La plaga que sufrimos pone de relieve que el Estado dejó de ser la plasmación de las aptitudes propias de los hombres para convertirse en una gigantesca burocracia destinada a satisfacer determinados apetitos. Hace tiempo que los valores que formaban la figura de la sociedad civilizada se han visto forzados a buscar rincones donde refugiarse. Ahora, sin embargo, este giro del destino nos ofrece la oportunidad de rescatarlos y elegir de nuevo, de decidir si queremos abundar en el error o si, por el contrario, estamos dispuestos a aprender las durísimas enseñanzas de este desastre…………………………………………..