En cuanto empezó a tomarse la medida de la crisis sanitaria que vive España, y en correspondencia la medida de la combinación de incompetencia y saña con que ha obrado el Gobierno español, sus poderosos apoyos mediáticos intentaron que el pueblo centrase su legítima indignación en la Comunidad de Madrid.
Por un lado, lo tenían fácil. Madrid supera al resto de comunidades autónomas en el incisivo ataque del virus. Además, está presidido por una mujer. La izquierda no acepta que nadie de derechas esté en el poder, pero mucho menos una mujer, por razones que reconozco que se me escapan.
Pero, incluso para la rehala se fieles del Gobierno, sus apoyos necesitan ofrecer alguna razón que le otorgue alguna consistencia a las acusaciones contra Isabel Díaz Ayuso y su equipo. No podían acusarle de actuar tarde. Fue la primera administración en tomar una medida drástica. De modo que recalaron en el consabido argumento de los recortes. El Partido Popular, que lleva 25 años presidiendo la Comunidad de Madrid, habrá vomitado desde ella todo el desprecio que siente por lo público, y en consecuencia habrá impuesto, con la fruición de Robespierre por la guillotina, severos recortes en el gasto sanitario. Los recortes son los responsables de la acumulación de contagios y muertes por coronavirus en Madrid.
Portugal y Grecia, como otros países que han sido eficaces en el control de la epidemia, actuaron de forma rápida y racional. Y su ejemplo muestra que los recortes nada tienen que ver con la extensión de la epidemia
Pero esta acusación sólo sirvió para darle la oportunidad a la Comunidad de Madrid mostrar que esos recortes no existieron, y que ha aumentado el gasto por paciente en un 8,5 por ciento desde 2011, de modo que no se ha insistido más en ello.
Por otro lado, todos los españoles nos hemos felicitado por contar con el mejor sistema sanitario del mundo, uno de los bulos de esta crisis. Yo me pregunto en qué momento se dijo Pedro Sánchez que podía retrasar la respuesta la amenaza de la epidemia por la resistencia de nuestro sistema sanitario.
Corramos a decir que, en primer lugar, nuestra sanidad no estaba preparada para asumir este número de infectados, como se ha demostrado. Y que la enfermedad no tiene un tratamiento, sino sólo alguno de sus síntomas más peligrosos, como la falta de respiración. Pero la cantidad de respiradores nada tiene que ver con los recortes, donde se hayan producido, y sí con la gestión de las compras, y esa responsabilidad recae en el Gobierno.
De modo que la idea de que los recortes tienen algo que ver con la gestión de la epidemia no está clara. Y mucho menos si comparamos a España con otros dos países europeos, como Grecia y Portugal. Portugal tiene un sistema sanitario parecido al español, en el sentido de que se apoyan los sistemas público y privado. Según el Colegio de Médicos de Portugal, trabajan en el Servicio Nacional de Salud 29.000 de los 56.000 médicos del país. En Portugal hay 4,43 médicos por cada mil habitantes, en España 3,87, en Grecia 6,26.
El Banco Mundial recoge datos de gasto en Sanidad per cápita y como porcentaje del PIB. Dado que tiene en cuenta tanto el sector público como el privado, no es un indicador adecuado para observar con precisión la medida de los recortes. Pero sí nos permite aproximarnos a ello por dos razones: el gasto público es un porcentaje preponderante del gasto sanitario (64,2 por ciento en Portugal, el 60,3 por ciento en Grecia y el 70,5 por ciento en España. Y, en segundo lugar, el gasto sanitario público cambia más según los avatares políticos y necesidades y posibilidades de financiación presupuestaria, que el sector privado. Éste se ajusta a las necesidades de sus clientes, que previsiblemente no cambian tan bruscamente.
Portugal destinaba un 9,35 por ciento de su PIB a gasto sanitario. El año siguiente subió al 9,88 por ciento, pero más por caída de la producción que por la evolución del numerador, y desde entonces ha caído al 9,08 por ciento en 2016, último año para el que hay datos. En Grecia ocurre lo mismo: el gasto sanitario ha pasado del 9,38 al 8,45 por ciento del PIB. En España no se puede decir lo mismo. Como en Portugal y Grecia, el porcentaje de gasto sanitario sobre el PIB creció en 2009, pero sobre todo por el desplome de la producción: pasó del 8,29 al 8,99, y se ha mantenido en el entorno del 9 por ciento desde entonces.
Los datos de Eurostat nos acercan más a la evolución del gasto público en Sanidad, pues controla el gasto público per cápita de los últimos años. En el caso de Grecia, ese gasto per cápita pasa de 550,6 euros en 2009 (no hay registro para 2008) a 370,5 en 2017. En Portugal, de 1.031,9 euros en 2008 a 1.101,4 en 2017, por lo que 2017 es el primero en que recupera los niveles de gasto de 2008. Y en el caso de España, el gasto público sanitario per cápita aumentó todavía en 2009, y empezó a corregirse desde ahí. Ahora volvemos (1.476,8) a los niveles de 2010.
El 31 de marzo, Portugal otorgó un derecho temporal de residencia a los inmigrantes y solicitantes de asilo para que pudiesen acceder a los servicios públicos.
Esos recortes en Portugal y Grecia no han llevado a esos países a tener una mayor incidencia del virus. Es muy difícil hacer comparaciones entre los países. Sabemos que los datos oficiales de España son mucho menores que los reales, y la situación no tiene por qué ser diferente en los otros dos países. Con todo, la diferencia es de orden de magnitud, lo que nos permite pensar que allí sí se ha gestionado mejor. En España hay, a la entrega de este artículo, hay 198.470 positivos, y 20.453 muertos. En Portugal, 19.687 infectados y 687 muertos, y en Grecia 2.207 infectados y 105 fallecidos.
¿Cómo lo han hecho nuestros vecinos europeos? Pedro Sánchez, en una de las declaraciones más estupefacientes de su espectacular carrera de mentiras, dijo en sede parlamentaria que España se había adelantado al resto de los países de Europa porque declaró el estado de emergencia el día 14 de marzo. Lo cierto es que Portugal adoptó la medida el día anterior, el 13 de marzo. En cualquier caso, lo importante no es en qué fecha del calendario se adoptan las medidas, sino en qué momento de extensión del contagio. Por utilizar el eufemismo de moda, en qué punto de la curva se empieza a actuar. Cuando Portugal declaró el estado de alarma, había en el país 78 personas contagiadas, y ningún fallecido.
Lo hizo alarmado por el amenazante aumento de los contagios y las muertes no en Portugal, sino en España. Ese día España había contabilizado 3.004 infectados y 84 muertos. Cuando Pedro Sánchez adoptó la misma decisión que el primer ministro de Portugal, Antonio Costa, la situación en España estaba descontrolada, con 4.231 contagiados y 112 muertos. La agencia de noticias Reuters cita a Ines Fonteira, investigadora del Instituto de Higiene y Medicina Tropical de Lisboa, quien considera que “Portugal fue muy rápida al adoptar las medidas. Otros esperaron más tiempo. Hemos tenido la ocasión de observar por lo que han pasado otros países”.
Una medida importante adoptada por Portugal fue la prohibición de los familiares de visitar a las personas acogidas en los asilos. Separar a la población vulnerable de las causas de contagio es una de las medidas más importantes. En ese sentido, no sólo el gobierno nacional, sino los autonómicos adoptaron una medida sin la necesaria reflexión. El cierre de los colegios tendría que haber sido anunciado con más antelación, para avisar a los padres de que en ningún caso pusieran a los niños a cargo de sus abuelos.
Portugal canceló todos los eventos culturales y deportivos, y suspendió las clases. También impuso restricciones al acceso de restaurantes y centros comerciales. Con vistas a la Semana Santa, el gobierno de Portugal prohibió los desplazamientos fuera del municipio de residencia entre el 9 y el 13 de abril. Los viajes internacionales se limitaron a un cinco por ciento.
Pero el confinamiento no va mucho más allá. Con la excepción de unas pocas actividades cercenadas, como las citadas, los portugueses van a trabajar con normalidad. La construcción, por poner un ejemplo, no ha minorado su actividad.
Grecia comenzó a actuar a finales de febrero, cuando prohibió la celebración de los carnavales. Ordenó el cierre de los colegios el 4 de marzo, antes de cualquier otro país. Pronto le siguieron los bares y restaurantes, los cines y los centros comerciales, los museos y los gimnasios. También prohibió las reuniones de más de diez personas, cerró el acceso a las playas.
Los graves problemas financieros no impidieron a Grecia duplicar el número de camas UCI, para atender lo que ya se esperaba, y contrató a cuatro mil médicos y enfermeras. Y adoptó alguna que otra medida inteligente, como permitir que los ciudadanos reciban las recetas para sus medicamentos en sus teléfonos, de modo que no tengan que desplazarse a los centros de salud.
Portugal y Grecia, como otros países que han sido eficaces en el control de la epidemia, actuaron de forma rápida y racional. Y su ejemplo muestra que los recortes nada tienen que ver con la extensión de la epidemia.