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un admirador

Este poema fue escrito por Eugen Gomringer en 1951. Muchos años después, en 2011, un instituto berlinés lo eligió para decorar una de sus fachadas. Se organizó un homenaje al autor y ahí permaneció el poema, durante un par de años. Hasta abril del 2016.

En ese momento la dirección del instituto recibió una carta -anónima- de un grupo de estudiantes en la que se quejaban del contenido ofensivo, machista y peligroso del poema lo cual generó uno de esos debates tan típicos de la época actual sobre qué hacer con el poema. No está claro si por no poder llegar a ninguna conclusón satisfactoria o por dar visibilidad al loable dilema, la dirección del colegio consultó al senado. Tras farragosas discusiones e indignaciones varias por parte de la escena artística berlinesa, finalmente se eliminó el poema que fue sustituido por otro que, dicho sea de paso, provenía de una pluma femenina.

La ofensa ya no se define por el contenido de la frase, su intención o su contexto, sino por el sentimiento subjetivo de la víctima. Los defensores de estas teorías pretenden (y han conseguido) hacer creer a las personas que ellos se definen como pertenecientes a grupos minoritarios y desfavorecidos que les están empoderando

La víctima es el nuevo héroe (2019) es el título del último libro del periodista alemán Matthias Lohre. Según Lohre lo sucedido en este instituto berlinés no es una anécdota sino una tendencia.

En este caso las víctimas/heroes son mujeres a las que en algún momento se decidió incluir, por siempre jamás – algunas afirman que harán falta cerca de 3000 años para que mujeres y hombres estén al mismo nivel- en uno de esos «grupos desfavorecidos» concluyendo que es necesario protegerlas del mundo cruel en el que se ven obligadas a vivir.

La teoría «científica», nos cuenta Lohre, que subyace a esta tendencia fue definida hace algunos años por un profesor de la universidad de Columbia, Nueva York, Derald Wing Sue. Él mismo perteneciente a un grupo desfavorecido, en este caso una minoría étnica.

Sue construyó su teoría basándose en sus propios sentimientos y apoyándose en el concepto de microagresión, acuñado en 1970 por Chester Pierce. Microagresiones son comentarios cotidianos que el receptor considera ofensivos y que hacen referencia a la pertenencia a un grupo minoritario y desfavorecido. Sue da varios ejemplos de microagresiones, así por ejemplo la pregunta “¿de dónde eres?” puede ser una microagresión, dependiendo de quién la formule.

Este es otro punto central de las microagresiones; que se definen a partir de quién las pronuncia. Y ahí aparece el otro protagonista, el agresor, que además lo es por definición y definitivamente y nunca puede ser «víctima» de una microagresión ya que pertenece a una mayoría privilegiada; el hombre blanco cis heterosexual. Sus privilegios le privan del derecho a defenderse, de modo que, cuando un miembro perteneciente a una minoría se sienta ofendido por algún comentario que él haga, solo le quedará admitir su culpa.

Y es que la ofensa ya no se define por el contenido de la frase, su intención o su contexto, sino por el sentimiento subjetivo de la víctima. Los defensores de estas teorías pretenden (y han conseguido) hacer creer a las personas que ellos se definen como pertenecientes a grupos minoritarios y desfavorecidos que les están empoderando. Pero no es a las personas a las que se está empoderando, sino al grupo al que pertenecen, que es siempre una abstracción. Finalmente, el empoderado será, como siempre, el representante que haga suya la causa y, con la excusa de defender a los débiles, adquiera licencia para legislar, criticar, ridiculizar y censurar. Impunemente.

El poder ha quedado de nuevo en el grupo y el individuo -tanto el opresor como la víctima- han salido debilitados. El primero condenado a la autocensura (que ahora se llama deconstrucción) e incapacitado para la réplica y el segundo necesitado crónicamente de un padre/grupo protector que, adelantándose a su propia sensibilidad, elimine del mundo todo obstáculo que aparezca en su camino.

En el ejemplo de arriba el grupo de representantes de posibles ofendidas ni siquiera tuvo el coraje de firmar la carta. Y otro detalle; cuando decidieron eliminar el poema se olvidaron de informar a una persona; al autor del poema. Este tuvo que enterarse de la polémica por la prensa pues nadie pensó en ningún momento en consultarle.

Esto no es una anécdota, es un buen resumen de cómo funciona un mundo en el que, como dice Lohre, los héroes son las víctimas.

Georgia Ribes Zankl, psicóloga.

Ilustración: Roberto Calvo.


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