En palabras de Ankor Inclan: «Cuando sea el tiempo de hacer un cambio, el Universo te pondrá en una situación tan incómoda que no te quedará otra elección». Palabras que suscribo del principio al fin, como el resto de su pensamiento completo.

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Todo cambio supone miedo a lo desconocido y una clara resistencia a afrontarlo aferrándonos a lo que tenemos. Es probable que la vida no sea todo aquello que queremos, e incluso que la sintamos como un peso porque creemos que no nos aporta nada alentador en un momento dado y por ello nos situamos en una zona de confort en la que pensamos que podemos sobrellevar el día de mañana y el siguiente. Aquello que el viejo refrán español expresa como: “Virgencita, que me quede como estoy…”.

Resistirnos a la evolución de las circunstancias en las que vivimos es un espejismo que a medio o largo plazo supondrá la autodestrucción o que los cambios que podamos requerir vengan forzados por hechos dolorosos e indeseados

Para algunos: todo está predestinado. Nada se puede hacer y viven un aparente conformismo con situaciones. Digamos que van a remolque. Sin embargo, algo en su interior hace que sean conscientes de la imposibilidad de tal estancamiento. Stephen Hawking decía así: «Me he dado cuenta que incluso las personas que dicen que todo está predestinado y que no podemos hacer nada para cambiar nuestro destino, siguen mirando a ambos lados antes de cruzar la calle».

El problema de la vida, del cambio y del progreso, no está en el defectuosamente entendido como “progresismo” sino en la constante evolución. Tanto si la deseas como si no. Es una ley determinante no sólo para el ser humano sino para todos los seres vivos e inertes del mundo. ¡Desde el principio de la Creación!

Si miramos hacia atrás, si nuestro conocimiento fuera el suficiente, sabríamos o descubriríamos la constante evolución sufrida en nuestro planeta desde sus comienzos, en el que los continentes se alejaban o aproximaban, a veces en forma natural y otras a consecuencia de distintos sucesos externos como aquellos sobrevenidos del espacio exterior en forma de meteoritos, o los movimientos que emergen desde el interior: maremotos, terremotos, embestidas que han causado importantes manifestaciones externas. Y así desde los comienzos. Y otro tanto ha sucedido con el mundo animal, como ha defendido siempre Darwing en relación con el ser humano y que refiere perfectamente Rudolf Steiner en la «Crónica del Akasha».

Nosotros formamos parte de esa evolución desde nuestro nacimiento. Es un hecho evidente. Resistirnos a la evolución de las circunstancias en las que vivimos es un espejismo que a medio o largo plazo supondrá la autodestrucción o que los cambios que podamos requerir vengan forzados por hechos dolorosos e indeseados. Me temo que puedo dar fe de todo ello. Tal vez convenga profundizar. Aquí me limitaré simplemente a tirar de un cabo…

Foto: Jongsun Lee.


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