En el mundo occidental siempre ha habido pensadores apocalípticos, pero hasta hace relativamente poco el apocalipsismo, en cualquiera de sus formas, ha sido una corriente minoritaria. Sin embargo, en especial desde el final de la Segunda Guerra Mundial, este statu quo empezó a cambiar. Y si bien el apocalipsismo no es todavía necesariamente mayoritario, se ha vuelto omnipresente. Ha ganado peso y una considerable influencia en algunas de sus modalidades como, por ejemplo, el cambio climático, que, para estar en consonancia con su dimensión apocalíptica ha cambiado a una expresión mucho más desesperada: emergencia climática. La emergencia climática está presente a todas horas y todos los días del año en los contenidos informativos y en la política. Y lo que hasta ayer era un simple chaparrón, hoy es una señal de un futuro inminente y catastrófico.
Pero hay otras corrientes que, aun siendo mucho menos influyentes, también ganan peso, como, por ejemplo, la que advierte de que el capitalismo y el consumismo acabarán con valores fundamentales y, consecuentemente, con nuestra civilización.
En conjunto, y pese a dividirse en corrientes muy variadas, podríamos decir que el apocalipsismo, de forma agregada, se ha convertido en la ideología o en la creencia dominante.
¿Qué consecuencias puede tener esta preponderancia? Muchas y variadas. La primera y más evidente, influir de forma muy negativa en el estado anímico de las personas. Porque, pese a que casi todas, por no decir todas las corrientes apocalipsistas, hagan énfasis en su deseo de redimirnos para salvarnos del evento final, trasladan a las personas y especialmente a las más jóvenes la sensación de que todo está perdido, de que no tenemos remedio y, por tanto, que lo mejor es vivir el momento, desentenderse de los demás y sálvese el que pueda. De esta forma, el apocalipsismo, lejos de dinamizar a la sociedad, la desanima, y la coloca en una peligrosa situación de renuncia, de bajar los brazos y renegar del progreso. Y es que el apocalipsismo ha convertido la propia idea de progreso en anatema. El progreso sería precisamente el problema, el gran responsable de todos los apocalipsis imaginados.
PODCAST con David Cerdá, economista, escritor y profesor, y Javier Benegas, editor de Disidentia.