El mes de agosto debiera estar prohibido, aunque muchos españoles viven como si lo estuviera, lo que no deja de ser muy comprensible visto el panorama. El país se llena de personajes en pantalón corto y en bikini y todo parece ir de maravilla. Como el PP es un partido muy popular, ya lo dice su nombre, no se resiste a esta tendencia a la holganza y desaparece del escenario político. Casi mejor que así sea, porque cuando se nos muestra algún subalterno bien bronceado y profiere algunas de las consejas habituales me da que el pan no baja de precio.
En agosto han sucedido cosas bastante extraordinarias, como la investidura de Illa en Cataluña con un programa que cualquiera habría considerado inverosímil no hace muchos meses, el paripé con Puigdemont o la posición, en apariencia dubitativa, del Gobierno acerca de las elecciones que dice Maduro que ha ganado pero que no muestra las actas para no apabullar.
Hemos pasado de una situación habitual en la que el PP apenas dice nada a otra bastante más aguda en la que no es ya que no diga nada, sino que al PP no parece interesarle cuanto ocurre
Pero ¡oh desgracia! todo esto ha ocurrido con el PP de vacaciones y con el agravante de estar su líder sometido a una intervención por desprendimiento de retina que resulta ser muy penosa y de larga duración. En consecuencia, hemos pasado de una situación habitual en la que el PP apenas dice nada a otra bastante más aguda en la que no es ya que no diga nada, sino que al PP no parece interesarle cuanto ocurre, tal vez por dar por supuesta la fidelidad inmaculada de sus votantes y su hábito inveterado de pacientísima espera hasta que llegue el momento mágico de la alternancia.
No cabe negar que contar con un electorado tan bien dispuesto es una gran ventaja para hacer política y, sobre todo, para tomarse unas largas y placenteras vacaciones cuando corresponda. La mala noticia de esta ventaja es que parece que esa grey bien dispuesta no resulta suficiente para hacer presidente al líder del PP.
Como no quisiera ser tenido por resentido o picajoso admitiré como hipótesis que esta vacación política del PP pueda estar motivada porque su amplísima dirección esté dedicando este tiempo de baja intensidad laboral a reflexionar muy a fondo sobre las razones de sus sorprendente y persistente minoría política.
Se trata de una situación ya muy asentada que habría de parecer muy intrigante a los dirigentes del gran partido de la derecha si se tiene en cuenta que lo corriente entre ellos es suponer que debieran ganar de corrido todas las elecciones, dado su convencimiento de haber sido los mejores gobernantes que quepa imaginar y su persuasión de que sus propuestas (¿?) son irrebatibles. Si además se tiene en cuenta la virtud y la calidad del gobierno sanchista, lo intrigante adquiere condición de misterio y es, en verdad, insólito que nadie del PP parezca preocupado por entender las causas más obvias de tan extraño fenómeno.
Si abandonamos la hipótesis optimista, algo que no va mucho con los tiempos que corren, tendremos que enfrentarnos con las cosas como son y conformarnos con la promesa que hizo Feijóo, antes de acomodarse en el quirófano del oculista, de que en septiembre, si no me engaña la memoria, reuniría a todos los presidentes del PP, ya saben ustedes que son bastantes, para presentar una serie de objeciones bien fundadas a los generosos designios de la Hacienda pública destinados a pacificar la situación en Cataluña matando a besos a cualesquiera enemigos de la patria común.
Yo no creo exagerar si me imagino que Sánchez no conseguirá dormir durante sus merecidas vacaciones ante una amenaza de tal calibre, casi me inclino a pensar que resulta excesivo someter a nuestro azacaneado presidente a un desafío tan bravo y brutal. En cualquier caso, el PP parece elegir la continuidad de sus estrategias prefiriendo siempre una buena fotografía, una imagen vale más que mil palabras, seguro que piensan en Génova, a cualquier análisis que pueda requerir un ligero esfuerzo de los votantes que ya se sabe que propenden al tópico y a los sentimientos más elementales.
Esta preferencia por las fotos, en especial de grupo y con muchas mujeres para que no se diga, frente a los argumentos no me parece una garantía de éxito, pero doctores tiene la Iglesia. Todo esto me recuerda una maldad de Schopenhauer sobre las mujeres, espero que la cita no constituya delito, “cabellos largos, ideas cortas”, que en el caso del PP podría parodiarse diciendo “fotos abundantes, propuestas difusas”.
Lo asombroso del asunto está en que no parece disparatado creer que lo que hace falta para que un altísimo porcentaje de quienes no votan al PP pasen a hacerlo es explicarles unas cuantas cosas elementales, de la manera más clara posible y sin cesar ni un solo día en el propósito. Por desgracia, la experiencia indica que el PP no gasta mucho en tener propuestas atractivas ni suele hacerles el menor caso una vez que están en el Gobierno. Esto es lo que indica, de manera ejemplar, la experiencia del ministro Montoro que se pasó su etapa rajoyana a cargo de los dineros públicos no ya haciendo lo contrario de lo que se suponía iba a hacer sino ¡presumiendo de ello!, en un continuo alarde de haber superado con largueza las propuestas de subidas de impuestos que tímidamente había hecho la izquierda.
Alguna de esas cosas fáciles de explicar: que si Cataluña aporta menos a la hacienda común, los demás tendremos que apretarnos el cinturón y olvidarnos de exquisiteces; que si pagamos los intereses de la deuda con más deuda, el asunto no tiene límite conocido; que el crecimiento del gasto público no admite la más ligera comparación con los servicios al ciudadano. Pero más interesante que todo eso sería que el PP fuese capaz de ofrecer un programa articulado y atractivo y dejase de conformarse con decir lo bruto que es el ministro de transportes o de intentar llevar a los jueces, para que se eternicen allí, las miserables conductas de familiares y amigos del líder supremo, cosa que ya hace Vox con un éxito casi indescriptible.
Lo que esperan los votantes no es que los jueces den la razón al litigante que acuse al corrupto de turno de ser muy perverso, sino que el partido que prefieren sea capaz de tener la mayoría suficiente para gobernar sin hipotecas de nadie. Para eso hay que atreverse a ganar adeptos en tierra infiel y no se conoce otra manera de hacer eso que con propuestas atractivas, sensatas y realistas. Concedamos que es difícil hacerlo en vacaciones, pero a ver si en septiembre se abandona la vía fotográfica al poder y se piensa en tener algo parecido a una propuesta distinta a la de “vóteme usted para que mande yo”, por ejemplo, una política territorial bien pensada y decente que conduzca a pensar en el futuro de España y que no se limite a hacer leña de las desigualdades que perpetra Sánchez en ausencia de propuestas mejores, por decir algo.
Foto: Joe Pizzio.
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