Es infrecuente que la filosofía ocupe los titulares de los periódicos. Estos días ha sido una excepción, y hay razones inmediatas para ello. Tan inmediatas como la nómina de determinados profesionales que han encontrado su hueco en el Leviarán enseñando esa disciplina. La Ley Wert redujo la Filosofía a una asignatura obligatoria en el primer curso de bachillerato, más una opcional en segundo. La Lomloe (Ley Celaá), le otorga un carácter obligatorio en segundo de bachillerato, bajo el título de Historia de la filosofía.

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Bien está, cabe pensar. O mejor, al menos, que como lo dejó el Partido Popular. Pero los profesores de filosofía esperaban más, y ya se sabe que las revueltas no dependen de la realidad, sino de lo que uno espera de ella. Esperaban que en cuarto de la ESO hubiera una asignatura optativa de Filosofía, pero no comparece. En su lugar hay otra optativa, de título Valores cívicos y éticos, que tampoco les satisface. Los profesores son muy éticos, y rechazan que se les anteponga el civismo. Yo lo entiendo. La asignatura se convertirá en un vehículo para las ideologías del momento, y para transmitirla no es necesario estar formado filosóficamente; podría impartirla… no sé. Un periodista, por ejemplo.

¡Ah, la educación y los valores cívicos! ¡Ah, la formación de hombres y mujeres libres, con elementos de juicio para enfrentarse a cualesquiera poderes!

Quizás esto último les parezca humillante, pero la motivación para las protestas es, digamos, muy humana. Y “filosofía” llega a los titulares con el mismo mecanismo con que se incrustan otras palabras, como “transporte”, “energía” o “sector lácteo”. Todos miran a la gran ubre del Estado con ojos deseosos. Confían en que su poder de influencia (en la gente, en las empresas, en otros grupos de presión) les permita obtener el favor de los políticos.

Pero la formación tiene una dimensión social relevante. La idea republicana de la formación, elijo el término más abstracto y general posible, es que las personas se conviertan en ciudadanos, en titulares de derechos políticos activos y participativos, y que puedan correr a su ritmo la carrera por las riquezas, que serán también, en parte, las del propio Estado. El término “educación” puede tener un cariz distinto: la persona no recibe el conocimiento para convertirse en una persona con criterio propio, sino que es una masa de arcilla para que el Estado cree un hombre nuevo. No es necesario darle ese sentido, pero prefiero el término “instrucción”, que se usa en España al menos desde Jovellanos. En la formación de los ciudadanos como personas con criterio propio ante la vida, la Filosofía tiene, cómo negarlo, un especial valor.

El Ateneo de Madrid organizó un acto el pasado miércoles, 15 de diciembre, con motivo de este conflicto laboral, pero también ciudadano. ¡Salvad a Sócrates!, se titulaba casi con estruendo. Y precisaba: “En defensa de la asignatura de Filosofía en la educación secundaria obligatoria”.

Carlos Madrid, de la Fundación Gustavo Bueno, fue uno de los participantes en el acto. Madrid recordó que Sócrates fue condenado por la Democracia ateniense. Lo cierto es que su coherencia al enfrentarse a una sentencia a muerte, que pudo haber evitado, y al ingerir la cicuta, le otorgó un especial valor a su filosofía, y a la filosofía en conjunto. ¿Será necesario que vuelva a morir Sócrates en democracia para que se salve la filosofía? Atilana Guerrero, de la misma escuela que Carlos Madrid, casi lo sugería al decir que es casi mejor que no esté la asignatura en el curriculum de secundaria, antes que tenerla como opción para jóvenes que no saben qué elegir.

¡Ah, la educación y los valores cívicos! ¡Ah, la formación de hombres y mujeres libres, con elementos de juicio para enfrentarse a cualesquiera poderes! Carlos Madrid recordó que nunca se ha dedicado tanta atención a la filosofía como en el Bachillerato de Pedro Sainz Rodríguez (1938-1953). Silencio en la sala. Carlos también recordó que la asignatura de Filosofía persiste en España, Francia e Italia porque son tres países católicos, en los que persiste el poso de la tradición escolástica.

¿Por qué habría de mantenerse esa asignatura? Hay argumentos que atentan contra ella, más que ayudarla: Como elemento de autoayuda (ayuda a pensar), como camino hacia ser un buen ciudadano contribuyente del Estado… No. Si ha de mantenerse, dijo Carlos Madrid, “será como filosofía moral, condición necesaria pero no suficiente para la filosofía crítica”. Una crítica que alcance (aquí se ve la mano de Bueno) “todos los mitos de nuestro tiempo: Dios, la democracia y los derechos humanos, y la ciencia como respuesta última”.

En el acto hizo aparición virtual Fernando Savater. Algo cansado, pero con presencia de ánimo, con la seguridad de quien pisa un terreno propio, Savater fue dando respuesta a las preguntas que le hizo el entrevistador. ¿Por qué se plantea la misma continuidad de la Filosofía en las aulas” “Porque no se ve una rentabilidad inmediata. La mayoría de las preguntas que nos hacemos son sobre cuestiones prácticas”, pero las que interesan a la filosofía son del interés de cualquier ser humano en cuanto tal. ¿Qué papel tiene la argumentación lógica? “La filosofía no se basa en pruebas, sino en argumentos. La filosofía no enseña a descubrir cosas probadas, sino a persuadir; en persuadir y ser persuadido, lo que es fundamental en democracia” ¿Filosofía en la educación? “Nos compete como seres humanos”. Pero “la filosofía depende de quién la enseñe. Es muy interactiva con los alumnos, y si no lo domina, es muy difícil. ¿Por qué debe estudiarse? “La filosofía nace en el mismo momento y en el mismo lugar que la democracia. Es el surgimiento de un pensamiento autónomo, que no es mera repetición de mitos. Y que no se atiene a lo inmediato, sino que busca una visión completa de la realidad”.

Enrique Mesa, de la Asociación de Profesores de Filosofía de Madrid se planteó la situación recurriendo también a las preguntas. En particular a las tres primeras preguntas kantianas. ¿Qué puedo conocer? Que lo que está en juego es la parte nacional de curriculum, que en función de la Comunidad Autónoma que sea, se corresponde con el 50 o el 60 por ciento. ¿Qué debo esperar? Qué cada CCAA actuará, dijo, según su criterio político. ¿Qué me cabe esperar? Un desaguisado legislativo, como cabe esperar del hecho de que se aprobó por unanimidad en el Congreso de los Diputados la inclusión de filosofía en el curriculum de cuarto de la ESO, pero queda fuera. En última instancia, dijo Enrique Mesa, lo que cabe esperar es que el estamento político atente contra el modelo ilustrado.

Eugenio Nasarre señaló que la democracia española ha alcanzado tres consensos en materia educativa: El artículo 27 de la Constitución, los Pactos de la Moncloa, que incluyeron acuerdos en esta materia, y el Acuerdo sobre las humanidades en la educación secundaria del año 1998. “Lo único que pediría es que se respete este dictamen, y se trabaje a partir de ahí. Sobre la ética: la dimensión filosófica es ineludible para formar y no adoctrina”.

Fue un acto marcado por el pasmo y la impotencia. Por fortuna, y algo de eso se dijo durante el mismo, el interés del hombre por conocer, ¡incluso del hombre hispánico!, no se agota en las aulas.

Foto: Dmitry Ratushny.


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