El último día de junio se presentó en Madrid el libro ‘El adoctrinamiento escolar en Cataluña’, de Sergio Fidalgo y Antonio Gimeno. Fidalgo entrevista a varias personas que conocen bien esta cuestión, como es el caso de Gloria Lago, Ana Losada o Alejandro Fernández. Y Antonio Jimeno analiza sistemáticamente el modo en que los libros de texto intentan inocular el nacionalismo en las venas de los alumnos.
La presentación, que tuvo lugar en el club Argo, tuvo cierto aire de acto clandestino, como si sus protagonistas hubieran traído el ambiente opresivo de Cataluña a Madrid. Era un acto cultural, y un acto de resistencia. Hasta que se puso a hablar Cayetana Álvarez de Toledo, que dijo que mientras el constitucionalismo asuma la mentalidad de resistencia se mantendrá en esa posición subordinada. “No somos la resistencia. Somos un desafío”.
Revertir la utilización del Estado por parte de los nacionalistas, deslegitimar al nacionalismo como un movimiento reaccionario, tribal, atávico, y otorgar a los ciudadanos constitucionalistas presencia, prestigio, presupuesto y poder
Pero me he adelantado, porque esta historia comienza hace cuatro décadas. Antonio Robles se coló en una reunión, en la Generalitat, en el año 1980, en la que se expuso el plan que tenía Jordi Pujol y su banda para la creación de una nación catalana. El plan abarcaba un período de doce años, tal era su optimismo. Pero en 1990 lo renovaron en el Programa 2000, que preveía “convertir a toda Cataluña en una secta de la etnia catalana”, según Robles. En todo ello, la educación tenía un papel fundamental.
Según Robles, “el adoctrinamiento se ha producido desde el minuto uno. He visto cómo han negado la inmersión, hasta principios de este siglo. Ahora, con la fuerza suficiente, se han envalentonado”, y empiezan a reconocerlo.
El periodista Eduardo Inda participó en la presentación con los deberes hechos. Llevó varios libros de texto trufados de nacionalismo catalán. Pero no de Cataluña, sino de Baleares, comunidad que conoce muy bien. Isabel de Castilla es el máximo ejemplo de la monarquía absoluta. Durante el período de las guerras de independencia de América, Cataluña es una nación más, como lo son Méjico o el Perú. La Ley fundamental del lugar es el Estatuto, sin noticia de que haya una Constitución Española. ¿Duero? ¿Ebro? ¿Tajo? ¿Guadiana? No, se estudian los ríos de las Islas Baleares, alguno de ellos sin cauce. En el elenco de los héroes históricos del lugar se encuentran Lluís Companys, o Jordi Pujol. Si la manipulación es así en Baleares, ¡cómo será en la madre patria catalana!
“Per un país de tots, l’escola en català!”. Este lema está en la entrada de todos, o casi todos los colegios de Cataluña, según recoge Sergio Fidalgo. Es una llamada perfecta, en su nacionalismo. País es el lugar imaginado por los nacionalistas, en que los individuos se disuelven en un conjunto armónico. En ese lugar, España no existe, y el noble pueblo catalán asume mansa y alegremente los dictados de una élite que le cuida de influencias extrañas. Todos es una reminiscencia de las grandes ideologías del siglo XX. Escuela es la fábrica del hombre nuevo, y catalán el acento de su nuevo sentimiento de pertenencia; pertenencia a la élite del país, pues de eso se trata.
Antonio Jimeno, el otro autor del libro, es tan optimista como Pujol y su banda: “Hacedme ministro de Educación de cualquier país, y yo os lo cambio en quince años”. Pero Cayetana Álvarez de Toledo lo ve de un modo muy distinto: Sí, han estado cuatro décadas haciendo creer a centenares de miles de españoles que no lo eran. Pero han fracasado. No han conseguido su objetivo, y lo que tienen en su lugar es a una sociedad profundamente dividida entre clérigos y escépticos, evangelistas y descreídos, zelotes y ciudadanos. A decir de Antonio Robles, “hay dos o tres generaciones orteguianas que están bajo la égida del nacionalismo. Y son irrecuperables”. Si la situación es mala, Pedro Sánchez la ha hecho aún peor. “Sánchez les ha dado toda la legitimidad” a los nacionalistas, “que no tenían”. No duda en llamarle “traidor”.
Pero Álvarez de Toledo no permite que caigamos en la desesperación. Todos los recursos del Estado en Cataluña puestos al servicio del nacionalismo, con la colaboración de PSOE y PP desde el Gobierno nacional, y el silencio u ocultamiento de la mayoría de los medios de comunicación, todo el abandono sistemático de los españoles resistentes en Cataluña, no han sido suficientes.
Se ha establecido en el ambiente “un cierto abatimiento” dice Cayetana. “Pero yo quiero transmitir un mensaje de optimismo. Es el optimismo de la libertad”. Dice haberse dado cuenta de que hay algo que exaspera a Pedro Sánchez, y es que hay una alternativa. Una alternativa a su gobierno, y al nacionalismo en Cataluña. Ella incluso tiene un plan, que ya puso en negro sobre blanco en El Mundo, y que compartió de nuevo en esta tarde madrileña: revertir la utilización del Estado por parte de los nacionalistas, deslegitimar al nacionalismo como un movimiento reaccionario, tribal, atávico, y otorgar a los ciudadanos constitucionalistas “presencia, prestigio, presupuesto y poder”. “Hoy”, dice, “el nacionalismo es un ascensor social”.
Y, sobre todo, tener en cuenta que “al igual que no puedes construir una nación contra la mitad, no se puede destruir una nación contra una mitad”. Unas palabras que recuerdan a las que, proféticamente, pronunció en el Congreso José María Gil Robles en 1936.
Mientras, el adoctrinamiento contra España transcurre sin dar pasos atrás. Pero todos sus logros son agravios para una menguante mayoría, que quizás haya tomado conciencia de que debe reaccionar de una vez.
Foto: Karsten Winegeart.