Durante años se ha hablado mucho de la burbuja financiera y de los excesos de una economía libre que, en buena medida, no es más que un ser mitológico, pero muy poco de una burbuja política que no sólo consistió en el incremento de estructuras, cargos públicos y presupuestos, sino muy especialmente en la supuesta tecnificación de la política. La asombrosa capacidad con que las nuevas tecnologías permitían recolectar grandes cantidades de información, generar estadísticas y proyecciones, establecer varianzas y probabilidades, potenciaron el economicismo y el cientificismo sociológico. Los datos, convenientemente ordenados e interpretados, se constituyeron en las nuevas verdades, en el paradigma de una “justicia social” incontestable…
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