Hanan Serroukh es educadora social y coordinadora del Área de Estudios Islámicos del GEES (Grupo de Estudios Estratégicos – un think tank que colabora con los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado). Serroukh acaba de publicar “Coraje. El precio de la libertad”, una obra autobiográfica que hace un análisis sobre cómo el islamismo y sus líderes han penetrado en las estructuras de la sociedad española.
¿Por qué ha escrito este libro?
Quería marcar un punto y aparte en mi vida, y contar lo que he vivido en primera persona. El libro recorre mi trayectoria vital y cómo he afrontado y me he posicionado ante distintos retos, desde los que he vivido a nivel social como a los que plantea la estructuración de una sociedad que está sufriendo la catástrofe del multiculturalismo y el veto al debate sobre lo que tenemos actualmente y lo que queremos ser.
En el libro hay dos lecturas. A través de las preguntas de mi hija me dirijo a los jóvenes para contar mi historia cuando era una adolescente, como pasé de huir de un matrimonio forzoso y acabar en la absoluta indigencia, a hablar de tú a tú con el presidente del gobierno catalán. Y al mismo tiempo, en una España que no tenía la percepción del peligro del islamismo, me posiciono en contra de esta ideología con todas las consecuencias que eso conlleva: desde el repudio a tener que construir mi propia identidad.
Hemos sacado los crucifijos de las aulas, pero hemos introducido el Islam, y esto se debe a la labor de infiltración del islamismo
¿El primer punto de inflexión de su historia empieza con el matrimonio forzoso?
Sí, es un momento que rompe con lo que era mi vida anterior. Era una vida normal, completa, como la de cualquier niña española, una vida donde no existía el separatismo islámico y en la que como hija de inmigrantes nacida aquí vivía en una sociedad solida en sus principios y fuerte en su identidad comunitaria. Pero la aparición del islamista acaba con todo eso y rompe esa convivencia. Mi madre, tras enviudar, se casó con un salafista, uno de los primeros llegados a España, y sufrí esa ruptura en mi propia casa. La comunidad marroquí que inmigró en los sesenta y los setenta quería desarrollarse profesionalmente y progresar, pero el islamismo convierte ese anhelo mediante la manipulación en una idea de conquista y fomenta la separación.
¿Es algo parecido a lo que se vivió en Francia con la diferencia entre la primera generación de inmigrantes y las posteriores?
Sí, lo que ha pasado es eso mismo. Los islamistas, que estaban perseguidos y rechazados en los países de origen, vieron una oportunidad para difundir y expandir su ideología. El resultado es lo que tenemos actualmente en toda Europa.
Cuando se habla de matrimonios forzosos, muchos piensan que eso sólo sucede en Afganistán o en países similares, pero, como en su caso, también está pasando en Europa.
Así es. He vivido en Cataluña, en España. Nací en Barcelona en 1974 y esto está pasando aquí y en otras partes de Europa desde hace mucho tiempo. Yo pude escapar porque el gueto y la presión que se ejercía sobre la comunidad no era tan fuerte como ahora. En este momento, en 2024, existe un control mucho mayor y también hay que hacer frente a muchos más repudios; el de la familia y el de la comunidad musulmana, pero también el de los lobbies y ONG occidentales a favor del multiculturalismo que atacan a cualquiera que denuncie esta situación. Yo me río cuando me catalogan de “islamófoba” o “racista”, cuando estoy exponiendo la realidad de la violencia que sufren miles de jóvenes en Europa por la crueldad que el islamismo ejerce sobre la sociedad. A eso es a lo que nos enfrentamos.
¿Con quién quisieron casarla?
Querían casarme con una persona cercana al islamista que se casó con mi madre, para regularizar su situación. Esto pasa muchas veces. Por desgracia, las mujeres que no consiguen huir son generalmente maltratadas. Algunas creen que deben pagar el precio de aceptar ese matrimonio por el honor de la familia o el respeto a la comunidad, pensando en que después podrán separarse; la realidad no es así y luego llega el maltrato y la violencia.
Entonces, ¿los matrimonios forzosos son una realidad en Cataluña?
Desde luego, siguen pasando y por desgracia esta realidad es ignorada. Las autoridades catalanas reconocen que los interlocutores de la comunidad musulmana muestran una cara amable, pero tienen una mano de hierro para imponer los códigos islámicos en sus barrios. Lo saben, pero no se actúa porque no hay voluntad política. Eso se refleja cuando se ha expulsado a líderes salafistas y vemos lo que cuesta llevar a cabo estas expulsiones. Y eso a pesar de que hablamos de islamistas que están coartando la libertad de las personas o raptando la visibilidad de las niñas imponiendo el hiyab y la malla negra. Sin embargo, a los que sufren o hemos sufrido esta violencia no se nos hace caso y no se permite el debate en las instituciones: ¿Quién fomenta los matrimonios forzosos? ¿Por qué sufrimos esta lacra en España en 2024 si nos horrorizamos cuando sucede en Irán o Afganistán? ¿Por qué es un tabú?
Puede que sea una muestra más de esa mentalidad antioccidental que se rinde ante todo lo que no es ajeno. En estos últimos años, ¿ha visto una mayor concienciación social ante este asunto o seguimos ciegos?
Desgraciadamente sigue siendo un tabú. Con mi libro busco despertar conciencias y generar un debate porque es un tabú hablar de ello, porque se hace una lectura sesgada y de extremos, y porque es una fuente de graves problemas, como son la separación e islamización de barrios enteros. La administración no hace nada por impedirlo y acaba reconociendo y dando autoridad a los líderes islamistas que han convertido esos barrios en guetos. Es urgente tratar este asunto de una manera responsable antes de que, en lugares como Cataluña, lleguemos a un punto sin retorno y a una confrontación entre democracia e islamismo.
Habla de llegar a una confrontación, ¿cómo ve la situación en Cataluña?
He visto como algo que pensaba que algo que era lejano, incluso exótico, como fue mi caso, se ha vuelto común. Hemos normalizado ver a una mujer caminando conscientemente detrás de los hombres, o ver a las niñas con hiyab. Esto es la consecuencia de la penetración del islamismo en todas las capas, desde las clases sociales más vulnerables a las instituciones políticas y académicas. Nada es casual y se ha gestado durante años y años. Hemos sacado los crucifijos de las aulas, pero hemos introducido el Islam, y esto se debe a la labor de infiltración del islamismo.
Un islamismo muy bien financiado desde distintos países.
Sí, pero ya no es sólo eso, los islamistas tienen sus propios lobbies dentro de Europa, estructurados y gestados aquí, con financiación de instituciones europeas. El dinero ya no sólo viene de fuera. La ingeniería del islamismo desde los setenta hasta ahora ha tenido mucho éxito, y se ha colado en las instituciones europeas.
El multiculturalismo ha generado la segregación, para mí es el racismo más refinado, y esa segregación genera fisuras que el islamismo ha sabido aprovechar. Los islamistas se han presentado como la solución y el interlocutor para los políticos de visión corta, ofreciendo el voto a cambio de ventajas. Con el tiempo ese voto evoluciona y no quiere ser sólo un elemento folclórico, y quiere tener peso e identidad propia, y finalmente un partido propio.
Como le ha ocurrido a los Verdes en Reino Unido, que parece un partido musulmán.
Es un partido musulmán. No entiendo por qué las feministas no reaccionan ante lo que está pasando, porque, ¿dónde están las mujeres? A mí este feminismo no me representa, pero la cuestión de la mujer es un termómetro de la evolución del islamismo en función de los roles que ocupa. Ya no se trata del derecho a llevar hiyab, de lo que se trata en cada vez más barrios olvidados es del derecho a no llevar hiyab. Se trata del derecho de las niñas a tener su imagen o a estudiar sin tener que pasar por las madrasas, porque los islamistas consideran que pueden estudiar sólo si antes van a las madrasas.
Lo que ha sucedido en el Reino Unido, ¿es lo que le espera a Europa?
Creo que la realidad de Francia se va a agudizar y extender, y va a ser la realidad de Europa. Y ya es la realidad de Cataluña. El islamismo es una opción que algunos no enfrentan por miedo, cobardía y falta de lealtad a su país, y otros porque son cómplices. No es una cuestión de rechazo a una religión, hay que rechazar y hacer frente al islamismo, a su violencia y a su voluntad de conquista.
Foto: Levi Meir Clancy.
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