Hay días en que me levanto de la cama con la sensación de que me complico la vida yo solo, que me autoflagelo con el látigo de la firmeza en mis principios, consecuente en la autoexigencia de cumplir unos mínimos que me permitan regresar a mi cuarto, acabado el día, sin remordimientos. ¿No les ocurre a ustedes lo mismo? Esos días me gustaría ser “guerrero de la justicia social”. Me gustaría tomar unas vacaciones de la realidad, lejos de cualquier agobio impuesto por el sentido de responsabilidad, reposar en la playa de los principios vacíos y bañarme en las aguas de los ideales biensonantes, políticamente correctos y decididamente alejados de cualquier cosa que tenga que ver con la vida real. ¡Sería tan hermoso!
Cuánto me gustaría autoengañarme llamando al robo y la expropiación “redistribución social”, olvidando los valores aprendidos hasta el momento; cuánto me gustaría poder hacer un hueco en esa mi escala de valores a “manifestaciones culturales” como la violación sistemática, la mutilación genital o la tortura simplemente por el hecho de producirse en un contexto “civilizatorio” distinto pero equiparable al mío. ¡Cuántos sinsabores ahorrados! ¡Cuántos momentos de desazón evitados desde el irrestricto reconocimiento de las bondades de la diversidad cultural! Y poder salir a la calle llamando “fascistas” a quienes pretenden que tal vez no todas las civilizaciones merezcan ese nombre, no todas las culturas por el hecho de ser diferentes son necesariamente aceptables.
¡Es tan maravilloso poder salir a la calle sin más criterio de discernimiento que el “nosotros” y el “ellos”!
Ser “guerrero de la justicia social” proporciona el antídoto, la anestesia necesaria para poder hacer de tripas corazón y organizar una cena con quienes hasta no hace mucho mataban de un tiro en la nuca a mis amigos, a mis vecinos. Me encantaría poder reconocer como “mi” derecho cualquier privilegio que pueda disfrutar, aunque ello suponga un claro perjuicio para los demás. Si el otro no tiene derecho a lo mismo que yo, es que algo ha hecho mal… o es simplemente un malvado. ¡Es tan maravilloso poder salir a la calle sin más criterio de discernimiento que el “nosotros” y el “ellos”!
En esos otros días, en los que cuesta reanudar la tarea cotidiana aun sabiendo que es tu bienestar y el de los tuyos el que está en juego me pregunto: ¿y no sería mejor andar por ahí de pancartero? La disciplina y el mérito son artilugios del demonio capitalista, pues sólo vive bien quien deja que otros trabajen para él. Quiero ser “guerrero de la justicia social”, siempre en busca de la solución rápida, el camino intelectual más corto o simplemente la inactividad, pues basta la fe en la utopía para entrar en el reino de los buenos. Maravillosa la lógica por la que el dinero es de todos y los frutos del mérito de unos terminan pagando la desidia de otros. De acuerdo, sí: mi líder tendría un chalet, yo un pisito; pero eso no importa si el piso es gratis y es como el de los demás. Como el de todos los demás.
Además, convertirme en “guerrero de la justicia social” me permite acceso gratuito a diferentes actividades físicas: derribo y quema de contenedor de basura, formación de barricada con el coche del vecino, levantamiento de rueda de tractor… El “guerrero de la justicia social” puede utilizar la violencia en la calle, pues ellos están en contra del maldito sistema y eso les otorga absoluta legitimidad. Los “otros” no deberían ni siquiera poder alquilar un local para reunirse, no son más que los cerdos que mantienen el sistema.
El “guerrero de la justicia social” puede utilizar la violencia en la calle, pues ellos están en contra del maldito sistema y eso les otorga absoluta legitimidad
Después de todo, las víctimas provocadas por la lucha contra “el sistema” son un precio de ganga comparado con los beneficios que reporta la utopía: la playa eterna y ecológica, la fiesta subvencionada sin fin, el paraíso igualitario para todos. Los fallidos experimentos del pasado siglo son justificables y tienen una fácil explicación: los líderes y lideresas del absolutismo socialjusticiero no fueron capaces de erradicar de toda la faz de la tierra la pesadilla de la libertad y terminaron contaminándose con ella. La próxima vez se hará mejor. Palabra de Ocasio-Cortez.
Algunos días, al levantarme, me gustaría ser guerrero de la justicia social … pero apenas me miro en el espejo, despierto de mi ensoñación, recupero el contacto con mis neuronas y elijo el camino del trabajo, el mérito y la responsabilidad.
¡Qué difícil me resulta perderme el respeto!
Foto: Luz Fuertes