Un componente central de la Ilustración y un logro del pensamiento liberal es la idea de que todo argumento debe ser válido independientemente de la persona que lo plantee. Para los pensadores de la Ilustración, ya no era suficiente que una afirmación viniese justificada por una determinada autoridad superior. El objetivo era evaluar los argumentos independientemente del orador mediante un discurso racional. Esta idea liberal siempre provocó la resistencia de las autoridades estatales. En 1838, por ejemplo, el Estado prusiano declaraba: «No corresponde al súbdito aplicar el criterio de su limitada perspicacia a las acciones del jefe de Estado y presumir con arrogancia engreída un juicio público sobre la omnipotencia de aquel”.
Sin embargo, la idea moderna del pensamiento libre y el discurso racional bajo el “Sapere aude» no pudo ser suprimida. El poder de las cortes reales, del clero y del orden feudal fue así superado en los países occidentales. El consenso para discutir sobre la base de la argumentación racional y no sobre la base identitaria o de autoridad es la base de una cultura de debate abierta y democrática. Sin embargo, en el influyente discurso «antirracista» actual, este consenso está cada vez más amenazado.
Es importante aprender a defender con seguridad la propia posición frente a estos intentos de intimidación. Para ello, hay que dejar claro que una acusación manipuladora de racismo no es más que una pérfida difamación, y supone un menoscabo del concepto de racismo
En el discurso “woke”, la humanidad se divide en colectivos de víctimas y victimarios mediante el «pensamiento interseccional«. La asignación al colectivo de un grupo de agresores o de víctimas se basa en características en gran medida inalterables, como el sexo, el origen, la edad, la religión, la raza y la condición social. El viejo hombre blanco cis-heterosexual es visto como una síntesis de diferentes colectivos perpetradores, y por lo tanto como la personificación de lo malo o incluso del mal.
El interseccionalismo no sólo conduce a generalizaciones completamente absurdas basadas en características externas, sino también a nuevas formas de encontrar la verdad: no tiene razón quien puede presentar los mejores argumentos, sino quien puede demostrar más convincentemente que pertenece a un grupo de víctimas oprimidas. «Pienso, luego existo» se sustituye por: «Estoy discriminado, por lo tanto, tengo razón»….
Quien consiga la mayor puntuación en la competición interseccional por los puntos de discriminación, logrará imponer su punto de vista. La puntuación de la opresión la determinan a su vez los activistas woke. Según la teoría interseccional, las personas «privilegiadas» no son en absoluto capaces de reconocer la realidad correctamente debido a su «posicionalidad». Se les acusa de que, por un lado, como supuestos privilegiados, sólo justifican sus propios privilegios con sus opiniones y, por otro, sólo pueden percibir la realidad de forma distorsionada. Al igual que una película en 3D, sólo los grupos marginados podían percibir el mundo en toda su profundidad y facetas a través de sus gafas 3D de «experiencia vivida».
La condición de víctima confiere un reconocimiento y una autoridad basados en «auténticas experiencias vividas». En el proceso, los grupos marginados siguen teniendo prohibido criticar los dogmas de los activistas woke. Aquellos que no apoyan la agenda del «antirracismo» woke contra el «sistema estructuralmente racista» se convierten inmediatamente en «privilegiados» y por lo tanto racistas o no cuentan como una voz «auténtica». Cualquiera que no luche del lado de los activistas woke debe es parte del sistema racista de opresión.
El ser humano no cuenta ya como individuo libre, sino que sólo es «interpretado» como avatar de un colectivo. Cada individuo se degrada así a mero peón en una lucha de poder entre colectivos supuestamente dominantes y oprimidos. La identidad de la persona vuelve a sustituir al argumento, como ya ocurría en las sociedades premodernas. El sueño de Martin Luther King de un trato igualitario sin importar el color de la piel es difamado como ceguera al «racismo».
La consiguiente profundización de la división de la sociedad conduce a una retribalización en grupos identitarios antagónicos. Incluso las declaraciones racistas, como hablar de una «asquerosa sociedad de mayoría blanca», se declaran legítimas si sirven a la causa «antirracista». Los identitarios woke buscan la confrontación para intimidar a los disidentes. Cualquiera que se atreva a discrepar es tachado de racista. Por ejemplo, las protestas de los estudiantes radicales de Evergreen hicieron que el profesor de biología estadounidense de izquierdas Bret Weinstein se viera obligado a abandonar su puesto de profesor.
La combinación del interseccionalismo y la llamada «tolerancia represiva» lleva a que ya no debamos disfrazarnos de indios, pero al mismo tiempo hay que tener comprensión con los activistas anti-Israel (antisemitas, al fin y al cabo). Además de la tolerancia represiva, la difamación y el paternalismo, también se utilizan los métodos clásicos de chantaje en el discurso «antirracista». Los que no se someten a los activistas woke se ponen del lado del malvado «dominio blanco». A través de conceptos como «White Fragility», la resistencia a este chantaje se achaca a la víctima como una marca de «racismo». Este concepto no es más que la clásica “trampa de Kafka”, en la que todas las posibles reacciones sirven para confirmar la acusación.
Este enfoque se encuentra en las demandas de los estudiantes de magisterio de la Universidad Libre de Berlín. Los activistas exigen la transformación del sistema educativo de acuerdo con sus ideas. No están dispuestos a debatir y se enfrentan a la dirección de la universidad con una acusación de racismo: «Si se ignora esta carta y no se cumplen las exigencias dentro de este año, calificaremos de racista la continuidad de las instituciones alemanas.» Mike Young describe más trucos de retórica woke en el sitio web de la organización Counterweight.
¿Cómo se puede reparar el diálogo roto? No hay una respuesta sencilla a esto. En cualquier caso, es importante aprender a defender con seguridad la propia posición frente a estos intentos de intimidación. Para ello, hay que dejar claro que una acusación manipuladora de racismo no es más que una pérfida difamación, y supone un menoscabo del concepto de racismo. Al mismo tiempo, es necesario mostrar cómo la justificada lucha contra el racismo es mal utilizada en la agenda woke. Esto requiere un posicionamiento liberal seguro de sí mismo que valore el discurso racional. Los valores de la Ilustración, es decir, la igualdad de trato, la racionalidad y el libre intercambio de opiniones, deben ser defendidos con firmeza. Al hacerlo, es necesario salir de la defensiva y exponer a los acusadores woke como lo que son: el regreso de los autoritarios que exigen la sumisión ideológica de sus semejantes.
Foto: Clay Banks.