Si sustituimos el debate parlamentario o, incluso, el derecho de manifestación por las caceroladas, los golpistas estarán al borde de haber ganado la batalla. En ese terreno, en el de las emociones, tienen todas las de ganar.
Nos encontramos librando una guerra contra un enemigo peligroso e invisible: el Covid-19. Es por tanto tiempo de resistencia, de combate y frialdad. Hay otro enemigo sinuoso, que excita las pasiones y pretende obtener un beneficio político definitivo de esta guerra contra el virus: el totalitarismo.
El objetivo en España de los totalitarios es el derribo del régimen del 78. En ello están aliados separatistas y populistas de extrema izquierda. La cacerolada del pasado 19 de marzo, promovida por Iglesias y Torra, con un mascarón de proa anónimo en las redes y con una excusa en favor de la salud pública. La propaganda comunista es experta en engañar, arrastrar a “compañeros de viaje” y enlazar con lo “profundo” (la envidia, la venganza, la revancha…) La cacerolada del 19 no disparaba en realidad contra Don Juan Carlos: el objetivo es la monarquía.
Los totalitarios prefieren excitar “lo profundo”; el ruido desde las trincheras o balcones; los partidarios de la libertad eligieron el encuentro, el debate en el templo de la palabra pronunciada con orden y respeto en el Salón de Sesiones
Dado que la persona de Felipe VI es inatacable, los populistas de extrema izquierda han decidido atacar y derribar la Institución. El mayor error que puede cometer todo el arco parlamentario constitucional, desde el PSOE a VOX, es dejarse arrastrar por las mismas tácticas y procedimientos de los enemigos de la libertad.
El escritor y poeta Hugo Von Hofmannsthal (1874-1929), escritor y autor de libretos de las óperas de Richard Strauss, advirtió, en 1895, sobre la capacidad de líderes sin escrúpulos para arrastrar a sociedades enteras por la senda que conducía a la irracionalidad, la destrucción y la dictadura: “La política es magia: quien sepa extraer fuerzas de lo profundo, será seguido”. Lenin, Hitler, Mussolini, Mao, Castro y otros especímenes genocidas fueron la personificación de su advertencia.
En otras palabras: el camino de las emociones es el camino de la perdición. Es tiempo de altura y reflexión. El debate serio y razonado debe hacerse el día después de la derrota del covid19. El D+1.
Entre tanto, las cazuelas donde mejor están es en la cocina y conviene no caer en la trampa de responder a sus tácticas con sus métodos. Los totalitarios prefieren excitar “lo profundo”; el ruido desde las trincheras o balcones; los partidarios de la libertad eligieron, a lo largo del s. XIX y el XX, en lugar de las trincheras, el encuentro, el debate en el templo de la palabra pronunciada con orden y respeto en el Salón de Sesiones. Por eso los totalitarios son antiparlamentarios. Pueden ganar votaciones, pero pierden el razonamiento, pierden el debate y por ello prefieren el ruido de tambores, cencerros y cazuelas.
Vade retro.