Judith Butler quizás sea hoy la autora feminista más influyente políticamente en el mundo. Si algo puede definir la trayectoria vital de Butler es la de la traición a sus raíces: traición a sus raíces judías (nació en el seno de una familia judeo-rusa de Cleveland), traición a la filosofía (se educó en Yale en el seno de uno de los departamentos filosóficos más prestigiosos del mundo) y por último traición a sus raíces feministas, representadas en el pensamiento de la autora feminista cuya lectura más le influyó intelectualmente (Simone de Beauvoir).

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A pesar de recibir en su juventud una sólida y esmerada educación judía, desde la adolescencia inició un alejamiento progresivo de dicha tradición religiosa hasta convertirse en su época universitaria en una enemiga declarada del sionismo. En 2012 elaborará una acerada crítica al judaísmo en una obra Parting ways Jewishness and the critique of Zionism. En dicha obra se declara heredera de la crítica al sionismo político que realiza Baruch Spinoza en su Tratado teológico-Político. Butler considera que comprometerse con el antisionismo no supone incurrir en el llamado antisemitismo, se trata de un compromiso de naturaleza ética. En una línea cercana al pensamiento del filósofo judío Emmanuel Levinas Butler considera que en el sufrimiento del pueblo palestino se descubre el rostro infinito del sufrimiento del otro, frente al cual no cabe la posibilidad de permanecer impasible, ni tan siquiera acudir a las propias raíces culturales para mirar a otro lado, desconociendo el genocidio al que el estado de Israel somete al pueblo palestino. Junto a esta tesis que es un lugar común dentro del pensamiento de la extrema izquierda actual (su judeofobia y su adhesión acrítica a la causa palestina) se deslizan otros pensamientos que destacan como el marco conceptual judío no es adecuado para poder pensar ciertos contenidos éticos. Se trata de una tesis que recuerda a algunas de las visiones contenidas en la película de Fritz Hippler El judío errante que presenta al pueblo judío como moralmente depravado y culturalmente abyecto, responsable de la degeneración del arte en el siglo XX y de ser un pueblo más preocupado del enriquecimiento propio que de la difusión de valores humanistas.

Butler examina en dicha obra algunas de las contribuciones de pensadores judíos contemporáneos para determinar si éstos ofrecen o no herramientas conceptuales críticas respecto de la violencia estatal del estado de Israel y el movimento sionista. Levinas, pese a que Butler se inspira en buena medida en su pensamiento, es rechazado como paradigma crítico del sionismo. De Benjamin rechaza su mesianismo y su judaización del marxismo pero encuentra interesante sus críticas a la violencia legal que Butler cree que pueden servir para criticar la acción estatal del estado de Israel. En Hannah Arendt encuentra una interesante crítica del sionismo, aunque Butler obvia aquellos pasajes críticos de Arendt con la OLP. Primo Levi, al que no califica como filósofo, sí que le ofrece diversos ejemplos de crítica contundente hacia la reproducción israelí de la Shoah con el pueblo palestino.

La próxima promulgación de una Ley Trans, completamente acientífica y sectaria en España, constituye un nuevo episodio de esa rendición de la filosofía ante los encantos de la sofística y que la trayectoria intelectual de Judith Butler ejemplifica a la perfección

Butler, quizás hoy la autora feminista más famosa, es conocida paradójicamente por la difusión de la llamada teoría Queer, originariamente introducida por Monique Wittig, teórica francesa del llamado lesbo-feminismo. Aunque Butler ha logrado notable influencia en la plasmación de buena parte de los dogmas de la llamada ideología de género en las legislaciones de buena parte del mundo occidental, la pensadora de Cleveland se ha convertido en una figura controvertida en el seno del movimiento feminista. Una parte de este movimiento considera, no sin faltarle razón, que la llamada ideología Queer conlleva la eliminación de la categoría de mujer como sujeto de la acción política. Dicha aseveración se entenderá mejor si se expone, aunque sea de forma muy sumaria algunas de las ideas que Butler expone en su obra más conocida para el gran público El Género en disputa. En dicha obra que se ha caracterizado como postestructuralista Butler define una noción capital para su filosofía como es la de la performatividad. Una noción que Butler expone a partir de ideas que extrae de pensadores tan diversos como Hegel, Nietzsche o Foucault. La tesis central del libro puede resumirse diciendo que para Butler el género no es una realidad ni natural ni inmutable. Es una realidad cultural, que se construye de forma performativa. Es decir, actuando según determinados roles. Roles que son establecidos a partir de lo dispuesto en ciertos discursos y prácticas. Butler interpreta de una manera particular el famoso axioma antihumanista de Simone de Beauvoir en El Segundo sexo según el cual no se nace mujer, sino que se llega a ser mujer.

Para Butler el género lejos de ser una expresión cultural natural de los roles sexuales es más bien una realidad opresiva y de exclusión que impone a los individuos unos determinados estándares de comportamiento. Por otro lado, Butler considera que la noción de género está también vinculada a una cierta normatividad sexual (la heterosexualidad), que siguiendo al Foucault de la Historia de la sexualidad Butler sitúa en los albores del siglo XIX. Hasta dicha época la única clasificación relevante en materia de sexualidad era la que diferenciaba entre sexualidad reproductiva de la que no lo es. La noción de heterosexualidad es para Butler (que sigue en este aspecto a Foucault) normativa y está vinculada a la atmósfera puritana victoriana.

Por otro lado, Butler sigue la tesis crítica de Nietzsche con el yo como realidad ontológica que preexiste a los actos del propio individuo. Para Butler el sujeto no es más que el resultado de las cosas que éste hace. El sujeto no es causa sino efecto de aquello que hace. Confundiendo el plano fenomenológico o cultural del individuo con su constitución natural, Butler llega tan lejos como para negar papel alguno a lo natural en la conformación del individuo. Frente al reduccionismo materialista del naturalismo, Butler promueve justo lo contrario un reduccionismo culturalista del sujeto. En esta negación de la biología como factor constituyente de lo humano, Butler incurre en el mismo defecto que tiene la mala filosofía cuando ésta pretende desplazar a la ciencia. Casos de esto último se encuentran en varios momentos de la historia de la filosofía, como en el caso Lysenko o la pretensión de Hegel de negar la existencia del planeta enano Ceres.

Este reduccionismo culturalista no ha pasado desapercibido para autoras feministas como Sheyla Benhabib quien se ha mostrado muy crítica con la tesis de la performatividad de Butler que anula las posibilidades de acción y de cambio paras las mujeres.

Por último, Butler también traicionó a la filosofía. A pesar de haber recibido una sólida formación filósofica sucumbió, a quien dice que por intereses puramente personales y académicos, a la tentación de dejar de hacer filosofía para hacer teoría cultural políticamente influyente. En Yale, a diferencia de otros departamentos de filosofía en los Estados Unidos, la tradición pragmatista y ciertas visiones de la llamada filosofía continental han estado muy presentes, sin que ello haya supuesto que filósofos de tradición analítica como Sellars o positivistas lógicos como Carnap no hayan tenido un peso importante en dicha institución. Sin embargo, Yale fue de las primeras instituciones educativas del más alto nivel en su sucumbir a la nefasta influencia que la llamada french theory ejerció en los campus norteamericanos desde mediados de la década de los setenta del siglo XX. Butler pertenece a toda esa generación de estudiantes de filosofía y literatura que acabaron siendo indoctrinados en la cosmovisión hipercrítica de la modernidad y que acabaron construyendo su obra como un desarrollo aplicado al mundo del feminismo de las teorías de Lacan, Kristeva o Foucault. En lo que Badiou caracterizó como el renacer de la sofística del siglo XX, una buena parte de la filosofía del siglo XX no fue capaz de delimitar las fronteras claramente de lo que es propiamente filosofía: una tradición de pensamiento crítico pero riguroso, comprometida con la búsqueda de la verdad. La obra de Butler constituye un claro ejemplo de ese nuevo giro sofístico del pensamiento.

La próxima promulgación de una Ley Trans, completamente acientífica y sectaria en España, constituye un nuevo episodio de esa rendición de la filosofía ante los encantos de la sofística y que la trayectoria intelectual de Judith Butler ejemplifica a la perfección.

Foto: Mika Baumeister.


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