Gran parte de la discusión sobre la inmigración se plantea en términos de explotación: ¿viene con un pan debajo del brazo, o con hambre atrasada, como el día que se avecina en la canción de Aute? Este problema no va a remitir. Al contrario. El hecho de que la Administración Trump esté dispuesta a poner orden en las fronteras y a hacer un esfuerzo por expulsar inmigrantes hace que esté de plena actualidad, sí, pero en realidad no va a dejar de estarlo en el futuro previsible.
Para hablar del asunto con propiedad, nos tenemos que aferrar a lo poco que podamos saber de la realidad social. Sabemos poco porque esa realidad es compleja y cambiante. Pero con el esfuerzo de los analistas, que trabajan sobre una red de datos cada vez más tupida, nos podemos acercar a ella.
Si lo que queremos es extraer el jugo a los inmigrantes, ya sabemos cuáles son los buenos y cuáles son los malos. Otra cuestión es si hay que plantear así la cuestión, o cómo nos deja ello en términos morales
El Instituto de Economía Laboral IZA, de Alemania, ha estudiado esta cuestión con una gran profusión de datos y con un cuidado análisis estadístico. Han elegido como objeto de estudio la situación en los Países Bajos en el año 2016. Hacen una foto a las contribuciones netas de los inmigrantes al fisco neerlandés.
Para ello, patren de microdatos muy detallados, que se refieren a la contribucion neta actualizada a lo largo de la vida de los inmigrantes. Pueden hacerlo no porque sigan la vida de cada uno de ellos durante todas las décadas necesarias, sino porque cuentan con datos de cada tipo de inmigrante en cada edad considerada. Para comprender mejor la cuestión, los investigadores (Jan Van de Beek, Joop Hartog, Gerrik Kreffer y Hans Roodenburg) diferencian la población inmigrante por los motivos que le llevan a inmigrar y por sus regiones de origen.
Los Países Bajos, que tuvieron un saldo migratorio negativo hasta la II Guerra Mundial, han visto que tras la época de la postguerra la situación ha cambiado. Y a partir de 1960, la inmigración neta fue positiva todos los años, con la excepción de 1967. Llegaban inmigrantes laborales de baja cualificación, pero desde la última década del siglo XX se ha puesto el acento en recibir inmigrantes cualificados.
¿Qué dice el informe del IZA? En primer lugar, que en ese año, un 22,1 por ciento de la población era inmigrante, o tenía antecedentes migratorios. “En términos generales, la mitad de ellos occidentales, la mitad no occidentales y la mitad de ellos de primera generación (nacidos en el extranjero), la mitad de ellos de segunda generación (nacidos en los Países Bajos, al menos uno de los padres nacido en el extranjero)”.
Apreciar la contribución neta de los inmigrantes, o de los naturales de un país, a las arcas públicas no es cuestión sencilla. No es el último motivo que varios de los bienes que hay que considerar son públicos, en el sentido de que se ofrecen a todos los ciudadanos, sin discriminación. No voy a recoger toda la exposición sobre cómo valoran cada aspecto. Vamos a saltar directamente a los resultados.
Como siempre, hay diferencias estadísticas que van más allá del objeto de estudio. En este caso, los inmigrantes no occidentales son más jóvenes que los nativos o que los inmigrantes occidentales, lo cual tiene una impronta muy clara sobre los recursos que consumen y los que aportan, que va más allá de las diferencias culturales que pueda haber. Hay partidas como la pensión estatal o la salud (que son muy importantes en cuanto a su montante) que afectan menos a los inmigrantes no occidentales. Pero ocurre lo contrario con la educación.
En términos generales, los inmigrantes occidentales aportaron 900 millones de euros en ese año, mientras que los no occidentales supusieron un coste para la sociedad neerlandesa de 18.200 millones de euros. Hay que entender que, según el informe, “los inmigrantes occidentales son mucho más similares a los neerlandeses nativos en términos de costes y beneficios que los inmigrantes no occidentales”.
Los gastos asociados a los inmigrantes no occidentales son relativamente altos. Es el caso de la seguridad: cometen más delitos, en parte por una cuestión de edad media, y exigen más recursos tanto en policía como en prisiones. Pero no se trata sólo de edad: “El número de sospechosos por cada 10.000 habitantes es más elevado para todos los grupos de edad que para los neerlandeses nativos. Este grupo no recibe muchas prestaciones por desempleo, ya que habitualmente accede a otro tipo de ayudas.
Por lo que se refiere a los ingresos, su renta media es más baja que el conjunto de la sociedad, por lo que sus aportaciones al fisco es menor. Como los impuestos son progresivos, esa contribución es menor que proporcional a los ingresos.
Resumiendo estos datos, dicen los autores: “El gasto de los inmigrantes no occidentales es el 115% del de los neerlandeses nativos. Esto supone un gasto en inmigrantes no occidentales de aproximadamente 5.000 millones de euros más de lo que cabría esperar en función de las relaciones numéricas entre los grupos de población. Los ingresos de los inmigrantes no occidentales son sólo el 61% de los de los neerlandeses nativos, lo que equivale a 13.000 millones menos de ingresos públicos. Del efecto neto total sobre las finanzas públicas de 18.000 millones de euros de los inmigrantes no occidentales, alrededor del 70% corresponde al lado de los ingresos”.
El estudio divide la población inmigrante en dos grupos: occidentales y no occidentales. A esta distinción le llama R2. Luego vuelve a dividir esos dos grupos en 12 (R12). Y continúa haciendo subdivisiones sucesivas con un criterio geográfico, para obtener una mayor granularidad y homogeneidad. Y así, trabaja con las subdivisiones R19, R42 y R87. Compara todos los subgrupos con una ficción estadística llamada “inmigrante nativo neerlandés de referencia”. Si es neerlandés, no es inmigrante. Pero esa ficción consiste en un inmigrante hipotético que tiene todas las características del neerlandés nativo medio.
Los autores incluso han hecho un gráfico con las contribuciones netas, positivas y negativas, para cada grupo, en función de la edad. En el caso de los nativos neerlandeses, “durante la juventud, la cotización vitalicia descontada anticipada es negativa. A los 10 años, la cotización vitalicia restante se eleva por encima de cero; a los 55 años vuelve a caer a valores negativos”. Es fácil comprender por qué. Los inmigrantes occidentales tienen un impacto menor en el presupuesto del Estado que la referencia de los neerlandeses nativos, y en el caso de los no occidentales, “son una carga independientemente de la edad a la que lleguen”.
Por poner sólo algunos ejemplos de cómo influye el lugar de procedencia, los inmigrantes procedentes del Caribe (-195.000 euros) realizan una contribución neta mucho menor que los inmigrantes procedentes de los países del sur, económicamente más desarrollados, como Brasil y Argentina. Dentro de África, los inmigrantes de África del sur hacen una contribución positiva (180.000 euros), pero habitualmente tienen antecesores holandeses. También observan que hay “un fuerte contraste entre los inmigrantes procedentes de Israel que, con esta clasificación, realizan la mayor aportación neta dentro de Asia (75.000 euros) y los países circundantes de la Península Arábiga y Jordania y Líbano (-150.000 euros)”.
Los inmigrantes que entran en el país como asilados, suponen una gran carga. Es el caso de Somalia, Etiopía y Eritrea, en África (-315.000 euros), o Afganistán, Irán, Siria e Irak (inferiores a -320.000 euros).
Con estos datos, nos hacemos una idea. Si lo que queremos es extraer el jugo a los inmigrantes, ya sabemos cuáles son los buenos y cuáles son los malos. Otra cuestión es si hay que plantear así la cuestión, o cómo nos deja ello en términos morales.
Como tantas veces, una cuestión es qué podemos medir y otra qué es lo realmente relevante. Este estudio deja al lado la principal contribución de los inmigrantes, que es participar con su trabajo en nuestra economía; cubrir unos puestos que, de otro modo, no se habrían cubierto, en alguna medida. Y también deja al lado, aunque lo menciona de forma tangencial, la capacidad de unas y otras culturas de adaptarse a la forma de vida y los valores de la sociedad que los acoge. Pero este estudio ofrece información que no debemos despreciar.
Foto: Tim Mossholder.
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