fosa común que menciono en el libro estaba en Limán, en el Donbás, pero tenemos ejemplos en todas las áreas de ocupación que fueron liberadas, como Jersón, o en Izium donde se encontraron 478 cuerpos con un tiro en la cabeza y las manos atadas. En Limán había 72 cuerpos, y la mayoría habían sido ejecutados de ese modo. Los rusos entran en las zonas ocupadas con listas negras para eliminar a los que saben que han combatido con el ejército ucraniano desde 2014 o son funcionarios del Estado ucraniano. Cuando nos preguntamos si los ucranianos tienen moral de combate o cansancio, en realidad eso es algo que nos afecta a nosotros, no a ellos, porque ellos tienen que defenderse de un ejército que va a cometer crímenes de guerra en cuanto ocupe un nuevo territorio. Es una cuestión de supervivencia.

También ha sido testigo de los bombardeos contra la población civil, que, por más que se han querido justificar como un daño colateral, son parte de la estrategia de guerra rusa.

Es exactamente eso, y he estado en ciudades que han sido bombardeadas cada noche. Los rusos tienen todo tipo de armamento y de calibres, y su capacidad de destrucción es difícilmente igualable por parte de otros ejércitos. Cuando bombardean una ciudad cercana al frente con misiles S300, que son misiles antiaéreos, emplean un arma muy destructiva de un modo para el que no está pensada y pierde toda su precisión, pero a Rusia eso le da igual. Es un misil que puede derribar un edificio de ocho plantas y partirlo en dos. He visto lanzar once o doce de estos misiles en una noche sobre una ciudad, destrozando edificios y causando verdaderas carnicerías con más de una veintena de muertos. Si los rusos quisieran ser precisos pueden usar los Iskander, que sí emplean contra objetivos militares, pero es una estrategia de terror que busca vaciar las ciudades y hacerlas inhabitables. Lo vemos también con los ataques a la infraestructura eléctrica y energética porque el objetivo es hacer que Ucrania sea un país inhabitable.

Esta estrategia rusa no es nueva.

No, claro que no, ya lo hemos visto otras veces. ¿Qué pasó en Siria o en Chechenia? Fue algo muy parecido.

¿Y qué piensa cuando, sobre todo en redes sociales, se niega una y otra vez lo que está pasando en Ucrania?

El libro es una reacción contra eso. Recuerdo un día en Sloviansk, en el invierno de 2023, en el que cayeron once misiles durante el día. Cayeron en edificios, patios y plazas, y recuerdo cómo sacaron a dos bebés ya muertos de los cascotes de un edificio. Fue una imagen terrible, ver cómo tiraban de ellos y parecían dos muñecos sin vida; los llevaron a un hospital, pero no pudieron hacer nada por ellos. Más tarde, cuando llegué al hotel, me encontré que había gente que me estaba diciendo que lo que yo había visto era mentira. No sólo eso, sino que Lavrov hizo esa tarde la típica declaración de que “Rusia no ataca a civiles”, te puedes imaginar lo que habría hecho si lo hubiera tenido delante.

La mayoría de los que niegan lo que está pasando en esta guerra lo hacen por estupidez, ignorancia, fanatismo o sectarismo. Por supuesto, también hay quienes cobran de Rusia y no hablo sólo de los funcionarios de Russia Today que hacen la guerra informativa a Occidente y no lo ocultan, sino de los que tienen como tarea negar la realidad. Esto es una guerra y Rusia sabe que la información es un arma y gasta montañas de dinero para rebatir lo que estás viendo sobre el terreno. Para Rusia, la prensa libre e independiente es un gran problema.

Ese esfuerzo propagandístico parece no tener un contrapeso en Occidente y muchas veces las voces sobre el terreno quedan sepultadas en las redes sociales por la propaganda.

Es frustrante y además es una humillación para las víctimas y el país que sufre está guerra. El crimen de Bucha es, con el derribo del MH-17, uno de los crímenes más documentados en Europa. Hay muchísimas pruebas sobre lo ocurrido en Bucha, pero todavía te encuentras gente que intenta demostrar lo indemostrable. ¿Por qué lo hacen? Porque cobran dinero por hacerlo, no hay más. Llegar a Bucha es fácil. Vas en avión a Polonia y desde ahí a Ucrania en tren. Una vez en la capital coges un Uber y estás en Bucha por 12 euros. Vete a la calle Yablonska y habla con los vecinos, a ver qué tienen en los móviles, a ver qué imágenes grabaron. Yo he estado allí y he hablado con los vecinos y con el padre Andriy. Para mí fue muy fácil recopilar lo que había pasado yendo casa por casa en la calle Yablonska o en las calles cercanas a la estación de tren, y viendo lo que los habitantes de Bucha tienen grabado en sus móviles. Se puede mentir sobre miles de cosas, pero es que esto está muy claro.

Otro ejemplo de esta propaganda es el relato del “segundo mejor ejército el mundo”. En el libro habla de la pésima calidad del equipo sanitario del soldado ruso.

Sí, me he traído vendas de los botiquines rusos y son de 1972, con lo que te puedes imaginar su eficacia. O cascos, desde un modelo regular más moderno al casco de acero de la Segunda Guerra Mundial que daban a las milicias de las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk. Eso te da una idea de cómo Putin trata a sus soldados. Ahora estamos viendo que falta carne de cañón y van a llegar soldados de Corea del Norte o de donde sea para seguir sosteniendo esa idea de la Rusia invencible o de los recursos infinitos. Lo que pasa es que no son infinitos y por eso tienen que recurrir a Corea del Norte.

Pero se repite una y otra vez que Rusia está ganando la guerra.

La guerra que Rusia plantea el 24 de febrero de 2022 se pierde en pocas semanas por una pésima planificación. El ejército ruso que entra por el norte de Ucrania es dura y humillantemente vencido a las puertas de Kyiv, en Cherníhiv y en Kharkiv. Después, esas tropas rusas son replegadas al Donbás, y ahí empieza la segunda guerra de Ucrania. Es decir, la invasión de Ucrania fracasa y desde ese momento el objetivo es tomar el Donbás, y después de casi tres años de guerra aún no lo han conseguido con un gasto brutal en material y vidas humanas.

El ejército ruso fue derrotado en los primeros días de la guerra, lo que ahora enfrenta Ucrania es el ejército soviético, el ejército que estaba preparado para enfrentarse a Estados Unidos y la OTAN en los años 80, y que ahora está siendo lanzado contra Ucrania; miles y miles de tanques y blindados que estaban almacenados en campas en Siberia y que se van a acabar en algún momento porque los ratios de perdida son mayores a los de reposición. Esto nos lleva a una tendencia negativa para Rusia y por eso, aunque la tendencia de Ucrania no sea mucho mejor, decir que Rusia está ganando la guerra es falsear la realidad.

Da un dato tremendo, veinte bajas rusas por metro avanzado. ¿La estrategia de Ucrania es mantener esa ratio de bajas?

Claro, porque puedes tener cuatro veces más población, que es lo que tiene Rusia sobre Ucrania, pero si empleas columnas blindadas a plena luz del día y lo haces una y otra vez, vas a tener muchas bajas. Y cuando no hacen eso, montan a las tropas en motos o carritos de golf y los lanzan en oleadas, y toman las posiciones a un coste enorme porque los ucranianos se quedan sin munición. Un comandante ucraniano que defiende la zona de Pokrovsk me comentaba que eso es lo que ven y que están convencidos de que tarde o temprano la ciudad se perderá, pero que el objetivo es causar el mayor número de bajas al enemigo. Llegará un momento en el que Rusia tendrá que hacer una segunda movilización: eso es lo que no quiere Putin y lo que sí quiere Ucrania.

Esta no es la única tendencia mala para Rusia, por ejemplo, el ratio de disparos de artillería era hace meses 10 a 1 a favor de Rusia, ahora sólo es un 2,5 a 1. También hay una tendencia negativa en el alistamiento de voluntarios, Rusia cada vez paga más y recluta menos. Hay varios aspectos que no auguran una victoria rápida de Rusia ni que esté ganando la guerra, porque avanza muy lentamente y a un precio muy grande. El hecho de que no pueda echar a los ucranianos Kursk y los avances en el Donbás son tan lentos, indica que no tienen la fuerza para hacerlo.

¿Y la movilización en el lado ucraniano?

Creo que Zelenski cometió un gran error al retrasar la movilización hasta después del verano de 2023, en vez de haberla hecho en un momento de euforia, como cuando se liberaron territorios en Kharkiv o Jersón, y probablemente habría tenido mucho más éxito. Hacerlo después de la contraofensiva fallida, eso desmotivo mucho a la población. No obstante, parece que los objetivos de movilización se están cumpliendo en mayor o menor medida, teniendo en cuenta que el ejército ucraniano tiene 800.000 efectivos. Lo que si hace falta es gente joven en primera línea, porque me he encontrado a soldados de cuarenta e incluso cincuenta años en las trincheras en unas condiciones que recuerdan a la Primera Guerra Mundial: trincheras inundadas, horas sin poder rotar, con un estrés continuo por la artillería y los drones, etc. Incluso hay muchos casos de soldados que abandonan el ejercito durante una o dos semanas porque no encuentran otra forma de descansar, pero luego regresan y sus propios mandos no los denuncian porque saben que volverán. Esto es algo he visto varias veces en el frente.

También hay gente que huye del país, hay miles, pero nunca se van acercar a los 2,4 millones de rusos que abandonaron su país, porque los rusos están mucho más desmotivados para luchar en esa guerra. No obstante, los rusos suelen combatir hasta la muerte porque se han creído la propaganda que dice que los ucranianos son nazis y te van a matar si te rindes. He hablado con prisioneros rusos y estaban convencidos de que los iban a ejecutar cuando se rindieran. Es una manipulación muy grande por parte del ejercito ruso.

Una vez en manos ucranianas, ¿estos soldados se dan cuenta de esa manipulación?

Algunos sí, y se sienten decepcionados y utilizados, y te lo dicen abiertamente; otros no quieren ni pensarlo. Pensar que están ahí por una mentira gigantesca es tan duro que prefieren negar lo que están viendo y seguir repitiendo que en Ucrania meten en campos de concentración a los que hablan ruso y que es una especie de Cuarto Reich.

He estado muchas veces con los soldados del famoso “batallón Azov”, ahora Tercera Brigada de Asalto, y te sorprende que muchos de ellos hablan ruso. ¿Cómo es posible que en una de las unidades que Rusia considera más fanáticas hablen ruso? Pues te contestan que como no van a hablar ruso si son de Donetsk, de Mariupol, de Kharkiv… Toda la Ucrania rusoparlante está luchando también contra los rusos.

Todo el mundo se sorprendió de la resistencia de los ucranianos a la invasión, ¿crees que un país de Europa occidental, como España, estaría a la altura en una situación similar?

Es que nosotros no tenemos un nivel de amenaza como el que han tenido ellos durante décadas. La población ucraniana, o una buena parte de ella, llevaba mucho tiempo harta de Rusia y de alguna manera lo han vivido como una guerra intergeneracional en la que ahora tienen que terminar el trabajo que han empezado sus abuelos. Una voluntaria de los marines ucranianos me decía que su bisabuelo había sufrido el Holodomor; sus abuelos la opresión soviética; y sus padres la caída de la URSS y el posterior intento de control sobre Ucrania de una forma absolutamente mafiosa por parte de Moscú. Para ella había llegado el momento de que su generación acabara el trabajo y librar a Ucrania del yugo ruso. También hay una minoría prorrusa, pero la mayoría de los que no se fueron a las zonas controladas por Rusia han dejado de serlo como consecuencia de la invasión. Incluso muchos rusoparlantes empezaron a aprender y hablar ucraniano.

Foto: Alberto Rojas.

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