El éxito político de Yolanda Díaz es, casi con seguridad, el testimonio más revelador del marasmo intelectual en el que se mueve la política española en la era de Pedro Sánchez, ¡y mira que hay casos para fijarse!
Resulta que esta ministra le cae muy bien a todo el mundo y da toda la impresión de que eso sucede por una extraña mezcla de perspectivas: que no parece ser lo que es, cosa que encandila a quienes podrían salir espantados de verla a una luz un poco menos cariñosa, y también porque es lo que es y no lo que parece, secreto en cuya posesión se regocijan todos los que están en el ajo y contemplan con una sonrisa inteligente y subversiva cómo el viejo topo se ha disfrazado con enorme habilidad de gentil doncella. Total, que como España es el lugar del mundo en el que, como ha recordado Arcadi Espada, el prestigio del nacionalismo y del comunismo han alcanzado un nivel más insoportable, la gentil ministra de Trabajo está consiguiendo ser, al tiempo, la sonrisa del régimen y quien lidera la revolución pendiente tras tantos años de rendición al malvado y nefasto capitalismo liberal, esa piedra angular del sistema hasta la llegada de doña Yolanda al Gobierno.
Los españoles están tan encantados con esta Ministra que es capaz de sintetizarlo todo, el comunismo, el feminismo, las buenas maneras, el look Telva, la eficacia administrativa, que a nadie preocupan los admirables planes que abriga de cara al futuro
No es solo la simpatía natural del personaje, es que, como se nos dice, sabe ser eficaz porque es muy trabajadora, más aún, porque es una mujer muy trabajadora y ya se sabe cuál es la extraña eficacia de las tales a la hora de resolver los asuntos más espinosos, puro coser y cantar en sus delicadas manos. Los más astutos la comparan con ventaja con otras ministras que, pese a sus innegables méritos no han alcanzado el honor de ser promovidas por el ausente a la vicepresidencia de Sánchez, y concluyen que no hay color. Mientras Yolanda va en volandas de éxito en éxito, otras esforzadas mujeres no han sabido encontrar la tecla, no parecen capaces de lograr ningún triunfo comparable.
Hay quien malicia incluso, pero yo creo que son ganas de enredar, que Yolanda pudiera acabar siendo un peligro para Sánchez dado que, al parecer, el presidente no ha sabido resistirse a sus múltiples encantos ni en el asunto del salario mínimo, ni en las peleillas con Calviño que no deja de ser una antigua, ni en el tejemaneje laboral en el que, al parecer, los dos grandes síndicos le comen en la mano. Ya se puede tentar la ropa el ministro de las pensiones porque como Yolanda se proponga ponerlas donde merecen los trabajadores Escrivá se va a tener que tragar todas sus tablas y sus cálculos alarmistas. Las supuestas previsiones del ministro jamás podrían hacer que vacile una defensora de la libertad, como nuestra brillante vicepresidenta. Por si no están al tanto, doña Yolanda se ha proclamado seguidora de un héroe de la libertad como Carlos Marx en su prodigioso prólogo a una nueva edición, tan necesaria, de El Capital. Yolanda Díaz convierte a Marx en un miembro aventajado de la cofradía de esos liberalotes medio masones que tanto dicen saber de Economía, pero que, a diferencia de Marx, siempre se han aprovechado de los trabajadores y de las mujeres para engordar sus infames plusvalías.
Con tres o cuatro ministras como Yolanda la transición al socialismo sería un mero trámite, que digo yo, la sociedad sin clases no tardaría en mostrar su gloriosa epifanía. Los españoles están tan encantados con esta Ministra que es capaz de sintetizarlo todo, el comunismo, el feminismo, las buenas maneras, el look Telva, la eficacia administrativa, que a nadie preocupan los admirables planes que abriga de cara al futuro. Yolanda se propone encabezar una plataforma en la que no haya egos, que no saben sino molestar, en la que confluyan todas las energías reformistas, pero en serio, de las izquierdas desamparadas, decepcionadas y desnortadas que pululan en los numerosos grupúsculos que rinden obediencia a caudillos, incluso a caudillas, que han perdido su oportunidad y se han vuelto, muchas veces sin saberlo, en esbirros y esbirras del gran capital, de lo más viejuno y demodé que quepa imaginar.
Como se ponga a ello en serio ya puede Errejón poner sus barbas a remojar, pues se sospecha que es de los más reacios a los planes de la encantadora Yolanda. No cabe duda de que su puesta al día del comunismo marxista era algo que se estaba haciendo muy de esperar entre tanta apuesta izquierdista por socialismos utópicos y descarriados.
No sé si anotar un pequeño defecto en tan brillante estrella política, pero con afán constructivo creo que hay que apuntar algunos pequeños fallos. Su oratoria admite mejoras, si bien es verdad que para la mayoría de sus seguidores esta preocupación por la brillantez y el orden lógico en las exposiciones no dejará de ser vista como un adorno prescindible, dado el acierto en lo sustancial. También me pregunto por la solidez de sus ideas económicas, y no me refiero a nada peyorativo, sino a una cuestión muy simple, a si sabe quién va a pagar todas sus brillantes y progresistas, a más no poder, ocurrencias. Un poco como aquello de Plá al ver las luces de Nueva York cuando decía “¿y todo esto quién lo paga?”, claro que Plá era un poco catalán, y no es por molestar, pero no hace falta estar tan obsesionado con la pela. Por lo demás, estoy seguro de que Yolanda piensa que de eso se encargan Calviño y el propio Sánchez, la solidaridad europea, en suma. Lo importante es sacarle brillo a la pasta del BCE, a ese dinero que es de todos, y Yolanda es muy imaginativa, una auténtica experta, no es raro que le caiga bien a cualquiera. ¿Por cierto, para cuándo una visita al Papa?
Foto: La Moncloa – Gobierno de España.