«El ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona». Aritóteles

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¡Cómo pudimos llegar a esto? Es la típica pregunta que nos hacemos cuando ya parece que nada es remediable y vivimos un caos o un desastre.

¿Cómo es posible un país en el que sabemos que el gobierno engaña lo sigamos consintiendo? La pandemia se convirtió en la excusa de megalómanos para mantenerse en sus puestos…

pagados por todos. ¡La corte ministerial más cortesana que se ha vivido desde hace siglos con decenas de ellos…! Lo más aterrador: la pretensión de amordazar a la Justicia y dar alas a movimientos desestabilizadores o comprar la anuencia de los medios. Esto comienza a oler mal. No se puede acallar a un pueblo.

Y más aún, comprobar que su mentira no es rebatida como correspondería con la eficacia y fuerza de los muchos otros, también asalariados nuestros, que están olvidando su deber esencial: representarnos. No es ético que se “peleen” en un Congreso como si fuera un circo. Debe existir gente responsable, por cierto muy bien pagada, para que sepa que el pueblo al que dicen representar necesita fuerza y unión para hacer frente a la locura.

Es irritante que los conservadores se rindan a chantajes como el del temor a ser llamados fascistas o franquistas. Y lo es más aún el que partidos con tendencia al centro caigan en lo mismo. Toda democracia en nuestros días se compone de partidos conservadores y socialdemócratas. Así que dejemos las imbecilidades de hablar de “extrema-nada”. Aunque la nuestra diese en su día cabida al comunismo, lo que sí sabemos que es extremo, aunque entonces se mantuviera en márgenes “democráticos”, ahora no…

En una democracia no hay “extrema que valga” y no debemos siquiera admitirlo y menos que nos lleven al huerto. No quiero niñatos. Uno debe hacer frente a la estupidez, más propia de un “mobbing” de colegio, porque nos jugamos mucho. Si ya nos ponemos en ese plan… el comunismo tiene “condición extrema” dentro de una democracia. Sólo tienen que comparar cuántos existen en las democracias de nuestro entorno.

Este pueblo necesita menos show, menos diatribas de salón, y mucho más compromiso de los «pagados» en la oposición. 

Vaya pues este palo al gobierno y a la oposición. Y extiendo el varapalo al gran número de votantes a los que con todos mis respetos pediría responsabilidad y que antes de entregar sus deseos románticos en las urnas como si fueran Cartas a los Reyes Magos depositen su voto pensante, ya sea de aprobación o castigo porque es a ellos, a los votantes, a los que voy a hacer directamente responsables de cuanto suceda.

No es solo un problema de la dificultad de una pandemia. Basta comparar actitudes de gobiernos de los países que nos rodean para saber qué se debe cortar por lo sano, sobre todo si no hay dignidad para dimitir por muchas más razones de las exigidas en otros casos. Siento vergüenza.

Mi naturaleza rebelde e indómita de nacimiento me coloca en la oposición por sistema. En la vida elegí ser el “Pepito Grillo” que cansa a todo el mundo y me crea más de una dificultad. Uno se preguntaría ¿por qué ese papel? Porque la oposición siempre es libre y esto es algo para mí irrenunciable.

También me otorga un código ético mucho más rígido que el que normalmente se impone y la ventaja es que nadie lo juzga porque es el mío y si lo hacen tampoco me preocupa demasiado.  Esta situación me obliga no a ser hipócrita sino a asumir las leyes y desvincularme de las “normas” de lo políticamente correcto —según algunos.

Vivimos situaciones en las que debemos convertirnos en el Pepito Grillo necesario…

También me otorga un código ético mucho más rígido que el que normalmente se impone y la ventaja es que nadie lo juzga porque es el mío y si lo hacen tampoco me preocupa demasiado. Esta situación me obliga no a ser hipócrita sino a asumir las leyes y desvincularme de las “normas” de lo políticamente correcto —según algunos.

Vivimos situaciones en las que debemos convertirnos en el Pepito Grillo necesario…

Foto: Engin Akyurt


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