Estamos preparados para volver a traer a Francia a la vida”. Es el lema, sugerente y vacío como cualquier otra declaración política, con el que Marine Le Pen ha retado al presidente Emmanuel Macron y a la propia sociedad francesa, a la vista de las improvisadas elecciones legislativas. El presidente las convocó el mismo día en que se conocían los resultados de las elecciones europeas, que mostraban un resultado espectacular de Reagrupación Nacional.

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No es ya que sea el primer partido de Francia; lleva más de una década siendo así, sino que más que dobla al siguiente partido, que es precisamente el de Macron: 31,4% frente a 14,6%. Cerca del partido de Macron está el otrora todopoderoso partido socialista, o la coalición de añicos que queda de él. Luego la ultraizquierda de Mélenchon, con casi un 10%, y los ex gaullistas, con algo más de un 7%. El dominio social de Reagrupación Nacional es apabullante.

Una parte de los franceses ve que recae sobre ellos una ideología oficial que no responde a la realidad. Y ven cómo del encuentro entre unos cuantos mandamases surge un pacto verde que los ciudadanos no han firmado, pero que están empezando a pagar

Pero no necesariamente el dominio político. La Asamblea Nacional de Francia se elige con circunscripciones uninominales a dos vueltas. De modo que si no hay un vencedor con más de la mitad de los votos, se eliminan todos los candidatos que no sean los dos primeros, y éstos se reparten el voto. Siempre se han juntado todos los partidos que no fueran el FN o ahora la RN, y lo convertían en un partido prácticamente extraparlamentario.

El auge de RN está cambiando eso. En las elecciones de 2017, el Frente Nacional obtuvo el 13,2% del voto en primera vuelta y el 8,8 en segunda vuelta, y obtuvo el 1,4% de los diputados. En las últimas elecciones legislativas, con el 18,7% en primera vuelta y el 17,3% en la segunda, obtuvo el 15,4% de los asientos de la Asamblea Nacional.

En las segundas vueltas, los votos a los partidos caen… menos a las formaciones mayoritarias, que pueden presentarse a una segunda vuelta. Con un tercio de los votos que puede llegar a recoger en las elecciones nacionales, y siendo con diferencia el primer partido de Francia, ahora RN puede beneficiarse del sistema. Volverá a pasar lo mismo: se unirán todos los otros partidos en contra. Lo sabemos porque el líder de los Republicanos (ex gaullistas) sugirió una alianza con Le Pen y le echaron al día siguiente. Pero una cosa son los partidos, y otra los votantes. Y a pocos días para la primera vuelta (domingo, 30 de junio), RN sigue subiendo en las encuestas.

Se le enfrenta Ensemble, el cascarón amarillo liderado por Macron, y que obliga a los medios de comunicación a llamar “centro” a un partido que asume en general la ideología de la Unión Europea y de la ONU. En general, porque poco a poco el macronismo va adoptando tintes críticos con la ideología woke, y empieza a hablar de la inmigración en unos términos que no son automáticamente condescendientes.

Y se le enfrenta, también, uma amalgama de partidos de diverso tipo, todos a la izquierda, en el que cabe el Partido Socialista, pero también la formación antisistema de Mélenchon, los verdes, los comunistas… Lo han llamado Frente Popular para traer a la memoria los años en los que la lucha desde el fascismo con cuñas de la misma madera tenía más sentido. Pero no tiene ninguna base real.

El Frente Popular, además de una estrategia política dictada desde Moscú, fue una experiencia que fracasó de manera brutal. Quizás por ello, Mélenchon dijo que Leon Blum tenía poca experiencia en la política cuando llegó al poder. La diputada insumisa Mathilde Panot (Tours, 1989) asumía la veracidad de lo que había dicho su líder en una entrevista, pero le hicieron ver que antes de ser primer ministro había sido parlamentario durante década y media. “La verdad es que no sé de dónde lo he sacado”, reconoció Panot. No conoce la historia del Frente Popular, y me temo que muchos de sus votantes, tampoco. Lo cierto es que es una coalición que forjaron los líderes de los diferentes partidos en seis días de negociación a puerta cerrada. ¿Asegura ello que los votantes de izquierdas prefieran a un candidato de Macron a otro de Le Pen con un programa económico y social que ellos pueden ver en parte como propio? No lo creo.

Claro, que se puede producir la situación contraria. En el fondo, a lo que asistimos en Francia, como en el resto de Europa, es a un desplome de ese centro centrado que, por pudor, no se hace llamar “liberal”, y para el que el cambio climático es la única fe que profesa. Lo refleja la última portada del órgano socialdemócrata The Economist: sobre el titular France’s centre cannot hold se ve una bandera francesa con el rojo y el azul separados por el vacío. Una nube sobre el cielo le presta el blanco de la banda central. El Frente Popular puede ser quien se enfrente a RN en muchas circunscripciones. Ahí, sus votantes optarán por el FP con entusiasmo o rabia.

Le Pen espera colocar a su alfil Jordan Bardella como primer ministro de Francia. Sería una “cohabitación” inédita. RN ganaría crédito como partido de gobierno (ahora sólo gobierna en corporaciones locales) y como alternativa política nacional. Macron juega a que los franceses vean a quién han votado… y se arrepientan antes de que lleguen las elecciones presidenciales.

Lo que no cambiarán estas elecciones son las fuerzas que han aupado al partido de Le Pen. Una parte de los franceses ve que recae sobre ellos una ideología oficial que no responde a la realidad. Y ven cómo del encuentro entre unos cuantos mandamases surge un pacto verde que los ciudadanos no han firmado, pero que están empezando a pagar. ¿Sube Reagrupación Nacional? Y más que lo va a hacer.

Foto: Norbu GYACHUNG.

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