No se trata de colocarse a un lado u otro del eje político, sino de ampliar la perspectiva olvidando las etiquetas ideológicas. Para lograrlo, basta con retroceder en el tiempo y segregar algunos datos para demostrar que el Estado de bienestar actual, lejos de proporcionar más y mejores servicios, se ha convertido en un lastre para la prosperidad de todos y, muy especialmente, de las nuevas generaciones. Y no me refiero solo a la herencia de una deuda que roza el cien por cien del producto interior bruto.

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Situémonos, por ejemplo, en 2001 (menos de dos décadas atrás), un año en el que España no solo ya no era una nación repudiada, sino que, muy al contrario, era tenida por una democracia y una potencia emergente. En 2001 la sanidad y la educación eran públicas y, de hecho, más eficientes que ahora, especialmente la sanidad, los salarios todavía no se habían estancado y la burbuja inmobiliaria estaba lejos de alcanzar la dimensión que alcanzó en los días previos al estallido de la Gran recesión de 2008. Pues bien, en 2001 el gasto público del conjunto de administraciones era de 269.026 millones de euros. 17 años más tarde, en 2018, ese gasto había alcanzado el medio billón de euros, concretamente 499.520 millones, es decir, casi se ha duplicado…………………

Foto: AJ Colores


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La gran estafa de «lo público» y sus víctimas más devotas

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