Si hubiera que elegir un nombre con el que catalogar los últimos treinta años de Occidente, ese nombre sería Era del irrealismo. Durante aproximadamente tres décadas hemos padecido una escalada progresiva de una forma de ver el mundo que parece estar alcanzando su cénit, porque, precisamente, la exacerbación de muchos de los conflictos manufacturados en este periodo, más que anticipar el fin del capitalismo que vaticinan sus sumos sacerdotes, apuntan a que estamos tocando techo en el disparate.
Las claves de este final de ciclo no las encontraremos en los estudios de los investigadores sociales, tampoco en las élites políticas o económicas, que, como en el refrán del tonto y la linde, no terminan de comprender que ya no hay camino. Y siguen erre que erre con su dialéctica posmoderna, llena de transversalidad, sostenibilidad y justicia social. Ni siquiera Emmanuel Macron, declarando la guerra al islamismo, al que tilda de fascismo, es una señal representativa del final que se avecina…………