Es necesario apagar varios miles de neuronas para escuchar, sin tener que lamentar irreparables daños intelectuales, frases del tipo “esta epidemia es la venganza de la naturaleza”, “la naturaleza es nuestro primer escudo contra las pandemias” o “los humanos se retiran y los pájaros vuelven a las ciudades”. Asignar una intencionalidad, siquiera insinuarla, a una epidemia – que no es más que la consecuencia letal de la expansión estocástica de un agente microbiológico patógeno entre un alto número de individuos de una especie cuyo sistema inmunitario no está preparado para hacerle frente- es como afirmar que en Escocia llueve más porque a las nubes les gustan los escoceses mojados. Postular a la naturaleza como escudo frente a tales sucesos aleatorios es desconocer la esencia de nuestra relación con el medio que nos rodea: lucha denodada por la supervivencia y la necesaria longevidad que nos permita transmitir nuestro código genético y perpetuar la especie. Lucha continua frente a microorganismos, especies competidoras, especies altamente venenosas, inclemencias climatológicas, terremotos, tsunamis, erupciones volcánicas, … en definitiva, lucha contra todo en persecución de materia, información y energía. Por último, las ciudades no están hechas para los pájaros.

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La vida, no sólo la nuestra, hablo de cualquier forma de vida sobre el planeta, es apenas esto: consumiendo y procesando información, energía y materia, los seres vivos son capaces de prorrogar los procesos entrópicos a los que nos condena la física, asegurando la transmisión de su ADN. Los mecanismos biológicos que usamos para ello generan a su vez, y mientras no entren en obsolescencia, información, materia y energía que son devueltas -en forma procesada- a nuestro entorno. Las particularidades genéticas de cada especie determinan no sólo la efectividad de estos procesos, también el tiempo durante el cual las herramientas biológicas de que nos servimos para ello pueden funcionar a pleno rendimiento. Transcurrido ese tiempo, caemos por la pendiente de la entropía hasta que de nosotros apenas queda algo más que polvo de estrellas.

La materia

Los humanos, aunque les parezca muy extraña mi afirmación, necesitamos comer. De nuestra capacidad para la obtención de alimento depende nuestra supervivencia como especie y como individuos. No somos capaces de producir por nosotros mismos gran número de vitaminas, aminoácidos o minerales esenciales para mantener en funcionamiento nuestra maquinaria orgánica. Debemos extraerlas de la ingesta y transformación de materiales procedentes de otras especies, del mismo suelo. El aporte de hidratos de carbono, proteínas y materias grasas es indispensable para la construcción y reconstrucción de las estructuras óseas, musculares, histológicas y celulares que nos permiten el crecimiento, el movimiento, la comunicación y el intercambio con nuestro medio.

Los babilonios no entendían de microbiología, pero sabían perfectamente que la probabilidad de supervivencia de una persona bien alimentada era infinitamente mayor a la de una persona desnutrida. Y que el hambre mataba siempre

Desde la aparición de las civilizaciones más antiguas hasta nuestros días, el desarrollo de sistemas de cultivo y cría de animales ha sido uno de los objetivos principales de nuestro quehacer diario. Los babilonios no entendían de microbiología, pero sabían perfectamente que la probabilidad de supervivencia de una persona bien alimentada era infinitamente mayor a la de una persona desnutrida. Y que el hambre mataba siempre. El manejo de las aguas de Tigris y el Éufrates les permitió asentarse, desarrollar y mejorar los procesos agrícolas y ganaderos y formar una civilización floreciente y próspera. Hoy somos capaces de alimentar a casi 8 mil millones de humanos gracias al perfeccionamiento y mejora de nuestras técnicas de cultivo, al desarrollo de cereales mejores, más resistentes a las plagas y de mayor poder nutritivo. Herbicidas, insecticidas, técnicas genéticas, mejora en los sistemas de regadío (ingeniería), … todo eso lo hemos desarrollado porque tenemos que comer. La ausencia de materia alimentaria mata.

La energía

La maquinaria biológica que nos mantiene vivos necesita, además de materia, energía. Energía desde afuera. Nuestra capacidad para mantener de modo autónomo la temperatura corporal en niveles aptos para el desarrollo de las actividades catabólicas, metabólicas, enzimáticas, circulatorias o de transporte es limitada.  Nuestro corazón deja de funcionar correctamente, nuestro sistema nervioso también, en cuanto nuestra temperatura corporal baja de 35°C. Podemos estar seguros: sin el manejo del fuego y el desarrollo de la vestimenta no estaríamos aquí. El uso de pieles de los animales cazados unido al manejo del fuego y el desarrollo de la vivienda son las condiciones elementales sin las que la expansión del ser humano sobre el planeta no hubiera sido posible. Y no debemos pensar exclusivamente en la colonización de regiones en altas latitudes, o en la última glaciación. En los cálidos desiertos africanos, en las sabanas, la temperatura baja considerablemente con la puesta del sol. La humedad, además, acelera los procesos de hipotermia. Es cierto que podemos morir de choque de calor. Pero la ciencia nos dice que el frio mata 20 veces más que el calor. El desarrollo de sistemas de calefacción, la arquitectura y de la industria textil son, por tanto, elementos fundamentales a la hora de conservarnos vivos. La incapacidad para generar energía y conservarla en un recinto cerrado mata.

La información

El tercer elemento fundamental sobre el que se basa nuestra capacidad de mantenernos vivos es la información. Es cierto que nuestros sentidos son instrumentos imperfectos de recogida de información, defectuosos incluso si los comparamos con los de algunos de nuestros competidores en el planeta, pero son los que tenemos y nos permiten percibir lo que nos rodea. Ver, oler, escuchar o palpar nuestro entorno es de vital importancia. Tampoco podemos presumir de un cerebro portentoso, pero es capaz de procesar toda esa información y guardarla, permitiéndonos así el aprendizaje y la acumulación de experiencias. Además, y gracias al lenguaje, podemos comunicar lo aprendido y experimentado a otros humanos, tanto a los contemporáneos como a los de generaciones futuras. La ventaja evolutiva es esencial: nos autopercibimos en el tiempo, identificando nuestro pasado, conscientes de nuestro presente y capaces de hacer planes y previsiones para un breve -pero importante- período en el futuro. Esto no sólo ayuda definitivamente a reducir nuestra sensación de incertidumbre, nos anima a mejorar día a día nuestra capacidad de previsión: desarrollamos técnicas e innovaciones que nos permiten mejorar los resultados obtenidos ayer en la resolución de los mismos problemas. Limitar nuestra capacidad de innovación limita nuestra capacidad de supervivencia. Olvidar lo aprendido, por lo general, mata.

Sostenible y circular

Si para dictar eslóganes que niegan todo lo apuntado hasta ahora es necesario apagar varios miles de neuronas, la invención de un “nuevo normal” tras un acontecimiento traumático requiere, además del apagón neuronal, de una enorme dosis de misticismo y superchería. No darse cuenta de que todos los “mañana” posibles son nuevos, ignorar que nuestra interrelación con los congéneres y nuestra relación con todo lo demás se enmarca en el contexto de la complejidad dinámica no es suicida sólo desde el punto de vista económico, también desde el punto de vista sociológico, biológico si me apuran.

Economía sostenible, economía circular. La economía no es otra cosa que el resultado de la interacción libre entre las personas. Todo lo que hacemos puede ser considerado parte de la economía, porque debe ir encaminado a satisfacer los criterios vitales de los que les hablaba más arriba: comer, defenderse de las amenazas naturales y aprender/enseñar. En otras palabras: prosperidad. Siguiendo el pensamiento de F. A. von Hayek, no podemos considerar la economía (el mercado) como un algo capaz de voluntad o intencionalidad y, por lo tanto, sus resultados nunca serán “justos” o “injustos”. La planificación de todas las interacciones posibles en el contexto económico tampoco es garante de resultados preferibles. Por un lado, los resultados de la acción económica no pueden ser homogéneos, dado que no dependen de la acción de uno o pocos individuos planificadores, sino que -como en un juego- otros, muchos participantes interfieren con sus propias intenciones las de aquellos. Según Hayek, por ejemplo, los precios no tienen la misión de premiar a alguien por lo que se ha hecho, son más bien herramienta de información sobre lo que, en interés propio y general, se debería hacer (Hayek, “Derecho, legislación y libertad”1973). Por otro lado, la idea de la existencia del mercado únicamente como espacio de intercambio de productos finales es imperfecta: los precios que los participantes en la economía obtienen por su “producto” no se corresponden en primera línea con el esfuerzo realizado por el productor, sino con el valor subjetivo que el producto tiene para los otros.

¿Sostenible? ¿es realmente cierto que la madre naturaleza nos alimenta y suministra? En las regiones del mundo que desgraciadamente están menos desarrolladas de lo que podrían estar, muchas personas dependen en su supervivencia de los caprichos de la naturaleza

¿Sostenible? ¿es realmente cierto que la madre naturaleza nos alimenta y suministra? En las regiones del mundo que desgraciadamente están menos desarrolladas de lo que podrían estar, muchas personas dependen en su supervivencia de los caprichos de la naturaleza. En las regiones más desarrolladas, sin embargo, la producción y suministro de alimentos para las personas depende cada vez menos de los procesos naturales. El hecho es que, hoy en día, la humanidad se alimenta ella sola. La gran mayoría de las cosas necesarias para la vida no provienen de la naturaleza, sino que son producto de la civilización humana. Nuestro recurso más importante no es un bien tangible, sino nuestra creatividad. Por ello seria preferible hablar de economía creativa.

La economía, por otro lado, sólo puede ser parcialmente circular. Más que nada porque el sistema económico, casi como un organismo vivo, consume y transforma materia, energía e información para ofrecer materia, energía e información transformadas y adaptadas a la subjetividad de cada uno de nosotros. Sólo parte de esa materia y esa energía podrán volver a ser utilizadas en el proceso original… hasta alcanzar un cierto grado de obsolescencia. De ahí que la innovación siga siendo un factor fundamental en el proceso de progreso y crecimiento. Y generadora de nuevas formas de producción de nuevos productos fuera del circulo previamente planificado. Percibir la economía desde su circularidad no es lo mismo que percibir y premiar (incentivar) procesos circulares en la economía que permitan abaratar los costes de materia prima, su manejo más efectivo y su reutilización durante períodos de tiempo más largos. Al mismo tiempo, castigar los procesos no circulares supondría mutilar la variedad de oferta, impidiendo en muchos casos el acceso al producto a aquellos que no pueden pagar el precio de un producto final encarecido, no por el proceso en si mismo, sino por la voluntad del planificador.

Esta sostenibilidad/circularidad de la economía mal entendida nos obliga a despedirnos – nos impide incluso imaginar- mejores, diferentes, nuevas expectativas para el futuro. Deja a las generaciones futuras un mundo que estará muy por debajo no ya de nuestro potencial, indiscutiblemente por debajo del potencial de los que vienen detrás de nosotros. Un mundo en el que el ser humano debe aprender a vivir con lo que le dejan, a sufrir las limitaciones de un mundo de “recursos limitados”, no sea que los intentos por superarlas sean “insostenibles”. No son la búsqueda del cambio, la innovación y el afán de transformar y perfeccionar el mundo lo que nos conduce a un callejón sin salida, sino la demonización de esas aspiraciones.

¡Ah! ¡Me olvidaba! No, no construimos ciudades para disfrutar de los pájaros. Si eso es lo que usted desea, múdese al campo y disfrute.

Foto: Tamas Tuzes-Katai

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