Paul Johnson expone una teoría sobre el antisemitismo moderno que creo que es muy pertinente en estos momentos. Lo es por sí mismo, y porque expone una característica del marxismo que arroja una luz brillante sobre algún fenómeno ideológico actual.
Para exponer la tesis de Johnson me voy a basar en su historia del siglo XX, Tiempos modernos (Phoenix, 1999), y en su artículo Marxism vs. The Jews, en Commentary.
En este artículo hace un breve repaso de las principales fuentes del antisemitismo, para llegar al punto donde, de veras, comienza su artículo: en la Ilustración. Cita a Voltaire (es obligado hacerlo), a Proudhon, pero no a Kant. El motivo es que Johnson se centra en la vinculación de los judíos con el comercio. Y la tradicional condena del comercio se ha volcado sobre ellos, como epítome de esa actividad.
Si el marxismo fue la base del moderno antisemitismo, por más que las raíces de esta corriente sean varias veces milenarias, el marxismo es también la base de la nueva izquierda identitaria
Los judíos, un pueblo eternamente unido al éxodo, se han centrado en actividades que no estuviesen ligadas a la tierra, y que les permitieran salir de donde estén sin perder su capital. Por eso se han centrado en el comercio, en las finanzas, y en actividades intelectuales, como la medicina.
El socialismo, que es hijo de la Ilustración, es necesariamente crítico con el comercio, espina dorsal del capitalismo, y ha albergado con comodidad al antisemitismo. La tesis de Johnson es que Karl Marx le puso nuevos ropajes al atávico antisemitismo de la cultura europea, y en especial al anti semitismo socialista.
Karl Marx tiene su propio tratado antisemita, Sobre la cuestión judía, de 1844. Marx asume las tesis de Bruno Bauer (según Johnson y Jerry Müller en Capitalism and the Jews), e incide en esa vinculación entre judío y comercio, adornada con todo tipo de críticas. Luego, tanto el marxismo como el antisemitismo marxista se transmitieron a la cultura europea, por Karl Kautsky. Podemos continuar señalando la parsimonia de los socialistas a reconocer el Holocausto, o el papel de la Escuela de Frankfurt, pero no nos interesa ahora.
En realidad, el marxismo sólo aportó uno de los pilares del antisemitismo en Alemania. Pero encajaba como un guante en la oposición que había entre civilización (comercio, capitalismo, vida urbana, cosmopolitismo) y cultura (la visión romántica y bucólica que muestra una unión esencial entre pueblos, con sus elementos étnico y estrictamente cultural, y la historia). No hay más que sumar los marcos de Hegel y Darwin, y tenemos un cuadro bastante fiel.
Falta un marco más, y esta es parte de la tesis de Johnson. Dice en su artículo que la concepción mayoritaria en Alemania sobre cómo funcionaba la economía era la del propio Marx, y que “la siniestra aportación de Marx fue la de casar el antisemitismo económico de los socialistas franceses al antisemitismo de los idealistas alemanes”.
Seguimos por la senda de Tiempos modernos: mientras que el cristianismo situaba el mal en una figura religiosa (Satán), las nuevas religiones seculares tuvieron que encontrar la encarnación del mal en entidades puramente humanas. “La invención de Marx de la ‘burguesía’ fue la más comprensiva de estas teorías del odio, y ha continuado siendo la fundamentación de todos los movimientos revolucionarios paranoides, ya sean fascistas-nacionalistas, ya sean comunistas-internacionalistas”.
E incide en que “este nuevo antisemitismo, en breve, era parte de un alejamiento de la adjudicación de la responsabilidad individual, hacia una noción de la culpa colectiva; la vuelta, con ropajes modernos, de uno de los instintos más primitivos, bárbaros, e incluso bestiales”. En suma, “el antisemitismo teórico moderno era una deriva del marxismo, e implica una selección (hecha por motivos de conveniencia nacional, política o económica), de una sección particular de la burguesía como sujeto de ataque”.
De hecho, y paro de citar ya al historiador, Johnson dice que “Es significativo que todos los regímenes marxistas, basados como están en una explicación paranoide del comportamiento humano, degeneran antes o después en antisemitismo”.
Esta situación es paradójica, porque había una clara vinculación entre socialismo y judaísmo, en Europa y en particular en Rusia. No es sólo que Marx fuera culturalmente judío, es que se dan situaciones como que la Unión General de Trabajadores Judíos fue la primera organización marxista en Rusia. La presencia de judíos en los movimientos revolucionarios rusos era enorme, y mayor cuanto más a la izquierda era la organización.
Pero, aunque no lo parezca, todo lo dicho es sólo el punto de partida de este artículo. Pues lo que me llama la atención de todo este asunto es que el marxismo, como esquema mental, como marco de ideas, incluso como meta teoría, tuvo entonces, y tiene ahora, la capacidad de albergar o potenciar ideas distintas al marxismo, pero opuestas a la sociedad libre.
Si el marxismo fue la base del moderno antisemitismo, por más que las raíces de esta corriente sean varias veces milenarias, el marxismo es también la base de la nueva izquierda identitaria. Marx ahorma la concepción de los críticos de la sociedad libre; una sociedad transida por una insuperable oposición entre grupos privilegiados y otros que no lo son. Ese esquema dualista, atávico y sencillo, asimilable por cualquiera, que enciende las arcanas pulsiones que alimentan la envidia.
Esa envidia, disfrazada de justicia, es el combustible de la actividad revolucionaria, destruccionista diría Ludwig von Mises, encaminada a demoler la sociedad actual. Como el proletariado ya no es un actor revolucionario viable, como observó Marcuse, el marxismo ha buscado otros agentes de destrucción de la sociedad actual, como los pueblos indígenas, las razas no blancas, las mujeres… Por cierto, volviendo a la paradoja anterior, hay que estudiar el papel que tiene culturalmente el judaísmo en alguna de las ideas revolucionarias actuales.
El marxismo lo ha vuelto a hacer. Lo hizo con el antisemitismo, y lo ha hecho con la nueva izquierda. Es una teoría de teorías, es una concepción religiosa, que nos llama a luchar en el infierno para alcanzar un cielo imaginado.
Foto: Moises Gonzalez.