En estos tiempos que corren cada vez es más difícil encontrar en las revistas de divulgación artículos sobre estudios nutricionales cuyos resultados no encajan del todo con la visión paternalista y políticamente correcta del globalismo imperante. Sí podemos leer en la prensa habitualmente artículos en los que se nos cuentan los beneficios de la alimentación vegana, incluso la capacidad de algunos alimentos para protegernos contra el cáncer o, algunos muy osados, curarlo. De esta forma el acceso a la literatura científica seria queda reducido a ese puñado de personas que, tras leer un titular espectacular, fruncen el ceño y deciden acudir a las publicaciones especializadas. Permítanme por ello que hoy les traiga dos publicaciones recién salidas de los molinos de la revisión por pares y cuyos resultados contradicen el espíritu de la época.

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Kosntantinos Tsilidis, profesor asociado de epidemiología en la Universidad griega de Ioannina, reunió un grupo de 18 investigadores con el propósito de averiguar cuál es el grado de evidencia que muestran las publicaciones al uso sobre la asociación de las costumbres dietéticas y el riesgo de contraer un cáncer. Para ello realizaron un súper metaanálisis sobre los resultados de 860 metaanálisis y estudios publicados anteriormente sobre este complejo tema. No olviden que cada metaanálisis estudiado consistía a su vez en el análisis de numerosos estudios epidemiológicos individuales. Los resultados son tan aleccionadores como sorprendentes: los hallazgos son tan débiles, inconsistentes y distorsionados que no permiten extraer de ellos ninguna recomendación dietética para protegerse contra el cáncer. Tengan en cuenta que el grupo de investigación solo examinó las correlaciones (relaciones estadísticas), ya que no hay ni un solo estudio que proporcione evidencia causal empírica sobre una posible protección frente a patologías cancerosas ni a través de la dieta en general ni en casos particulares.

Cualquiera que propague la protección contra el cáncer a través de frutas, verduras, salmón, pan integral o lo que a ustedes se les ocurra, probablemente les esté ocultando que no hay ninguna evidencia que demuestre aquello que están afirmando

La mayoría de los estudios observacionales examinados no encontraron ninguna conexión entre los hábitos alimenticios y el riesgo de cáncer. Y así, incluso basándose en algunas correlaciones débiles de 860 metaanálisis, no se pueden generar hipótesis realmente sólidas, por lo que los científicos solo recomiendan lo rudimentario: factores que facilitan el desarrollo de cánceres son la obesidad y el consumo de alcohol. Dicho de otra manera: cualquiera que propague la protección contra el cáncer a través de frutas, verduras, salmón, pan integral o lo que a ustedes se les ocurra, probablemente les esté ocultando que no hay ninguna evidencia que demuestre aquello que están afirmando. Sí es cierto que encontraron alguna correlación este tipo asociación protectora, como por ejemplo la leche de vacuno, cuyo consumo sí parece estar asociado a una menor incidencia de ciertos tipos de carcinoma. Se trata como les digo de vagas relaciones estadísticas que, como mucho, pueden ayudarnos a especular y filosofar.

¿Qué aprendemos con todo esto? Que no hay pruebas, ni siquiera existen hipótesis fiables que nos permitan afirmar que un cierto tipo de nutrición -o algún nutriente en particular- protege contra el cáncer.

Los vegetarianos felices

Otra de esas ideas que se nos pretende inculcar desde las páginas rosa de los diarios es la de que los vegetarianos son más propensos a enfermedades mentales. ¿El vegetarianismo promueve la depresión? Esta es la pregunta formulada por investigadores de la Universidad de Duisburg-Essen, quienes también realizaron un metaanálisis, en este caso, sobre el vínculo entre una dieta vegetariana y la salud mental. Uno de los autores, el Prof. Sebastian Ocklenburg, biopsicólogo de la Universidad del Ruhr en Bochum (RUB), vuelve a explicar brevemente lo que caracteriza a un metaanálisis: “Este es un método estadístico complejo en el que utilizamos los resultados de muchos estudios publicados sobre el tema de la depresión y el ser vegetariano”. Con este fin, los científicos analizaron datos de casi 50.000 personas (8.000 vegetarianos y 42.000 consumidores de carne) y compararon las puntuaciones en cuestionarios entre los dos grupos. ¿Y qué observaron los investigadores? “Pudimos demostrar que las personas que consumen una dieta vegetariana tienen valores estadísticamente significativamente más altos en los cuestionarios de depresión que aquellos que comen carne”. Cabe señalar: una vez más, esto es solo una conexión estadística, nada más, pero también nada menos. Y son precisamente estas correlaciones las que vuelven a revelar uno de los problemas centrales de la investigación nutricional, tal y como afirman los investigadores: «No pudimos determinar qué conexión [causal] existe sobre la base de estos datos».

En el curso de la discusión actual, los científicos afirman que probablemente no es el caso de que la dieta vegetariana cause depresión, pero que, con el tiempo, a menudo ocurre primero un estado de ánimo deprimido y luego se produce un cambio en la dieta. Podría ser. Pero también podría ser al revés. Podría… El subjuntivo domina el pensamiento de la investigación nutricional. En ciencia suele ser así. En los titulares de los periódicos no.

¿Y, para que les cuento de todo esto? Para invitarles a comer lo que les apetezca. Para invitarles a desoír los consejos del primer ministro que se crucen en la primera página de un periódico. Para invitarles a comer aquello que les sienta bien, porque esta es la verdadera investigación nutricional: saber escuchar al propio cuerpo y ofrecerle aquello que le sienta bien. Todo lo demás es y será pura especulación. Coman sin miedo, disfrutándolo y apreciando la enorme suerte que tienen: ustedes pueden elegir el menú, muchos otros no.


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