Pretender trasladar a la opinión pública la existencia de un consenso científico respecto a la idea de que la actividad humana estaría adelantando el fin del mundo, es mentir. Ocurre que, en la comunidad científica, que es muy amplia, se reproducen los mismos fenómenos que en el resto de la sociedad. Esto significa que la Lógica de la Acción Colectiva (Mancur Olson, 1965) también aplica en la comunidad científica. Así, mientras la mayoría de los científicos se dedica a trabajar e investigar, una minoría organizada, con fuertes incentivos y potentes altavoces, captura la representación del total.
Los científicos no son religiosos, no han hecho voto de pobreza y castidad. Son personas corrientes y como tales son sensibles a incentivos, en ocasiones, incluso más que el ciudadano de a pie, porque su relevancia profesional depende en buena medida de la notoriedad que les otorguen sus pares. Y esta notoriedad cada vez depende más de una minoría bien organizada.
No es por tanto nada extraordinario que los mensajes que llegan al público estén sesgados. Y que otros ni siquiera aparezcan en los medios de información. La ciencia se ha infectado de ideología y se ha convertido en un río revuelto donde políticos y magnates han encontrado un filón: el New Green Deal. O lo que es lo mismo, una gran oportunidad de negocio… y poder.
Qué tiempos aquellos en los que se pensaba que la ciencia era la principal actividad humana sometida a la falsación, en la que los errores eran criticados y corregidos.