Como recordarán, hace unas pocas semanas se desató una polémica político-mediática en torno a una intervención en la Cámara Alta española del senador del conglomerado podemita (concretamente de Compromís) Carles Mulet. Con pequeñas variaciones la mayor parte de los rotativos hincaron el diente por el talón de Aquiles más obvio y titularon algo así como “Un senador podemita tilda de franquista a Don Pelayo”.

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En algún caso, como pasó con el diario ABC, aunaron la descalificación sarcástica con el tono abiertamente didáctico: “Don Pelayo, un mito «franquista» fallecido 1200 años antes de la guerra civil”. “Don Pelayo también era franquista” resumía por su parte La Gaceta. En este caso el matiz interesante estaba en el también, que parecía aludir implícitamente a que llovía sobre mojado.

¿Por qué? Pues probablemente lo recordarán también. Apenas unos días antes, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, se felicitaba en un acto público de quitarle el nombre de una calle a un facha (se refería al almirante Cervera, el de la guerra de Cuba de 1898) para otorgárselo en merecido homenaje de consideración y cariño a otra persona muy afín ideológicamente, el actor y humorista Pepe Rubianes (el de la “puta España”). El país resumía el asunto en un titular impactante: “Colau: «El almirante Cervera era un facha»”.

¿Era franquista Don Pelayo? ¿Era facha Cervera? Planteada la cuestión en términos tan groseros, me temo que la cosa no da más de sí. Ni siquiera para entrar al trapo en términos sarcásticos. No obstante, ese ha sido el nivel en noticias, artículos, comentarios y tertulias. La reacción despreciativa contra lo que dijeron el senador podemita y la edil catalana fue a su vez contestada desde las filas afines con el contraataque previsible.

Como suele ser usual de un tiempo a esta parte en las batallas mediáticas, cada cual pensando tan solo en apuntalar a los suyos. En Internet y muy especialmente en Twitter los contendientes se zurraron de lo lindo, como también es habitual. Los tuits de Arturo Pérez-Reverte, que tiene un olfato especial para no dejar escapar estas oportunidades, inmediatamente contestados en el mismo tono desde la orilla opuesta, dan la medida del nivel de la polémica.

Más allá de las simplificaciones grotescas, la cosa tiene más miga de lo que parece o más calado de lo que casi todo el mundo ha resuelto contemplar. Para empezar y aunque les sorprenda, déjenme que rompa una lanza a favor del senador valenciano y la regidora barcelonesa. Ni el uno ni la otra dijeron algo tan trivial o deleznable como se ha querido luego presentar.

Reconozco que es tarea ardua la de defender al senador Mulet de él mismo. Si escuchan o ven su intervención, hallarán a un sujeto que se manifiesta en términos penosos en fondo y forma. Pero él nunca llega a decir que Don Pelayo fuera franquista. Dice, aunque en términos confusos y atropellados, algo muy distinto: que Don Pelayo y el conjunto de la Reconquista se utilizaron como mitos fundacionales de España en el franquismo y en el nacionalcatolicismo. Algo que, en el fondo, con todas las matizaciones y enriquecimientos conceptuales y empíricos que quieran, no está muy lejos de lo que sostiene la predominante corriente historiográfica que estudia la cuestión nacional, desde Hobsbawm (“invención de la tradición”) a, entre nosotros, Álvarez Junco.

El «polémico» almirante Cervera

Con respecto al facha de Pascual Cervera, es bastante menos conocido el artículo que Gerardo Pisarello, brazo derecho (con perdón) de Colau, escribió para Público poco después del polémico discurso de su jefa. Y es una lástima, porque el artículo no tiene desperdicio. (Déjenme que diga, entre paréntesis, que cada vez constato con más frecuencia que en España casi nadie se toma la molestia en leer de verdad, más allá del titular, ni a amigos ni adversarios).

En España casi nadie se toma la molestia en leer de verdad, más allá del titular, ni a amigos ni adversarios

El artículo de Pisarello lanzaba un capote a la alcadesa en lo referente al uso del concepto de facha: “Cuando la alcaldesa Ada Colau dijo que a Rubianes le hubiera gustado que se quitara el nombre de su calle a un ‘facha’, no pretendía hacer un uso técnico o histórico de la expresión. Lo hacía, como ella misma había aclarado minutos antes, apelando a un tono coloquial, rubianesco. Un registro en el que ‘facha’ denota sencillamente a alguien poco presentable, retrógrado, reaccionario”. Bueno, reconozcan que hasta ahí, por más discutible que les resulte, todo estaba en los límites de lo previsible.

Lo interesante, empero, por lo menos, desde mi punto de vista, no era la justificación del calificativo sino el juicio sumarísimo que Pisarello se atrevía a hacer de Cervera: “son tres los hitos que marcan de manera decisiva la biografía de Cervera: haber participado en la represión del movimiento cantonalista gaditano durante la I República, haber combatido a los republicanos anticolonialistas filipinos y cubanos, y haber desempeñado un dudoso papel como estratega en la batalla contra los Estados Unidos que acabó con el hundimiento de su escuadra”. O sea, resumiendo, militar español al servicio del colonialismo y represor de autonomistas y republicanos. ¿Me siguen?

Con un desparpajo digno de mejor causa, el autor del artículo desgranaba luego las diversas imputaciones. Para que se hagan una idea transcribo solo el inicio del pliego de cargos: “Desde una perspectiva municipalista, la primera de estas actuaciones resulta especialmente dolorosa. El cantonalismo gaditano fue un movimiento republicano, federal, y muy municipalista”. Sobra cualquier glosa aunque me resulta difícil contenerme en el subrayado del calificativo de dolorosa, por todo lo que implica.

En fin, no hace falta seguir el proceso paso a paso para anticipar el veredicto. Pisarello dictamina que el almirante es culpable, no sé si ante Dios, pero sí sin duda ante la Historia (con mayúscula, claro). La Historia (re)escrita desde hoy, con la mirada de hoy, atendiendo a las necesidades de hoy. Sin rubor alguno. Al contrario, con orgullo.

Pero, por si no hubiera quedado suficientemente claro y suficientemente constatada la maldad intrínseca del almirante, hete aquí que un alcalde no solo franquista, sino además “falangista e íntimo amigo de Francisco Franco” es el que decide en 1942 dedicar una calle barcelonesa al almirante. El nombre del alcalde debía resultar como mínimo incómodo para cierta memoria histórica, pues se trataba de Miquel Mateu i Pla (¿un catalán de pura cepa esbirro del franquismo?)

¿Y por qué este alcalde, mal catalán sin duda, quiso que una calle tuviera el nombre de Cervera? Aquí Pisarello hace de historiador improvisado y también, naturalmente, de testigo de cargo: “en la Barcelona de 1942, Almirante Cervera era algo más que el nombre de un militar de tiempos de la restauración. Era también el nombre de un buque que había servido para escarmentar a las tropas republicanas y a la población civil de muchas ciudades costeras de toda España. La Barceloneta también había sido bombardeada. […] No sorprendería, pues, que al falangista alcalde Mateu le hubiera parecido todo un mensaje aleccionador encumbrar a Cervera en aquel barrio de pescadores y gente humilde, previamente arrasado por el fascismo”.

¿Lo entienden ahora? El nombre de “Almirante Cervera” representaba la huella de la bota fascista sobre el pueblo trabajador. Casi estoy por decir que la alcaldesa Colau se mostró muy moderada en su parlamento. ¿Facha el almirante Cervera? Se quedó corta y no enfatizó de modo suficiente su acto de justicia y restitución histórica.

De Don Pelayo hasta nuestros días el franquismo es una barrera ominosa que infecta y condiciona todo

De Don Pelayo hasta casi nuestros días el franquismo es (subrayo el uso del presente) una barrera ominosa que infecta y condiciona todo: un pasado que no podemos asumir, un presente aún contaminado y un futuro problemático debido a que sigue gravitando su lastre.

De ahí, sostienen algunos, que el franquismo, y los fachas que lo amparan de uno u otro modo, sea en algunos aspectos una realidad peor hoy que antes, por más insidiosa y difícil de combatir. ¿Cómo no vamos a comprender al senador Mulet y a la alcaldesa Colau en su combate justo y democrático? Si nosotros no somos capaces de hacerlo, la Historia se lo agradecerá.


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Rafael Núñez Florencio
Soy Doctor en Filosofía y Letras (especialidad de Historia Contemporánea) y Profesor de Filosofía. Como editor he puesto en marcha diversos proyectos, en el campo de la Filosofía, la Historia y los materiales didácticos. Como crítico colaboro habitualmente en "El Cultural" de "El Mundo" y en "Revista de Libros", revista de la que soy también coordinador. Soy autor de numerosos artículos de divulgación en revistas y publicaciones periódicas de ámbito nacional. Como investigador, he ido derivando desde el análisis de movimientos sociales y políticos (terrorismo anarquista, militarismo y antimilitarismo, crisis del 98) hasta el examen global de ideologías y mentalidades, prioritariamente en el marco español, pero también en el ámbito europeo y universal. Fruto de ellos son decenas de trabajos publicados en revistas especializadas, la intervención en distintos congresos nacionales e internacionales, la colaboración en varios volúmenes colectivos y la publicación de una veintena de libros. Entre los últimos destacan Hollada piel de toro. Del sentimiento de la naturaleza a la construcción nacional del paisaje (Primer Premio de Parques Nacionales, 2004), El peso del pesimismo. Del 98 al desencanto (Marcial Pons, 2010) y, en colaboración con Elena Núñez, ¡Viva la muerte! Política y cultura de lo macabro (Marcial Pons, 2014).