Estaba a punto de terminar el mes de julio, un julio como cualquier otro del último siglo, pero al que la prensa ha bautizado como víctima del calentamiento global, cuando se produjo la noticia de la dimisión de Alison Rose había dimitido como consejera delegada de NatWest. NatWest es como se hace llamar el antiguo Royal Bank of Scotland.
La noticia no habría merecido más allá de una llamada en la portada de cualquier diario color salmón. Pero el asunto merece mucha mayor atención que la que pueda pensarse. No se trata del fin de ciclo de una directiva, o de la reacción ante unos malos resultados, o del conflicto entre la estrategia de la consejera delegada con la posición de varios accionistas de referencia.
La situación parece encaminarse por una vía muy peligrosa, en la que un conjunto de empresas del mismo sector rechaza la pluralidad que hay en toda sociedad, y actúan de forma conjunta contra una parte de ella
No. El motivo de su renuncia viene tras haber admitido que ella habló con un periodista de la BBC sobre la decisión de Coutts, banco privado que es filial de NatWest, de eliminar su cuenta. Rose confió a un periodista financiero del órgano oficial del progresismo británico, la BBC, detalles de su situación financiera que eran estrictamente privados. “La junta directiva de NatWest Group ha anunciado que Alison Rose ha acordado de mutuo acuerdo renunciar como consejera delegada del Grupo con efecto inmediato”, decía la escueta nota del banco.
Uno puede preguntarse ¿por qué haría una mujer de su posición algo tan insensato? Pero antes de dar respuesta a esta cuestión, hay que mirar al propio hecho que la motiva: la decisión de Coutts de cerrar la cuenta del ex líder de UKIP.
Farage explicó en un tuit que el banco le comunicó su decisión de no contar con él como cliente. Una decisión, se apresuraron a aclararle posteriormente desde la entidad financiera, que obedece a estrictos criterios comerciales.
The establishment are trying to force me out of the UK by closing my bank accounts.
I have been given no explanation or recourse as to why this is happening to me.
This is serious political persecution at the very highest level of our system.
If they can do it to me, they… pic.twitter.com/O4xQ1h79ub
— Nigel Farage (@Nigel_Farage) June 29, 2023
Ah, pero no vivimos (aún) en una economía socialista. El sistema se basa en la libertad de oferta, y ofertas bancarias hay muchas. Pero, al menos según su propio relato, encontrar un nuevo banco no fue tan fácil. Se encontró con la negativa de otras siete entidades bancarias, y tres familiares suyos se enfrentaron a dificultades parecidas.
Por supuesto, Farage no iba a desaprovechar una ocasión así para colocarse en el centro de una gran conspiración política en su contra. Él es el único político capaz de enfrentarse a los poderes de la city en defensa del británico de a pie. Ese ciudadano que se impuso en el referéndum del Brexit a los dictados de la prensa, la capital, y la banca, en una campaña liderada en parte por Farage. Ahora la banca se ha vengado de su némesis política.
La respuesta de NatWest y de Coutts fue muy fácil: simplemente, Farege había dejado de cumplir con los requisitos mínimos de tesorería o inversión para seguir en la entidad financiera semipública. Por otro lado, ¿quién iba a creer en una teoría de la conspiración tan ridícula, y dicha por un hombre tan extremista como Farage?
Sólo que, en realidad, quienes creía firmemente en la teoría de la conspiración era el propio banco, Coutts. Farage lo sabía muy bien. Estaba en su poder un dossier contra él redactado en el seno del banco, cargado de numerosas acusaciones contra el político británico.
En las 36 páginas escritas en Coutts se recogían sus opiniones sobre el colectivo LGTB, y se le acusaba de ser amigo de Novak Djokovic o de haber retuiteado al humorista Ricky Gervais. Todas las pruebas llevaban a la conclusión de que Nigel Farage es una persona “xenófoba y racista”. También le acusó, en este caso sin pruebas, de tener vinculaciones con el régimen de Vladímir Putin.
En definitiva, Coutts había llegado a la conclusión de que Farage había violado los principios de la entidad en torno a la “inclusividad”, y sus opiniones estaban “desconectadas” del sentir del ciudadano medio; una auténtica prioridad para un banco que te expulsa como cliente si no tienes un saldo de tesorería por encima del millón de libras.
Coutts no es una entidad como otras. Pocos lectores de este artículo pueden aspirar a ser clientes suyos. Pero no es sólo eso. Coutts está calificada como B Corp. De modo que es una entidad volcada a beneficiar a un conjunto de “stakeholders” (palabra de difícil traducción al español), como el medio ambiente.
Farage ha declarado que Coutts, y el sistema financiero, quieren imponer un sistema de calificación social como el chino, y es difícil llevarle del todo la contraria. El ex político era calificado en el dossier como una “persona expuesta políticamente”, una figura creada por la Ley de Lavado de Dinero de 2017, pensando en que haya actores que puedan estar trabajando para intereses oscuros desde posiciones relevantes. Pero el propio dossier decía que era una política expuesta políticamente, sí, pero de bajo riesgo.
Ahora, el de Farage no es un caso único. El Tesoro británico está investigando a tres entidades financieras que han sido acusadas de expulsar a varios clientes por sus ideas políticas.
Primero fueron contra los partidarios del Brexit y de las fronteras cerradas a la inmigración. Pero como yo soy europeísta y partidario de la libre inmigración, no dije nada. Pero quizás sí deberíamos decir algo.
Una de las muchas cosas buenas que tiene una sociedad libre es que cualquier empresa puede rechazar a un cliente por el motivo que quiera. No tiene por qué aceptar a un cliente contra su voluntad. Las empresas no suelen hacerlo, porque va en contra de sus propios intereses. El comercio aconseja mirar de forma imparcial a todos los clientes. La sociedad comercial, de hecho, se basa en ese conjunto de relaciones abstractas por las que media el dinero. Pero si una empresa rechaza a un cliente, normalmente no tiene mucha relevancia, porque siempre hay otras empresas deseando hacer negocio con los clientes despreciados.
Pero la situación parece encaminarse por una vía muy peligrosa, en la que un conjunto de empresas del mismo sector rechaza la pluralidad que hay en toda sociedad, y actúan de forma conjunta contra una parte de ella. La vía capitalista a la opresión, comandada por la política, puede llegar a ser muy agobiante.
Foto: Gage Skidmore.