“Un cilindro se sienta en una habitación. Es impasible, suave, simple y pequeño. Se encuentra a 14.8 cm de altura, con una única luz circular azul y verde que fluctúa alrededor de su borde superior. Está atendiendo en silencio. Una mujer entra a la habitación con un niño dormido en brazos y se dirige al cilindro.

Publicidad

‘Alexa, enciende las luces del pasillo’

El cilindro cobra vida. ‘DE ACUERDO.’ La habitación se ilumina. La mujer hace un leve gesto con la cabeza y lleva al niño al piso de arriba.”

Esta escena de la mujer que habla con Alexa procede de un video promocional, en la versión de Amazon Echo. Explica que el Echo se conectará con Alexa (el agente de inteligencia artificial) para «reproducir música, llamar a amigos y familiares, controlar dispositivos domésticos inteligentes. Todo queda en las más absoluta transparencia, nadie advierte al propietario de la red subterránea que hace posible su consumo.

La tendencia natural cuando hablamos de Inteligencia Artificial es pensar en robots y autómatas, aunque se trata de un entorno tecnológico más extenso y complejo. Los coches autónomos, la reconversión y eliminación de miles de empleos, el reconocimiento de voz, agentes virtuales, biométricas, defensas cibernéticas, reconocimiento de rostros, imágenes, emociones, son algunas de sus evidencias.

La cibernética procede del término griego timonero de una embarcación, “arte de manejar un barco”. Platón lo utilizó en su República como “arte de dirigir a los hombres”. Norbert Wiener inventor de la palabra, lo describe como “campo completo de la teoría de control y comunicación, bien en personas o en animales”.

La biología computacional, en su uso de algoritmos, explora la comprensión de los problemas biológicos que afecta a diferentes sectores y ámbitos como la química, matemáticas, ingeniería de sistemas, estadística… El “bios” de la cibernética  describe la esfera de los organismos vivos, que aunque se suponen sujetos a un control y dirección, disponen de otras intenciones. Unos convertidos en virus, otros en fakes news, otros en algoritmos diseñados para el sesgo informativo.

Hasta que la gente no vea a los robots matar a personas por la calle no se entenderán los peligros de la inteligencia artificial

Un ilimitado internet de las cosas ha conducido a decenas de científicos a escribir la célebre carta patrocinada por el Future of Life Institute, donde se advierte de los peligros de “autodestrucción”. Apocalípticos titulares como “Hasta que la gente no vea a los robots matar a personas por la calle no se entenderán los peligros de la inteligencia artificial”, han sido propiciados por Elon Musk, que reclama al gobierno norteamericano que articulen un organismo que controle su desarrollo.

Aun compartiendo las preocupaciones de estos expertos, una vez más los medios se acunan en el cómodo y simple sensacionalismo. Se hace necesario un debate sobre el uso y control de este entorno tecnológico. ¿Queremos que sean los gobiernos o las grandes corporaciones, las que regulen y controlen la tecnología?

Un debate complicado, muy accidentado porque el tiempo nos devora, y la facultad de definir y diseñar los sistemas cognitivos siempre está por llegar. Cuando se produce su aplicación, cambia el nombre, incluso su uso. Y cuando comienza el debate y le reflexión, el nuevo producto o servicio siempre va por delante. La aplicación más universal en Occidente es Google Maps, que en su inicial cartografía integraba infinidad de productos y servicios de terceros, este año se ha estrenado Google Maps Platform con el lanzamiento de soluciones específicas para servicios de coches compartidos y de seguimiento de activos. La industria de locomoción y el tejido financiero se renueva. Las mascotas inteligentes, como Aibo, el perrito de Sony, provisto de sensores que permiten todo tipo de movimientos para interaccionar, una promesa más de la tecnología para evitar la soledad indeseada o forzosa.

Más allá del terror futurista que provocan, lo interesante es analizar y ponderar las consecuencias de la capacidad que tienen las máquinas para aplicar pautas de razonamiento.

No corren buenos tiempos para las humanidades. La filosofía se asocia a la inutilidad, y está lejos de los valores bursátiles

No corren buenos tiempos para las humanidades. La filosofía se asocia a la inutilidad, y está lejos de los valores bursátiles. En España, su última reforma educativa (LOMCE) reduce la filosofía como asignatura. Se enseña en Secundaria y Bachillerato tres asignaturas relacionadas: Filosofía, Valores Éticos e Historia de la Filosofía, pero solo la primera será obligatoria en 1º de Bachillerato, el resto lo decide cada comunidad autónoma.

No es anecdótico que las universidades más prestigiosas del mundo como Oxford, Harvard, Cambridge, Stanford de EE.UU, o La Universidad Nacional Autónoma de México, La Católica de Chile o de la Sao Paulo de Brasil, destaquen tanto en arte y humanidades como en ingeniería y tecnología, lo que demuestra el viciado debate entre ciencias y letras.

Aunque el escaparatismo industrial, y sus adalides del márketing presentan sus estándares de información, control y progreso, lo que experimentamos es desinformación, vigilancia y pérdida de autonomía. La era de la sobreinformación, con sus santuarios biotecnológicos, abre una caja de Pandora, para la que no tenemos respuestas.

Los cambios son muy rápidos y complejos, facultades como la memoria y el análisis no se prodigan en los círculos académicos, el silencio y el tiempo son casi inexistentes para la forja de criterios. Manuel Castells dividió la población entre desinformados, aquellos que se informan con imágenes; sobreinformados, los que están en el caos informativo del exceso, y los informados, que dedican tiempo para contrastar la información y cuajar criterios. Para lo terceros se precisa intención, atención y tiempo. Y son bastante escasos.

El término “transhumanismo”  fue propuesto por el británico Julien Huxley, biólogo y eugenista, para denominar la creencia de que el ser humano posee la capacidad de trascenderse a sí mismo

El término “transhumanismo”  fue propuesto por el británico Julien Huxley, biólogo y eugenista, para denominar la creencia de que el ser humano posee la capacidad de trascenderse a sí mismo. Luego surgió el movimiento Transhumanista, fundado por David Pearce y Nick Bostrom con la idea de mejorar la humanidad en un triple superlativo: superinteigencia, superlongividad y superfelicidad. Un brindis al sol en el que se vence el sufrimiento, las limitaciones biológicas que lo ocasionan, incluso el envejecimiento y la muerte.

“No le veo mucho sentido a superar el cuerpo. Eso conlleva toda una serie de problemas agotadores. Creo que si pudieses convertirte en un ciborg por razones de éxtasis intelectual, una día descubrirías que te habías muerto o desmayado en la calle y que tenías a las cucarachas viviendo en tu brazo artificial”, afirma Bruce Sterlig.

La concepción y construcción de la identidad personal, la equivalencia entre mente y máquina, o cerebro y ordenador, no tiene sustento científico, se trata de un dualismo mente cuerpo superado por la filosofía y la neurociencia como ha descrito con palmaria claridad Antonio Damasio en su libro El cerebro creó al hombre (2018). Cuestionarse si realmente se produce una mejora de los individuos y la sociedad y dónde queda la libertad del ser humano, o la reflexión sobre la dignidad de la existencia que cada uno quiere, son retos ineludibles.

Una búsqueda en el exterior, quizás provocada por el miedo, la comodidad o la hipnosis colectiva, que impide la búsqueda de un sentido a la vida desde el interior de cada uno. El diálogo, tan cacareado y recurrente en el escenario político, se encuentra alejado de lo espiritual, que reclama una reflexión ecuménica con las diferentes tradiciones religiosas, así como con las posiciones agnósticas o ateas. Mientras esto ocurre, seguimos en la feria de las vanidades y el espectáculo, sin olvidar que tenemos muy cerca la estantería de pastillas para cualquier dolor o carencia.

Foto: Franck V.


Disidentia es un medio totalmente orientado al público, un espacio de libertad de opinión, análisis y debate donde los dogmas no existen, tampoco las imposiciones políticas. Garantizar esta libertad de pensamiento depende de ti, querido lector. Sólo con tu pequeña aportación puedes salvaguardar esa libertad necesaria para que en el panorama informativo existan medios disidentes, que abran el debate y marquen una agenda de verdadero interés general. No tenemos muros de pago, porque este es un medio abierto. Tu aportación es voluntaria y no una transacción a cambio de un producto: es un pequeño compromiso con la libertad.

Ayúda a Disidentia, haz clic aquí

Muchas gracias.