Es muy probable que el lanzamiento de Greta haya sido una de las operaciones de propaganda mejor planificadas en las últimas décadas. Una marca, un icono, una industria en una campaña. La reciente cumbre del clima ha sido la campanada de la emergencia climática, que se propaga por todos los sectores de la industria, política, educación y salud, ungida y difundida por la orquesta mediática.

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El manual básico del periodismo indica que la narrativa informativa necesita un rostro que personalice su historia, conmueva a su público y contagie su mensaje. “Necesitamos una cara adolescente que simpatice con la juventud”, comentó en mayo de 2018, Bo Thoren, un ecologista sueco, cuando Greta ganó un concurso de redacción sobre medio ambiente en un periódico sueco.

El triángulo de Karpman se ha utilizado en el campo de la psicología para diferentes terapias, cuyo contorno se desplaza por tres roles diferentes. El dominante es el de salvador, que se autoproclama en líder y abanderado de una gran causa para salvar a la víctima propicia (segundo), que lo libera del perseguidor, último rol. La tierra en peligro que ejerce de víctima sufre todos los avatares del hombre que castiga sin piedad al planeta. Un triángulo narrativo que cohesiona el mensaje. El salvador se preocupa hasta la extenuación de los problemas del medio ambiente, mientras que la víctima se queja constantemente para que alguien solucione sus problemas.

El fenómeno Greta no es un conjunto de casualidades, todos los indicios apuntan a un diseño y a una campaña planificada al milímetro

Salir de este triángulo no es fácil, no solo porque el relato está construido sobre los diferentes vértices, y es muy sencillo saltar de uno a otro, en una fluida dinámica donde el salvador vela por la víctima, que se queja del perseguidor. Asumir la responsabilidad individual no forma parte de esta construcción. La emergencia está anunciada. El miedo, que con frecuencia paraliza, delega las responsabilidades el liberador, y este último iniciará las acciones oportunas para salvar a la víctima y castigar al perseguidor.

Marketing en clave litúrgica

Greta además de salvadora se ha convertido en icono y marca de una campaña de marketing estratégicamente diseñada y planificada, nada es casual en todo lo que está ocurriendo. Mientras escribo estas líneas recuerdo aquella magnífica campaña de Toni Segarra “Mejor producto: religión católica. Mejor beneficio: vida eterna. Mejor precio, absolutamente gratis. Mejor marca, la cruz. Mejor manual, el más leído y editado en la historia, la Biblia. Con delegaciones en todas partes, en cualquier ciudad, cualquier pueblo por pequeño que sea…” Si cambiamos la religión católica por Greta, la narrativa y el resultado son muy parecidos.

El fenómeno Greta Thunberg no tiene fisuras en su guion y diseño. Un rostro que ha dado mucho más que para una campaña global. Esta adolescente sueca, hija de la cantante de ópera Malena Erman y del actor Svante Thunberg comenzó su andadura a finales de agosto de 2018, omito los diferentes hitos informativos alcanzados en este último año, de sobra conocidos por todos.

La ya denominada profeta de nuestros tiempos cumple muy bien su misión. Después de 21 días de travesía en catamarán llega a su destino y trae su mensaje “el mundo despertó ante la emergencia climática”. Este intermediario divino, ocupa las portadas y los titulares de un mundo sin  Dios, su revelación, al igual que ocurriera con Zacarías anuncia  la terminación de la obra, restaurar el templo mesiánico,  la recuperación del orden sostenible del planeta.

El mismo día que esta activista del clima se manifiesta delante del parlamento sueco, es fotografiada por Ingmar Rentzhog, fundador de una red social ecologista We Don´t Have Time, presidente de un think tank y una agencia de PR, Global Challenge. Este adinerado conocía bien el terreno porque trabajó al servicio del Climate Reality Proyect de Al Gore, y controlaba con precisión la puesta en escena. A pesar de que afirmara que este encuentro fue por casualidad, después reconoció en el The Times, que había recibido un correo de Thoren avisándole de la situación. Rentzhog había conocido a Malena Ernman, la madre de Greta unos meses antes, en una conferencia contra el cambio climático realizada en Estocolmo.

Después de su experiencia con la organización de Al Gore, este magnate sueco trabajó para empresas energéticas del lobby ecologista con intereses en las renovables además de gestionar notables fondo de inversión en un circuito que pasaba por Laika Consulting y el entramado inmobiliario sueco Svenca Bostadsfonden en el marco de un entramado global de retirada masiva de capitales en empresas de combustibles fósiles.

Una causa, una líder, un icono

De modo que el fenómeno Greta no es un conjunto de casualidades, todos los indicios apuntan a un diseño y a una campaña planificada al milímetro. Cualquier líder necesita unos atributos que cumplan las expectativas creadas. La activista muestra en sucesivas entrevistas y ruedas de prensa un camino de superación, en las que alude al momento de revelación, cuando con ocho años oyó hablar del cambio climático, tres años después cae en una depresión, jamás entendió que la gente “siguiera como si nada”. A pesar de ser diagnosticada con TOC (trastorno obsesivo compulsivo) y cierto grado de síndrome de Asperger, muy lejos de sentirse hundida o desanimada muestra una extraordinaria capacidad para preocuparse por el mundo y el mañana del planeta.

En consecuencia, predica con el ejemplo se hace vegana, para evitar la huella ecológica que deja el consumo de carne, y no viaje en avión, para no contribuir al impacto del carbono en el medio ambiente. De este modo cumple su objetivo, no predica con lo que dice, sino con lo que hace.

No es suficiente ser bueno, también hay que parecerlo. Muestra grandes dotes de interpretación, no en balde tiene escuela en su familia con su madre y su padre, ambos actores y cantantes. Con apenas 15 años hace una charla TED, sin papeles, delante de representantes internacionales, todo sin pestañear.

Despierta y contagia empatía. La juventud simpatiza con ella, con quien se siente reflejada, ni el sanedrín científico más unánime tendría el efecto que ella tiene entre los jóvenes. Es “como una adolescente más”, sencilla, no derrocha simpatía, pero es  vulnerable. Su mensaje es directo y emocional, fácil para la empatía, fácil para la acción.

Cierra este perfil su altruismo. No se enriquece con lo que hace, ni con lo que dice. Las ganancias del libro que escribió su madre y el que escribe después ella son destinadas a diferentes ONG.

El fenómeno Greta atiende a múltiples lecturas, entre las que destaco el asombro y la conversión ante un milagro con su epifanía, o el elaborado resultado de un estratégico diseño. Juzguen ustedes.

Foto: Anders Hellberg


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