¡Es terrible! No solo nosotros con nuestros combustibles fósiles provocamos la catástrofe climática, nuestras vacas no hacen sino empeorar la crisis. Esta, al menos, es la impresión que la gente aterrorizada podría obtener –de hecho, muchos lo hacen- en estos días cuando escuchan en las noticias diarias los mensajes de los Salvadores del Clima Mundial.
No se preocupe estimado lector: no hay casi nada de cierto en ello. Empezando con que el ganado emite su metano casi exclusivamente a través de la boca. Las imágenes y los mensajes (casi consignas) sobre vacas emitiendo flatulencias son pura propaganda alarmista, que carece de todo fundamento. Algunos hechos indiscutibles nos ayudan a poner algunas cosas en su sitio: la humanidad mantiene 1.400 millones de cabezas de ganado, es decir, una res por cada cinco personas. La gran mayoría de esas reses se usan exclusivamente en la producción de uno de los alimentos más saludables: la leche y todos sus derivados. La parte más pequeña de la manada se dedica a la producción de hamburguesas y una parte aún más pequeña la consumimos en forma de filete. Recuerde: aproximadamente un tercio del valor de la producción agrícola mundial total está directa o indirectamente relacionado con la producción de lácteos.
Más cosas indiscutibles: el ganado se alimenta de hierba, que contiene relativamente pocos nutrientes. Además, hablamos de un alimento de difícil digestión. Para facilitarla, estos ungulados tienen un sistema digestivo altamente especializado y en simbiosis con ciertas bacterias, como resultado de lo cual se produce una gran cantidad de gas metano. Cualquiera que se limite a medir la carga real de gas metano en este punto (tras la digestión) tendría razón en la siguiente consideración: el gas metano emitido contribuye al efecto invernadero en la atmósfera.
Su renuncia personal a la carne beneficiará principalmente a sus mascotas, pero no supondrá ni una sola vaca menos en el mundo
Esta idea es la que justifica la afirmación de que la ganadería representa una parte significativa del efecto invernadero, casi lo mismo que toda la flota de automóviles del mundo, tal y como nos acaban de contar desde el Panel Intergubernamental de Cambio Climático del IPCC. Y esa misma idea es en la que se basa la recomendación de comer menos carne para proteger el clima. Cuantas más veces nos acomodemos en esta lógica, más lejos estaremos de lo que en realidad ocurre. El ganado no eructa ni pedorrea el calentamiento global. Por el contrario, el ganado, si es que es relevante para el clima, no forma parte de un ciclo biogeológico esencial que caliente el clima, ¡lo enfría! Esto ocurre de dos maneras, que describiremos a continuación y dejan una cosa clara: renunciar a la carne no afecta el efecto invernadero en absoluto.
El secuestro de metano
El primer efecto de enfriamiento: las vacas que deambulan por los pastos están removiendo el suelo con sus pezuñas. Esta labranza natural da como resultado una biosfera más activa y, en particular, promueve una capa de bacterias metanotróficas en la tierra que se alimentan exclusivamente de metano y producen proteínas a partir de él. Estas proteínas son absorbidas por otros organismos y conducen a una biodiversidad más alta y más estable. (Ver citaciones científicas al final del artículo, por favor)
No hay duda de que el ganado emite metano, pero al cultivar el suelo también contribuye significativamente al secuestro de metano por parte de las bacterias metanotróficas. La cuestión sobre si los dos efectos se neutralizan está sorprendentemente poco investigada. Solo unos pocos estudios realizados en Australia, Austria, Rusia y China han tratado de encontrar una respuesta. Lo poco que se puede deducir de esto es que las bacterias metanotróficas en el suelo absorben más metano del que emiten las vacas, y lo hacen en tales cantidades que compensan incluso las emisiones de metano de las reses en régimen de estabulación.
Que existe este efecto no es discutido por la mayoría de los investigadores climáticos. Pero lo habitual es que se ignore por completo de entrada, o se declare en una nota al pie de la sección de metodología como una magnitud desconocida para luego ser ignorada. Es inexplicable por qué no hay más estudios sobre este mecanismo de secuestro de metano iniciado por los ungulados. Después de todo, se trata de cómo podemos salvar el clima. ¿O acaso se trata realmente -únicamente- de una campaña contra el consumo de carne?
Los satélites no mienten
Las imágenes satelitales muestran claramente dónde se acumula el metano en la atmósfera y en qué estaciones del año lo hace. Allí donde se encuentran la mayoría de los rebaños de ganado vacuno hay muy poco metano. En cambio, las imágenes satelitales muestran altas concentraciones en las zonas donde predominan otros productores de metano conocidos como el arroz, los bosques tropicales, las tuberías de gas natural y los motores de combustión interna.
Y son también las imágenes y mediciones satelitales las que nos dan las pistas sobre el segundo efecto de enfriamiento de la actividad de nuestros ungulados. Un fenómeno que no es exclusivo de nuestro ganado, también es propio de los rebaños de animales salvajes en África. Los ungulados, ya sean rebaños de ganado en Argentina, Brasil, Estados Unidos u otras especies de ganado, o los rebaños de millones de ñúes y cebras en África, son una parte esencial del ciclo biológico de la estepa, la sabana y los paisajes forestales.
Los pastos requieren un corte regular por parte de los ungulados, ya que pastos y ungulados han evolucionado conjuntamente durante millones de años. Sin ungulados, las estepas se secan y devastan, como sucedió en la pradera de América del Norte después de la desaparición de las grandes manadas de búfalos, o en las vastas estepas de Asia desde Hungría hasta Mongolia, o en África. Dondequiera que el ser humano haya diezmado los rebaños de ungulados salvajes, las regiones se secan. La deshidratación priva a estas macro-regiones del ciclo del agua; sin esta hay menos nubes, y sin nubes, hace más calor durante el día y más frío durante las noches. (Vuelvo a indicarles que al final del artículo encontrarán una amplia sección de bibliografía)
Sin embargo, los pastizales y las sabanas gestionados adecuadamente, con la ayuda de nuestras hoy denostadas reses, por ejemplo, probablemente revertirían el proceso de devastación en muchas áreas, restablecerían el ciclo del agua y enfriarían el clima actual. Y tendríamos además el efecto secundario de producir muchos alimentos saludables.
Al final lo comerá su gato o su perro
Si a pesar de lo leído hasta ahora todavía siente que quiere renunciar a la carne de ungulado para salvar el clima, permítame que le cuente brevemente porqué su gesto será absolutamente en vano. El ganado -el vacuno especialmente- es dedicado principalmente para la industria láctea, la carne es más bien un subproducto. Ya hay una oferta excesiva de carne en los mercados occidentales, que no es adquirida por los consumidores. Piense que prácticamente apenas comemos más que filetes o hamburguesas, pero de una res se obtienen muchos más tipos de carne, entrañas y despojos. Cada vez más personas no consideran a estos últimos comestibles. Por lo tanto, cantidades cada vez mayores de carne y subproductos de res se procesan en comida para perros y gatos. Este es el mercado de carne de más rápido crecimiento en el mundo. En conclusión: siempre y cuando no limite significativamente su consumo de leche (y mantequilla, helado, tarta, queso, yogur, etc.), y por lo tanto ponga en peligro su salud, su renuncia personal a la carne beneficiará principalmente a sus mascotas, pero no supondrá ni una sola vaca menos en el mundo.
Literatura:
Estudios sobre bacterias metanotróficas:
www.nature.com/articles/srep04444
www.nature.com/articles/srep40857
iopscience.iop.org/article/10.1088/1748-9326/11/7/075001/meta
onlinelibrary.wiley.com/doi/abs/10.1111/j.1758-2229.2009.00078.x
Imágenes satelitales de la ESA, Methan:
www.esa-ghg-cci.org/?q=node/116
Efecto de ungulados sobre la estepa:
https://link.springer.com/article/10.1007/s00442-007-0689-z
Impacto de la industria de comida para mascotas:
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC5540283/
Foto: Mike Anderson