La libertad no es un bien que haya caído del cielo. Millones de personas tuvieron que morir para que pudiéramos habitar un mundo que es, pese a todos sus defectos, mucho más justo que el viejo. Por esta razón no necesitemos héroes como en 1944 ni tenemos que ir a morir a la orilla de ninguna playa. Para conservar lo que tenemos, bastaría con que no nos envileciéramos por completo. Lo que es muy poca cosa en comparación con los enormes sacrificios que tuvieron que hacer nuestros ancestros. Ahora bien, si ni siquiera somos capaces de ese mínimo esfuerzo y, por la vía de los hechos, nos empeñamos en desmerecer los sacrificios del pasado, los bárbaros acabarán volviendo. Y si eso sucede, no habrá capitanes Miller que se inmolen en nuestro nombre. Esa ronda o bien correrá de nuestra cuenta o bien, y esto sería lo más probable, dejaremos de ser libres…