En Disidentia entrevistamos a un tipo muy peculiar: Luis Balcarce, autor del libro titulado ‘PRISA: Liquidación de Existencias. Es periodista, pero usted casi seguro que se lo va a perdonar porque no tiene pelos en la lengua y, además, está comprometido con la causa de la libertad. Lo que nos cuenta en esta entrevista no lo cuenta cualquiera en una profesión casi completamente tomada por la corrección política, donde sólo unos pocos valientes se salen de la norma. 

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[Javier Benegas] Hay un libro, aparte de tu magnífico PRISA: liquidación de existencias, que si te parece vamos a utilizarlo de punto de partida, es el de David Jiménez, El Director, que cuenta muchas cosas de los malos hábitos del periodismo. Aunque para mí es más un libro de cotilleo que un análisis en profundidad de la realidad. Y una de las cosas que me llamó la atención del libro fue un error de apreciación del propio autor, que imagino que sería involuntario. Este error es considerar que el periodismo tenía problemas políticos y de manipulación, al parecer, solo desde que empezó a gobernar Mariano Rajoy. Yo no sé si coincidirás conmigo, pero esto no es ni mucho menos cierto. El periodismo sufre manipulación, una presión política enorme desde mucho tiempo antes de que gobernara Mariano Rajoy y el Partido Popular. Es un problema general. Todos los partidos de alguna manera consideran el periodismo como una herramienta a su servicio. Y, por otro lado, muchos periodistas se han equivocado creyendo que ellos eran parte del poder y que podían también ejercer el poder a través de sus medios de comunicación, cuando en realidad han acabado siendo meros peones del poder político.

[J.L. Balcarce] Yo creo que has hecho más que una pregunta, una breve descripción del panorama con la cual en algunas cosas estoy de acuerdo y otras podemos matizarlas. Empezamos hablando del libro de David Jiménez. Nosotros en Periodista Digital somos muy críticos con el libro porque nos pareció una gran impostura. Nos pareció que Jiménez, francamente, no contaba nada que no se supiera. Es más, jamás denunciaba nada con nombres y apellidos. Es decir, David Jiménez contaba cosas que podrías contar tú, las podría contar yo, las podría contar incluso el señor que está cortando el césped frente a la redacción. Decía, “fulanito de tal de un medio de comunicación le ofreció a Bárcenas un maletín con 50.000 dólares”. Muy bien, ¿cuál es ese medio de comunicación? “No lo puedo decir”. “A mí me han contado que un periodista tal… no lo puedo decir”. Y después hacía una especie de refrito. Es decir, nada. La experiencia real de David Jiménez la guardaba y no la contaba. Lo que hacía era un gran refrito de cosas que habíamos publicado algunos.

El libro «El director» de David Jiménez es una gran impostura

Por ejemplo, nosotros sabíamos que él hablaba de Gistau o contaba que un tertuliano (el tertuliano era Jorge Bustos) era el elegido de la Moncloa para las entrevistas. Eso, los primeros en contarlo fuimos nosotros, pero él lo cuenta como información propia. Y así varios ejemplos. Aparte, nos pareció una impostura, porque nosotros hemos denunciado las prácticas que él [David Jiménez] tenía dentro del diario El Mundo. Fue la propia redacción del diario El Mundo la que nos proveyó de esa información. Nos decían, por ejemplo, que Jiménez utilizaba a los periodistas para cubrir los eventos de su mujer, que trabajaba en una importante agencia de comunicación. Los eventos eran de una marca de lujo, y los periodistas de El Mundo tenían que ir y cubrirlos porque le beneficiaba a él. O, por ejemplo, darle bombo a los casos judiciales que llevaba su hermano, que era abogado. Por lo tanto, el libro de David Jiménez es una gran impostura. Luego me preguntabas sobre la etapa de Mariano Rajoy…

Si, a lo que más me llamó la atención…

Perdona, voy a seguir un poco con el tema anterior. No podemos quedarnos en que «cuenta cosas» o hace rumorología. Tú sabes que el programa «Todo es mentira» utilizó el libro de David Jiménez para hacer una gran denuncia de prácticas mafiosas dentro del periodismo que no eran verdad. Ahí se denunciaba, por ejemplo, que empresas energéticas llevaban a periodistas al Mundial de Fútbol… ¿Desde cuándo eso es una práctica mafiosa? Eso sí, se preocuparon de cortar la foto cuando emitían el programa para que no saliera Chema Crespo, que era periodista del diario Público, un medio que para ellos sí merecía todo el respeto. Así que, desde el punto de vista deontológico y periodístico, a mí me parece una gran impostura, una gran mentira y, sobre todo, una gran hipocresía. Porque mientras él ahora se flagela delante de todos diciendo que había visto prácticas mafiosas en el periodismo, esas prácticas no son consideradas mafiosas y son prácticas habituales que, después, tú puedes decir sí o no, pero tú no estás aquí aceptando ningún tipo de soborno. Esas cosas en la profesión pasan y no son consideradas un soborno. Por lo tanto, es una gran impostura por parte de un tío que había estado en Bangkok viviendo a todo lujo, costeado por el periódico durante varios años y cuya mujer salía en un programa de Telemadrid diciendo «Aquí estamos con los millonetis de Bangkok». Y esa parte, quizá, se le olvidó contarla porque esa parte la descubrimos nosotros y la publicamos. Por lo tanto, ¿esa es una práctica mafiosa?, pregunto. Estar en un piso de lujo en Bangkok, que te están pagando, y que salga tu mujer y diga «tenemos aquí una niñera a 150 dólares al mes»… pero eso aquí no es explotación. Esas son palabras textuales. ¿Eso es una práctica mafiosa? Era una buena pregunta que David Jiménez no quiso responder cuando nosotros se lo preguntamos.

Personalmente el libro de David Jiménez me parece fulanismo. Y lo que es peor, es un fulanismo sin nombres: el paradigma del fulanismo. Pero lo preocupante es que la profesión periodística es una profesión sometida a muchas presiones, sin duda alguna, porque tiene que ver con la comunicación y cómo cuentas lo que sucede o cómo no cuentas lo que sucede. Porque, a veces, uno gana más por callar que por contar. Y el periodismo precisamente consiste en contar las cosas, no con la pretensión de ser utópicamente objetivo, sino utilizando la misma vara de medir. Es decir, si un político es corrupto y es de un determinado partido, se debería informar con la misma honestidad que si es de otro partido. Pero la cuestión fundamental es si crees que el periodismo en general, no sólo en España, se está convirtiendo en una especie de tribunal paralelo, que se ha arrogado una especie de superioridad moral. Es el relator de la verdad. Esa verdad que no puede ser puesta simplemente en conocimiento del público, sino que hay que interpretar, contar de una forma determinada. ¿No crees que ese es uno de los problemas del periodismo ahora mismo?

Sin duda. Creo que hoy los medios no están para informar o no están cumpliendo el papel de informar, sino que están para ajusticiar al disidente. Es decir, están en eso que tú ya has explicado, parece que hay una especie de consenso de pensamiento único al que no se puede criticar. Y si tú quieres estar dentro de ese ecosistema informativo, tienes que pensar como ellos y, si no, te quedas fuera. Voy a poner algunos ejemplos. Una tertuliana muy conocida, Cristina Fallarás, en varias oportunidades ha dicho que todo aquel que cuestionase la violencia de género es un maltratador. Lo puedes encontrar en Periodista Digital, no me lo estoy inventando. Y nadie la ha corregido, ninguna presentadora la corregía. También hubo un debate como recordarás sobre el tema de una violación en grupo, si se debería informar si esos individuos son españoles, no son españoles y demás. Pues en la profesión, sobre todo en las televisiones, hay un pánico absoluto a decir de qué nacionalidad son esos individuos. Susanna Griso, en el año 2018, dijo que no había que dar la información sobre las nacionalidades.

Los periodistas tienen pánico a que en las redes sociales, que es desde donde les controlan, les linchen

En Telecinco, Cruz Morcillo, que es una periodista de ABC, estaba hablando del tema de otra “manada” y en un momento dado ella dice «estos señores son argelinos». Entonces hay una pausa y un silencio. Se miran ella y el presentador y, a continuación, ella le dice: «Perdona, ¿no tenía que decir que eran argelinos?» Imagina el miedo que tenía esa mujer a la hora de informar sobre eso. ¿Por qué? Porque tienen pánico a que en las redes sociales, que es desde donde les controlan, les linchen. Y las personas que no pensamos como ellos en temas como el cambio climático, la violencia de género, y tantos otros, no tenemos lugar. Claro, puedes pensar diferente, pero no mucho. En el fondo tienes que pensar igual que todos. Hay muy pocos tertulianos en televisión que estén dando la batalla. Otro caso. En un debate en Mediaset sobre el tema de la mujer, uno de los tertulianos que era uno de los pocos que hablaba del tema del feminismo de una forma, digamos, políticamente incorrecta, pues también acabó tirando la toalla, diciendo que, efectivamente, cuando una mujer está en política se le agrede más porque somos una sociedad machista. Hablo de Antonio Narajo, quien para mí es de los mejores que hay en la televisión. Pero fue una decepción. Otro caso, conexión en directo de Telecinco con Mayka Navarro hablando de la situación en Barcelona (respecto de otra violación en grupo). Ya no podían ocultar lo que estaba pasando, pero dice la periodista: “No queremos criminalizar a nadie, pero sí tenemos que decir que son extranjeros.” Pero luego añade que son solamente un 10 por ciento, que son poquitos. Pero señores, ¡son extranjeros! Es decir, pánico a informar. Pánico de decir lo que están sucediendo delante de sus ojos. ¿Qué tipo de periodismo podemos hacer si no podemos contar lo que tenemos delante de nuestros ojos?

Sabes que en periodismo hay libros de estilo que se quieren imponer a la hora de tratar determinados asuntos, entre ellos, por ejemplo, las cuestiones de violencia de género. Cuando hay algún colectivo en lo que llaman riesgo de exclusión, entonces no debe citarse ese colectivo. Es decir, hay un libro de estilo que dicta cómo los periodistas deben tratar esa información. Pero esto no es exclusivo del periodismo. Ya ocurría en otras profesiones, por ejemplo, en la publicidad mucho tiempo antes. En Gran Bretaña hay una oficina que se dedica exclusivamente a censurar anuncios de publicidad que pueden resultar «ofensivos». Sencillamente su trabajo es censurar Anuncios de publicidad. La dirige un abogado que, además, habrá encontrado ahí un chollo porque seguramente tendrá una buena nomina, porque también de eso se trata. Pero lo importante de todo esto es que al periodismo lo quieren convertir en una alternativa a los tribunales ordinarios, a la justicia ordinaria. No si te habrás dado cuenta últimamente que, en los temas de la corrección política, el ecologismo, el feminismo posmoderno, la xenofobia y todo este tipo de asuntos, los tribunales están poniendo en su sitio las cosas. Es decir, los tribunales están diciendo que la presunción de inocencia no se toca.

Sí, pero tengo una pregunta. ¿Tú no crees que el último fallo del Tribunal Supremo, que fue un fallo en tiempo récord, para elevar la condena de “la manada”, no fue un fallo en el cual influyeron los medios de comunicación? Al final todas las instituciones son permeables, dejan grietas y la política y las presiones entran por todos lados. Lamentablemente no puedo decir con rotundidad que, efectivamente, la justicia va a ser el último muro. A mí ese fallo del Supremo me pareció que salió en tiempo récord. Hablé con varios abogados y me dijeron que jamás habían visto una cosa así para un fallo de un tribunal de casación. Y yo creo que ni siquiera se molestaron en mirar lo que tenían delante, porque lo que querían era un fallo político y no un fallo basado en lo que eran los hechos. ¿Qué pasó con el juez que había hecho el voto disidente, ese voto contrario en la primera instancia? Pues de ese juez el propio ministro de Justicia dijo que estaba loco. Catalá, como ministro de Justicia, ¡dijo que estaba loco! Y por supuesto, los medios de comunicación se encargaron de él. Imagínate que un ministro de Justicia deja en evidencia a un juez que no ha votado lo que quería la masa, lo que querían las calles, lo que querían los de las antorchas en la mano. Pues imagínate la confianza que a mí en ese sentido me quedó.

¿Qué pasó con el juez que había hecho el voto disidente, ese voto contrario en la primera instancia? Pues de ese juez el propio ministro de Justicia dijo que estaba loco

Otro caso. Hace no mucho, en un debate en televisión, estaban debatiendo sobre ese individuo que con un cuchillo en Puerto Umbria intentó herir, asesinar a un policía. Había un representante de un sindicato policial, la presentadora y otras analistas. Y en un momento determinado empezaron a hablar de que este individuo tenía una seria de discapacidad y eso había que ponerlo en valor. Y el policía se levantó y dijo: «¡Oiga, ahora parece que matar a un policía es gratis!» Era como una especie de válvula de escape, una fuga de agua. Como diciendo “¡ya está bien, ya está bien, pobrecito el policía, no pobrecito el que pretende apuñalarle!”. Escuchabas al resto de la mesa y te llevabas las manos a la cabeza. Bueno, al final ese señor no va a pisar la cárcel.

Pero eso hay que matizarlo también, porque es un acuerdo entre las partes. la acusación y la defensa llegan a un acuerdo y proponen ese acuerdo al juez… Aunque también es verdad que ese tipo de sentencias en base a acuerdos no serían posibles si la opinión pública tuviera muy claro que a un policía no se le puede apuñalar.

Luego tuvimos otro caso, desde el punto de vista mediático, muy interesante. Fue el caso de Plácido Domingo [y las supuestas agresiones sexuales]. Pero para entonces el mito [Me Too] estaba herido de muerte. Ya no tenía la credibilidad de cuando todo esto arrancó. Porque una de sus principales adoradoras, promotoras fue condenada por un caso parecido. Y estaba el caso de Kevin Spacey, que fue absuelto sin ningún tipo de cargo, aunque después de haberle destrozado la carrera. Con Plácido domingo, como es español, se cuidaron un poquito más. Y ahí ya empezaron a preguntarse si había dudas, si había pruebas. Bueno, tú sabes cómo informativamente se presentó esto. Todo nombres anónimos. Y la única que dio la cara diciendo: «Si este señor era Dios, ¿cómo le íbamos a decir que no?». Y así todo. Pero, vamos a ver, ¿cuándo vamos a reconocer también que ha habido mujeres que han aceptado favores o que han reconocido que se han aprovechado de su cuerpo para ascender socialmente? ¿Se puede decir esto? Bueno, ¡prueba a decirlo en una televisión!… Algo que es una realidad. Todos conocemos a alguien, todos sabemos que forma parte de las reglas del juego. Pero tú dices esto en una televisión y ya no puedes salir de tu casa. A Arcadi Espada le cayó una buena.

Todo esto viene a cuento porque hay un punto de inflexión con el tema de ‘la manada’ de Sevilla. En la manada de Sevilla estaba claro que eran machos ibéricos, eran españoles. Pero cuando empezaron a aparecer otras manadas, ya el discurso no valía. Recuerdo, por ejemplo, a Marta Nebot en la televisión diciendo: «Es que son los hombres los que nos matan, ¿cómo vamos a tener un día del hombre? El Día del hombre es lo mismo que tener el día del terrorista.” La idea era criminalizar al hombre por ser hombre. Pero claro, cuando empiezan a aparecer otras manadas el discurso del macho ibérico se les empieza a quedar pequeño, porque la mayoría eran extranjeros. Y como no pueden decir que eran extranjeros porque no puedes excitar a la extrema derecha, ¿qué haces? Pues, como Elisa Beni, dices que el problema es el porno, el porno duro. Que el problema es que estos chicos ven muy temprano porno. Esa es la causa. ¿No se dan cuenta que hay un tema cultural? No son chinos, no son suizos, no son norteamericanos… ¿No les llama la atención el factor cultural en este caso? Se sabe que en otros países hay talleres de educación sexual para determinados colectivos, en especial para los musulmanes, porque ellos entienden que una mujer en minifalda es una puta. Y lo que estoy diciendo lo pueden contrastar yendo a YouTube y viendo los reportajes de la televisión inglesa. Bueno, pues es imposible.

La izquierda ha hecho algo muy inteligente. Ha perdido la batalla ideológica con la caída del Muro de Berlín el año 1989 y tiene que buscar otra batalla. Y penetra en el mundo cultural y ahí se encuentra con un erial

Esta charla que estamos teniendo tú y yo está prohibida. Y si no se puede hablar de esto, ¿cómo nos vamos a atrever a denunciar los que está pasando delante de nuestros ojos? Claro, hacerlo puede animar a algunos partidos políticos que no nos convienen o que no nos gustan o que nos molestan. Es solo eso, porque es lo que la izquierda impone. Hace tiempo que la izquierda no hace política, es una religión que está buscando permanentemente apóstoles. En su momento fue la víctima de “la manada” y hoy es Greta Thunberg, y vete a saber quién vendrá después. Son sacerdotisas, intocables. ¿Cómo vas a cuestionar una causa como esa? La izquierda ha hecho algo muy inteligente. Ha perdido la batalla ideológica con la caída del Muro de Berlín el año 1989 y tiene que buscar otra batalla. Y penetra en el mundo cultural y ahí se encuentra con un erial. Y dice «aquí vamos a controlarlo todo». Esto ya no es algo solo de partidos. Esto es pensamiento único, transversal, que inunda y atenaza absolutamente todo. Está hecho precisamente para arrinconar al disidente, al que no piense como tú. Es una vieja táctica comunista. No es que el otro esté equivocado, es que está loco. Esa es la idea. Es decir, aniquilar civilmente a quien no piensa como tú.

¿Te acuerdas de Lysenko, del lysenkismo? Aquel «científico» soviético que afirmaba que la ciencia que investigaba la genética, el genetismo, era una ciencia falaz, burguesa y capitalista. Y él inventó una ciencia alternativa propia, una ciencia particular para el régimen comunista que se aplicó en la agricultura y fue una catástrofe. Provocó una terrible hambruna y millones de muertes. Lysenko decía, por ejemplo, que espontáneamente un naranjo se podía convertir en un manzano. Bueno, pues a los científicos que discrepaban, a los que eran honestos, los encerraban en manicomios. Y lo justificaban diciendo que cómo alguien podía resistirse a tal maravilla. Porque quien se resistía a una felicidad tan extraordinaria como la que suponía el régimen comunista, no podía ser una persona cuerda, tenía que estar loca.

Ellos han monopolizado la felicidad. El bien de ellos es el bien de la humanidad. Entonces, si tú me agredes a mí, estás agrediendo a todos, estás agrediendo a todas las mujeres, estás agrediendo al planeta.

Si conduces un automóvil con motor diesel, estás matándonos directamente…

Fíjate cuando el socialismo se adueña de la idea de «justicia social». Es muy difícil que alguien diga «yo estoy en contra de la justicia social». Porque entonces estás contra los derechos de los más desfavorecidos. A Perón le piden en una entrevista que describa a la sociedad argentina políticamente. Y dice: «Bueno, un 30 por ciento son del Partido Radical, el 25 por ciento son conservadores, después tiene un 10 por ciento que son socialistas…» Entonces el periodista le interrumpe y le dice: «Perdone, ¿y peronistas? Y Perón le contesta: «¿Peronistas? Peronistas son todos.»

Es una anécdota muy ilustrativa [risas]

Y aquí estamos. Esto no es una cosa de derechas e izquierdas. Esa anécdota es una verdad como un templo, absolutamente incuestionable.

¿Crees que en un momento dado se va a dar la vuelta a estas conductas? Es decir, que no está ni mucho menos todo perdido, sino que cada día hay más personas que, fuera de las televisiones, están dando la batalla. Hace unos años escribí uno de los primeros artículos que iban directamente a la medular del feminismo posmoderno. Y desmontaba el concepto de violencia de género. Recibí incluso amenazas de muerte. Y en el propio periódico donde trabajaba, algunos de mis compañeros se molestaron. Luego se les pasó. Fue un momento de ofuscación porque alguien se atrevía a decir ciertas cosas entonces. Hoy las cosas han cambiado. Sin ir más lejos, en Disidentia hay autores, hombres y mujeres, que escriben sobre estos temas sin tapujos. Y también otros periodistas, cosa que antes era impensable. Por lo tanto, ¿no crees que está habiendo una reacción bastante intensa?

Bueno. Por un lado, soy bastante pesimista en estas cuestiones. Pero, por otro lado, si echas la vista atrás y ves cómo estamos ahora, creo que hay algunas razones para el optimismo. En el caso del feminismo, por ejemplo, las mayores críticas provienen de las mujeres. Antes, efectivamente, decías eso y te retiraban la palabra. Ahora muchas mujeres te dicen mira quizá no lo habría dicho como tú o no puedo decirlo porque soy mujeres, y van a ir contra mí, pero estoy muy de acuerdo contigo. O sea, las mujeres se han dado cuenta de que el feminismo lo que hace es tratarlas como seres inferiores. El feminismo es como un islam al revés que les dice a las mujeres lo que pueden o lo que no pueden hacer. Así que sí, a la larga hay razones para el optimismo. Fíjate, hace no mucho alguien que estaba haciendo un reportaje sobre el peronismo me decía: “es que en Argentina no hay salida al peronismo”. Y yo le decía que claro que hay salida, que en Argentina se ha votado muchas veces en contra del peronismo. Y mira que tienen poder, que tienen el control y, sin embargo, en varias ocasiones la sociedad se hartó y votó en contra del peronismo. Entonces, ¿cuál es el problema? Pues que lo que vino fue igual o peor que el peronismo. Cuando tú le das la oportunidad para que haga algo diferente, como a Macri, y hace lo mismo o peor, pues al final te sale rana. Y te digo Macri como te puedo decir Raúl Alfonsín, Fernando de la Rúa y todos los que desde fuera del peronismo han tenido su oportunidad y la perdieron. Así que, en ese sentido, políticamente no tengo mayores esperanzas. Pero yo creo que hay una batalla cultural que se está dando. Y hoy somos más fuertes que antes.

Quieren que las redes sociales sea otro instrumento de control, pero les ha salido mal con Donald Trump

El tema de las redes, quieren que sea otro instrumento de control, pero les ha salido mal con Trump. Lo de Trump es muy sintomático. Cuando cae Mark Zuckerberg con el tema de Cambridge Analytica… Zuckerberg es del lobby de Silicon Valley, que es como Hollywood, es decir, ellos están con el progresismo evidentemente. Pero cuando se enteran de que Zuckerberg vende información a Cambridge Analytica para hacer la campaña a políticos del Partido Republicano, dicen: “Zuckerberg, nos has traicionado”. Entonces empiezan a aparecer grietas entre ellos. Y ahí la disidencia puede ganar… a largo plazo.

Mira, yo estudié Comunicación en la Universidad de Buenos Aires a principios de los años 90. Eso era el campamento de Sendero Luminoso. Pero como el Muro de Berlín acababa de caer, tenía el viento a favor. Y con mis pocos argumentos y el cacao mental que tenía entonces, defendía la propiedad privada, la libertad, el capitalismo, defendía los derechos individuales. Por supuesto, tenía a todo el mundo en contra. Y había otros que se te acercaban y te decían: “mira, pienso como tú pero no me atrevo a decirlo”. Esto ha sido siempre así. Entonces, más que estar preocupados de si ellos no piensan como nosotros, debemos preocuparnos por mejorar nuestros propios argumentos. Jordan Peterson lo dice muy bien, no hay que hacerse el bravucón, no hay que perder la compostura, hay que argumentar con una sonrisa. Entonces, siempre aparece un personaje de estos que tiene millones y millones de “likes”, millones de seguidores, ¿cómo voy a ser pesimista si en realidad hay un montón de gente que piensa distinto? Por eso hay que dar la batalla hasta el final. Pero de la política no espero nada, esto es una batalla cultural. Yo hago un programa, en el cual tú colaboras, que se llama El Quilombo. Y si El Quilombo tuviera un eslogan sería “la batalla cultural”, porque en ese programa no me interesa hacer política sino hablar de estos temas.

La cuestión importante, para mí, más que una batalla cultural es no perdernos, no renunciar a lo que somos, de dónde venimos. Porque el mensaje que está lanzando este “progresismo posmoderno” es que todo, todo lo hacemos mal: la familia está mal, la relación hombre-mujer está mal, nos relacionamos mal, hablamos mal, hay opresión, violencia estructural, el capitalismo mata, vamos a destruir el mundo… es decir, todo, absolutamente todo está mal. Si te das cuenta, en los últimos trescientos años no hay nada que se haya hecho bien en Occidente.

Porque es un pensamiento reaccionario, decadente. Si echas la vista atrás, desde los románticos alemanes, existe un pensamiento que nos está intoxicando, que nos dice que el mundo se cae a pedazos, que nosotros como individuos no valemos nada, que hasta que no venga un héroe, un Führer que nos redima, no valdremos para nada. Hay un pensador muy interesante, Sebreli [Juan José Sebreli], que tiene un libro titulado El asedio a la modernidad. Yo soy moderno, lo soy, pero cuando los niños llegan a la universidad con la mente en blanco les enseñan que la Ilustración, el disenso, pensar mediante la razón y no con supersticiones, es con lo que hay que acabar. Y por supuesto, que la verdad es relativa porque depende de quien la diga… Eso es Foucault [Michel Foucault], uno de los epítomes de la intoxicación y de lo políticamente correcto. Claro, cuando tú dices que la verdad es relativa ya tienes un problema, un problema epistemológico. Entonces, cuando tú haces el recorrido filosófico ahí te encuentras a los grandes decadentes de Occidente, te encuentras a Toynbee, a Spengler… a los que permanentemente han tirado mierda sobre Occidente. ¿Cuál es la batalla? La batalla es defender los valores de la Ilustración, de la modernidad, porque esos son los fundamentos de Occidente…

Los puedes defender, además, no sólo desde lo intelectual sino desde los propios datos. Nunca la humanidad ha estado mejor que ahora. Nunca ha habido una mejora tan prolongada e intensa en la mortalidad, en la pobreza, en el hambre, en las enfermedades. Ante esta realidad aparecen personajes, como Greta Thunberg, que dice que el mundo se va a acabar, que te dice “quiero que tengas miedo, que sientas pánico como yo lo siento”. Y los políticos la reciben en los parlamentos y la aplauden. Pero a pesar de que lo habitual es decir que la sociedad es estúpida, que la humanidad es imbécil, porque al parecer no formamos parte de ella y todos son estúpidos menos nosotros, al final mucha gente corriente demuestra más sentido común que los políticos y más valentía. Porque quizá lo que nos falta son líderes políticos capaces de apadrinar esa reacción, esa reacción positiva que no consiste en ir en contra de, sino a favor de.

Así todo, la paradoja es que se nos dice que estamos conquistando derechos sociales, por ejemplo, para las mujeres. Hace no mucho se hizo viral una entrevista a pie de calle, donde un periodista preguntaba a una chica qué dónde estaba la desigualdad, que qué podía hacer un hombre que ella no pudiera hacer hoy en día. Y la chica se quedaba en blanco. Es decir, que puedo hacer yo hombre que no puede hacer una mujer. Esa es la pregunta que una feminista radical nos tendría que responder. España es en ese sentido una de las sociedades más abiertas.

Ante estos falsos discursos, ¿qué te encuentras?, ¿un discurso alternativo, pujante? No. Te encuentras con la falsa conciencia

Hay un documental en Netflix sobre la India. En la India tener una hija mujer es un castigo porque la familia tiene que ahorrar para poder pagar una dote al marido. Y el caso era el de una hija que era la segunda hija mujer… ella era ya el castigo divino de esa familia. Es decir, una mujer en la India no vale ni para barrer, es un cero a la izquierda. Pero aquí es todo lo contrario. Sin embargo, ante estos falsos discursos, ¿qué te encuentras? ¿Un discurso alternativo, pujante? No. Te encuentras con la falsa conciencia, con el miedo del que hablabas tú antes. Y eso traducido en términos coloquiales es “dinerito”. La mentalidad de para qué voy a esforzarme, para que me voy a romper la espalda para lograr un futuro mejor o comprarme una casa si puedo “okuparla” y, además, el Gobierno me lo subvenciona…

Te voy a hacer una pregunta clave. ¿Dónde estarían muchos periodistas que hacen carrera con estas causas, con estas grandes causas, si no existieran estas causas?, ¿qué habría sido de sus carreras?, ¿qué relevancia tendrían? Es decir, ¿adónde habrían llegado si hubieran tenido que limitarse a analizar la realidad, a hacer periodismo tal cual, que es un trabajo arduo, duro, cansado?, ¿qué habría sido de ellos?

Mira, esta sociedad premia más al que se queja, al que no hace más que al que hace. Cuando tú construyes, vamos a poner por ejemplo a Amancio Ortega, van contra ti. Cuando tú eres un ejemplo empresarial, de creación de riqueza que se estudia en las mejores universidades del mundo, aquí se te cuestiona. Porque al tío que le va bien es sospechoso y al tío que se queja, a ese hay que ayudarle. El mensaje que hemos transmitido desde la Gran recesión hasta aquí es que, claro, hay gente que lo está pasando mal y hay que ayudarles. Y las élites. que no tienen ningún proyecto de país. ¿qué hacen? Las élites caen en esa trampa. Lo vimos en una foto gloriosa, donde un centro comercial y un gran banco entregaban al tipo de Open Arms un cheque de 50.000 euros para que siguiera traficando con inmigrantes ilegales. Y apoyan eso porque se sienten culpables. Como no saben lo que defienden y les han inoculado el virus de la mala conciencia, caen en esa trampa. Y no sólo las élites, también la Justicia. Tú te vas de vacaciones y ocupan tu casa, si quien ocupa tu casa tiene hijos, tiene niños pequeños, tú no los puedes sacar de tu casa porque la Justicia se pone de su lado. No te digo un juez, te digo la Justicia. Y tú que has trabajado, que has hecho las cosas correctamente, que no has delinquido, que te has partido la espalda para tener tu casa, al final la Justicia, porque ha caído también en lo que comentábamos, te va a hacer tragar con eso.

Sí, es cierto, hay cosas que chirrían mucho y habrá que ver qué está pasando también con la Justicia. Porque no puede ser que el que tiene una propiedad se quede sin ella por una cuestión de “buenismo”. Pero voy a romper una lanza por la Justicia. Hay una sentencia extraordinaria en los Estados Unidos, bueno, ya hay varias, pero una de ellas es en contra de una universidad que denunció a una librería que lleva cien años proporcionando los libros de texto a sus alumnos porque uno de ellos había robado en esa librería. Y la librería lo denunció. Pero resultó que el alumno en cuestión era afroamericano o negro, como cada cual prefiera decirlo. E, inmediatamente, ese robo se convirtió en una cuestión de corrección política. Desde la propia universidad se lanzaron calumnias [contra la librería] hasta el punto de que se convocaron manifestaciones a las puertas de esa librería. Y en menos de un mes, esa librería que llevaba más de cien años vendiendo libros a los estudiantes y tenía unos diez empleados, tuvo que despedirlos a todos. Sus propietarios fueron a los tribunales y ahí se demostró que no había ni atisbo de racismo en la denuncia, sino que, en efecto, el alumno en cuestión les había robado. Y el tribunal dictó una sentencia ejemplar que es maravillosa, no sólo porque condenara a la universidad a indemnizar a los propietarios con 44 millones de dólares, sino porque dijo que los responsables de la universidad “habían actuado con malicia y desconocimiento de la verdad”. Esa frase es para enmarcarla. En Disidentia tenemos un estupendo artículo que cuenta toda la historia. Pero no es el único caso, también los tribunales han puesto las cosas en su sitio en el caso de Morgan Freeman, demostrando que la acusación había sido un montaje de una periodista de la CNN. Hay muchos jueces que están poniendo pie en pared y juristas que incluso están escribiendo artículos extraordinarios para denunciar estas derivas.

Porque están viendo que están arruinando injustamente las carreras de mucha gente porque no comulga con sus ideas. E, incluso, la de personajes que podrían comulgar con ellas, como el caso de Woody Allen… si les viene bien lo sacrifican igualmente…

Sobre todo, cuando ya no tiene nada más que darles, cuando está amortizado…

Me alegro de que todavía pueda haber jueces… pero yo no estaba pensando en jueces o tribunales concretos, sino en la Justicia, en las leyes. Le ha pasado a un abuelo al que su nieta le ocupó la casa, a una mujer que se fue fuera, y cuando volvió, le habían ocupado el piso. Me refiero a la gente de a pie, que está desprotegida. Pero por supuesto que no hay que tirar la toalla, hay que luchar hasta el final. Y ese movimiento que tú estás diciendo es muy interesante, y hay que tenerlo muy en cuenta, porque Estados Unidos siempre es un laboratorio social al que hay que prestarle mucha atención, para lo bueno y para lo malo, porque son exportadores de muchas ideas falsas desde sus universidades. Sabes que yo me especializo en medios, pero son mucho más dañinas las universidades que los medios de información…

Al fin y al cabo, los periodistas se forman en las universidades…

Para mí es mucho más tóxico un Juan Carlos Monedero enseñando Políticas en la Complutense, porque todos esos chicos que salen de ahí salen moldeados. Y hasta que no pasen treinta años y se den cuenta de que todas esas ideas eran falsas, se las creerán a pie juntillas.

Y para cuando se den cuenta a lo mejor ya no pueden salir de ahí, porque quizá para entonces dependerán de esas ideas para vivir, su supervivencia estará relacionada con seguir defendiendo determinadas cosas…

Y es que a las universidades no les hemos prestado demasiada atención, pero como tú sabes se han convertido en cotos de caza privados. Ahí no puede entrar nadie, son endogámicas. Son unas mafias de reparto de puestos, de quítate tú que me pongo yo, te coloco porque eres amigo.

En otra entrevista de esta serie que en Disidentia hacemos a personajes singulares como tú, José Luis González Quirós cuenta una anécdota de una conversación, cuya fuente es a su vez Guillermo Gortazar, con Jesús Posadas del PP, que fue presidente del Congreso de los Diputados. Guillermo Gortazar le decía a Jesús Posadas que el centro derecha tenía que defender cosas que no fueran sólo las cuentas [la buena gestión], que tenía que defender principios, valores, la propiedad, la libertad individual, en definitiva, una visión que fuera alternativa a la de la izquierda. Y Jesús Posadas le respondió: “Mira Guillermo, es absurdo que nosotros compitamos con la izquierda en el terreno cultural porque ellos dominan ese terreno. Tenemos que defender que somos mejores gestores”. Es decir, renunciaron a dar la batalla cultural. Pero esto, desde la sociedad en general, está cambiando. Y quienes pueden ayudar a que esto de verdad se arregle son precisamente quienes han ayudado a romperlo, que somos los periodistas. Y lo podemos hacer dando verdadera información, análisis honestos. Y una vez que esto suceda, soy de la opinión de que esto calara no sólo en partidos que se consideren radicales, como dicen, sino en aquellos otros que hasta ahora habían renunciado a defender alternativas culturales mejores.

Pero Javier ¿cómo explicas si no el fenómeno de Vox? Vox es producto de esto, de todo este hartazgo. Detrás de este fenómeno no hay cuatro cavernícolas con antorchas. Hay tres millones y medio de personas que están hartas de una especie de dictadura progresista que no les representa. También son muchas mujeres que están hartas. Imagínate una mujer que ha trabajado de azafata varios años y se ha ganado un dinero para vivir, para pagar sus cuentas, y Leticia Dolera, feminista radical, en una entrevista en el diario El Mundo, cuando le preguntan qué diría a todas esas azafatas a las cuales queréis dejar sin trabajo. Y la respuesta es que al fin y al cabo el cuerpo les va a aguantar hasta los treinta y cinco años y que, a partir de ahí, van a estar sin trabajo igualmente… Eso está ahí, en una entrevista del diario El Mundo. Lo que pretenden es decirles a las mujeres lo que tienen que hacer y lo que tienen que pensar: manejarlas como un rebaño. Y las primeras en darse cuenta de eso son las propias mujeres porque sienten que son tratadas como seres inferiores, sobre todo las mujeres empresarias, las que han salido adelante por sus propios méritos, esas no caen en esa trampita de ¿cuántas mujeres tiene usted en su empresa?… Javier, enciendes el televisor y es de lo único que se habla. Ha habido hasta un debate sobre cuántas mujeres hay en el gobierno de Isabel Díaz Ayuso, cuando la pregunta debería ser “oiga, están poniendo a los mejores, ¿no?”. El hecho de que sea mitad hombres y mitad mujeres no te garantiza que vaya a ser mejor. No quiero un gobierno paritario, quiero lo mejor. Porque entonces la mujer se pregunta si la han colocado ahí por ser mujer y no por lo que vale.

No es verdad que el PP no haya tenido fuerza en los medios, ellos controlaban los medios. Otra cosa es para qué utilizaron ese control. Y lo utilizaron principalmente para matar a sus enemigos políticos internos

Entonces, Vox es la reacción a todo eso, de toda esa gente que se sentía huérfana por lo que tú dices, porque el Partido Popular se dedicó a eso, a ser segundo, a cimentar el voto del miedo. Porque no es verdad que no hayan tenido fuerza en los medios, ellos controlaban los medios. Otra cosa es para qué utilizaron ese control. Y lo utilizaron principalmente para matar a sus enemigos políticos internos y para darle protagonismo a Podemos. Qué gran frase la de Mauricio Casals, grabada por la Guardia Civil, cuando dice “el sándwich al PSOE con La Sexta funciona de cine”, que es cuando Podemos copaba las televisiones. ¿Y cuál es el resultado? Pues tener a Ramón Espinar y a Juan Carlos Monedero de celebrities en las principales cadenas de televisión.

Bueno, hay que ser optimistas porque la Generación Z televisión ve poca, muy poca. Y según las encuestas es una generación que prefiere ser empresaria, buscar su propio futuro contra viento y marea. Además, son conscientes de cómo funcionan las cosas porque se han criado a la sombra de la crisis, durante la Gran recesión.

No ven la televisión, pero ven Netflix. Y ahí también hay que dar la batalla.

Pero ellos te lo dicen: “hay que ver la cantidad de corrección política que hay en Netflix”. Habla con ellos. A me gusta mucho hablar con la gente joven no porque vayan a ser el futuro, eso es de Perogrullo, sino porque me interesa mucho saber cómo respiran.

Pues a mí me asusta ver lo que han sido estas generaciones, supuestamente las mejor educadas, las mejor formadas, permanentemente pidiendo, preguntando que hay de lo mío. No todos, hablo en general. Aquí, en Periodista Digital, por ejemplo, tenemos gente joven fabulosa, con muchas ganas de trabajar. Pero cuando veo a miles de chicas jóvenes gritando “Sola, borracha, quiero llegar a casa” a mí me deprime bastante.

Pero esa es la burbuja que nosotros precisamente, los que trabajamos en los medios debemos pinchar. Eso entra dentro de la teoría de los grupos, es decir: parece que son más los que mejor organizados están. Los jóvenes que están buscándose la vida no se juntan y salen a la calle a gritar “¡queremos trabajo!”, porque ellos están en lo suyo, en salir adelante. En cambio, los que protestan, los que se quejan están muy bien organizados. Y crean una burbuja informativa. Yo estoy convencido de que todo esto es una gran burbuja y que poco a poco se irá pinchando.

Pero hay que tener cuidado con las burbujas, no hay que menospreciarlas ni minimizarlas porque son las que abren los telediarios. Y cada vez que una persona llega de trabajar y enciende la televisión, lo que ve es un grupo de trescientas tías gritando, encuadradas de tal manera que parecen tres mil. Y al final dices, oye… Y están así las veinticuatro horas. Al final parece que son tres millones.

Pero nosotros cada vez somos más, Luis.

Así es. No hay que rendirse, hay que dar la batalla hasta el final.