Una de las aspiraciones de las sociedades abiertas consiste en que las diferencias basadas en características que no son elegibles, como el color de la piel o la sexualidad, terminen siendo invisibles. Y que lo que defina a la persona sean las innumerables cualidades y peculiaridades que constituyen su carácter. Sin embargo, el antirracismo actual parece pretender todo lo contrario, que el color de la piel no sólo defina a la persona, por encima de su propio carácter, sino que se constituya en una identidad que aprisione al individuo de forma perpetua. Este antirracismo, que ya no busca liberar al sujeto de la discriminación, sino hacerle dependiente de ella, ¿qué es lo que realmente persigue?