Celebramos estos días el 30 Aniversario de la Caída del Muro de Berlín, acontecida el 9 de noviembre de 1989, uno de los hechos fundamentales del siglo XX y de la modernidad.
Celebrémoslo, destaquémoslo hoy que la libertad parece estar tan subestimada, e incluso agredida, en el mundo entero. No se diga en América Latina: Las protestas en varios países latinoamericanos (especialmente en Chile) parecen haber puesto en cuestión al libre mercado y la libertad económica.
Pero esa puesta en cuestión de hoy, pasará y muy probablemente quedará en el olvido. Lo real y palmario, para el presente y para la posteridad, serán los resultados cosechados tras la Caída del Muro de Berlín, el símbolo por antonomasia del socialismo.
Ha sido un vasto movimiento por la libertad, que con epicentro en Berlín, se extendió de EEUU a Hong Kong, de Suecia a Singapur, de Santiago a Varsovia, donde el capitalismo ha creado bienestar, esperanzas, oportunidades ciertas
Tras dicha caída, que fue el pistoletazo para el derrumbe del imperio soviético, hoy podemos celebrar el récord de estos 30 años de sociedades cada vez más libres y con menores impuestos. En estas tres décadas, hemos podido constatar cómo mercados libres e individuos libres han enriquecido al mundo entero y lo han hecho más igualitario, sin necesidad de un gobierno compulsivo. Y han extendido libertades como las de pensar, opinar, elegir, amar, casarse con quien deseen, vestirse como deseen, escuchar lo que quieran, a millones de personas.
Ha sido un vasto movimiento por la libertad, que con epicentro en Berlín, se extendió de EEUU a Hong Kong, de Suecia a Singapur, de Santiago a Varsovia, donde el capitalismo ha creado bienestar, esperanzas, oportunidades ciertas, mejorado calidad y expectativas de vida, educación, consumo, salud, medio ambiente.
En estos 30 años comprobamos que la libertad funciona. Y hay que remarcarlo y contrastarlo con su alternativa, el socialismo y sus variantes, derrotado. Al respecto, recordemos las palabras de Ronald Reagan en la Puerta de Brandenburgo (el 12 de junio de 1987): “En el mundo comunista, vemos el fracaso”, dijo entonces. “Retraso tecnológico. Disminución de los estándares de salud. Incluso faltas del tipo más básico: muy poca comida. Incluso hoy, la Unión Soviética todavía no puede alimentarse. … Aquí está ante el mundo entero una gran e ineludible conclusión. La libertad conduce a la prosperidad. La libertad reemplaza el antiguo odio entre las naciones con cortesía y paz. La libertad es el vencedor “.
Desde entonces se ha comprobado, que fronteras abiertas, bajos impuestos y aranceles, desregulación, gobiernos más chicos y menos intrusivos, menor burocracia crean espacios y oportunidades para la innovación y el rápido crecimiento. Sociedades más ricas implican personas menos necesitadas, menor dependencia del gobierno, mayor igualdad. La brecha entre lo que los ricos y los pobres pueden disfrutar se ha atenuado espectacularmente, incluso si en los márgenes más extremos aún hay profundas diferencias. En todos los niveles, hoy disfrutamos de los beneficios y frutos de la libertad económica.
En los 30 años desde la caída del Muro, la pobreza extrema en el mundo pasó de 36% en 1989, a sólo 9% en la actualidad. En tal sentido, el gran hecho esperanzador de nuestro tiempo es que la pobreza extrema se está terminando en el mundo, lenta pero firmemente, lo que debe atribuirse, sobre todo, fundamentalmente, al comercio mundial, de cuyo dinamismo y efectos la Caída del Muro (y de la mayoría de todos los muros) es una bella metáfora.
En contraste, los sectores reacios al comercio y a los mercados, al progreso, en donde la innovación es más lenta y el acceso a un servicio de calidad es más desigual son las áreas de educación y la atención médica, precisamente donde los gobiernos han intervenido más constantemente.
Esto nos recuerda que el posible fin de la pobreza extrema y una mayor prosperidad para todos no fueron creados por el Estado ni por sus políticos. Son posibles por el libre mercado. Mercados más libres, mayor libertad para comerciar y personas más libres ayudaron a crear más empleos, llenaron tantos vientres, construyeron tantas casas, produjeron mejores tratamientos y salvaron tantas vidas. La libertad ha significado salud y prosperidad para muchos, no para unos cuantos.
La Caída del Muro también significó la caída del mito de los altos niveles de vida en países socialistas, de que el socialismo podía constituir una alternativa viable y exitosa frene al capitalismo
Ha llevado educación generalizada, para niñas y niños, menor mortalidad infantil, mejor alimentación para todas las personas, gente con acceso a más y mejor alimentación, mayor esperanza de vida, mayor altura y talla corporal, menor emisión de contaminantes, mejor tratamiento del agua y de la tierra, más cubierta arbórea y más hielo en los casquetes polares, más oportunidades de construir su propia felicidad con quien mejor le parezca a cada persona, no a los demás. En terrible contraste, encontramos los 100 millones de muertos documentados en El libro negro del comunismo.
La Caída del Muro también significó la caída del mito de los altos niveles de vida en países socialistas, de que el socialismo podía constituir una alternativa viable y exitosa frene al capitalismo. Sus millones de muertos, junto con la opresión iliberal de la Rusia neosoviética de hoy, la amenaza de la cleptocracia china sobre Hong Kong o Taiwán, la miseria humanitaria de la Venezuela moderna o la emergencia crónica de la Cuba actual, nos muestran sin ninguna duda que las políticas estatistas siempre fracasan, a veces brutalmente.
Estas alternativas oscuras nos deben recordar el defender, en todo momento, la libertad con el suficiente empuje moral. Porque la libertad, a pesar de todos sus logros, siempre está (estará) amenazada. La Caída del Muro de Berlín debe ser, ahora, cuando más se necesita, un nuevo y vivificante recordatorio del bien que trae la libertad.
Foto: Xizdos