Cuatro conceptos, cuatro realidades que están íntimamente vinculadas. Por un lado, tenemos que ver que la apreciación de la felicidad, aunque siempre insegura, parece tener más sentido del que podemos pensar. En varias ocasiones hemos mirado los intentos por apreciar la felicidad de las sociedades. Rayas en el agua, dirá el lector. Es imposible medir un sentimiento. Y, estrictamente hablando, es cierto. Como mucho, nos podemos plantear que nos acercamos a una apreciación de esa satisfacción personal, pero no mucho más.
Un reciente estudio intenta ver si la encuesta llamada Escala de satisfacción con la vida (SWLS, por sus siglas en inglés), tiene visos de ser certera. Tras revisar todo lo hecho anteriormente y elaborar los ítems de estudio, el trabajo partió de un gran conjunto de datos reunidos entre 2020 y 2022 en el marco del proyecto BINS. Esta base de datos contenía información de un total de 56,968 participantes que, a su vez, representaban a 65 países y hablaban 40 idiomas distintos. Al abarcar una muestra tan numerosa y diversa, el equipo de investigación disponía de una oportunidad excepcional para examinar la fiabilidad y la validez de la Escala de Satisfacción con la Vida (SWLS) en contextos muy variados.
La autonomía individual se identifica como un predictor poderoso de la satisfacción con la vida, superando incluso a factores como el ingreso o la salud
El diseño de este tipo de estudios a gran escala conlleva muchos desafíos. Uno de ellos es la recolección de muestras representativas que abarquen un amplio rango de edades, desde adolescentes hasta adultos mayores, de forma tal que se puedan establecer correlaciones entre la satisfacción con la vida y las etapas del ciclo vital. A menudo, las personas de mayor edad muestran niveles distintos de satisfacción con la vida debido a factores como la jubilación, la salud o la soledad, mientras que los más jóvenes lidian con preocupaciones relacionadas con la formación académica, la inserción laboral y la independencia económica. Incluir a ambos grupos y a todos los matices intermedios garantiza que el instrumento sea capaz de captar la diversidad de experiencias y expectativas.
Así, uno de los retos principales al usar la SWLS en poblaciones diversas es comprobar si la escala mide el constructo “satisfacción con la vida” de igual modo en diferentes grupos (nacionalidades, idiomas, edades, géneros). A este concepto se lo denomina “invariancia de la medida”. Cuando una escala es invariante, se interpreta que no introduce sesgos sistemáticos al comparar, por ejemplo, un país con otro o un grupo de edad con otro. Para evaluar esta invariancia, el equipo hizo análisis estadísticos específicos, comprobando la estructura del cuestionario y cómo respondían diversos subgrupos. Los autores concoluyen que aunque la invarianza no es perfecta, sí permite hacer comparaciones entre sociedades distintas.
Al examinar la información recogida, los investigadores encontraron que la satisfacción con la vida está vinculada significativamente con la estabilidad financiera y la relación de pareja: las personas con mayor seguridad económica y las que estaban casadas o en una relación comprometida tendían a reportar mayores niveles de satisfacción. Asimismo, se detectó una asociación modesta, pero significativa, entre la edad y los puntajes de la SWLS, siendo los adultos mayores quienes expresaron un mayor grado de satisfacción. En cuanto al género, tanto mujeres como hombres obtuvieron, en promedio, puntuaciones más altas que quienes se identificaron con otros géneros, aunque este último grupo constituía un pequeño porcentaje (0.6%) de la muestra.
Pero hay más cuestiones que podemos plantearnos. Una de ellas es cómo se conecta la satisfacción con la propia vida con la libertad económica. El Fraser Institute intenta apreciar la libertad económica basándose en cinco criterios: tamaño del gobierno, o la menor intervención estatal en la economía, como menos impuestos o gasto público, el sistema legal y los derechos de propiedad, una gestión razonable del sistema financiero, libertad de comercio internacional y regulación.
Varios previos han encontrado que, en general, una mayor libertad económica se asocia con mayor satisfacción con la vida, aunque los efectos varían según las subdimensiones. Por ejemplo, un sistema legal sólido y el comercio libre tienden a tener un impacto positivo claro, mientras que el tamaño del gobierno y la regulación muestran resultados más ambiguos.
Lo que se plantea un reciente estudio es ver cuál es el vehículo que vincula la libertad económica con la satisfacción personal. Y lo que halla es que la libertad económica aumenta la satisfacción con la vida al fomentar la autonomía individual. Esta autonomía, definida como la libertad de elegir y controlar el rumbo de la propia vida, se ve fortalecida por instituciones económicas que amplían las opciones personales. Por ejemplo, un sistema legal robusto ofrece seguridad para planificar el futuro, mientras que la libertad de comercio expande las posibilidades de compra y venta.
Usando datos de 78 países entre 1990 y 2020, obtenidos de las Encuestas de Valores Europeos y Mundiales y los índices del Fraser Institute, el análisis revela que la libertad económica tiene un efecto positivo, aunque modesto, en la autonomía individual. Las subdimensiones de «dinero sólido» y «libertad de comercio» destacan como las más influyentes en este aspecto.
A su vez, la autonomía individual se identifica como un predictor poderoso de la satisfacción con la vida, superando incluso a factores como el ingreso o la salud. Esto sugiere que las personas valoran profundamente la libertad de tomar sus propias decisiones, más allá de los beneficios materiales.
Un hallazgo innovador del estudio es el papel del individualismo —una dimensión cultural que enfatiza la independencia personal sobre la colectividad— como moderador. En culturas individualistas, como las de muchos países occidentales, la relación entre autonomía y satisfacción con la vida es más fuerte. Esto se debe a que las personas en estas sociedades tienden a priorizar la libertad personal, lo que amplifica el impacto positivo de la autonomía en su bienestar. En contraste, en culturas colectivistas, donde el grupo prevalece sobre el individuo, este efecto es menos pronunciado.
El análisis confirma que la autonomía individual media parcialmente la relación entre libertad económica y satisfacción con la vida, aunque su contribución es limitada: explica aproximadamente el 18% del efecto total. Entre las subdimensiones, «dinero sólido» y «libertad de comercio» son las que más se benefician de esta mediación. Además, el individualismo refuerza esta relación, especialmente en el vínculo entre autonomía y felicidad.
Foto: Mohamed Nohassi.
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