Hace unas semanas, animada por un amigo, vi el documental cinematográfico “Paradise Lost”. Un documental dirigido por Joe Berlinger y Bruce Sinofsky y filmado en tres episodios, en el que se relata el brutal asesinato de tres niños de 8 y 9 años de edad, en la pequeña localidad de West Memphis, en el Estado de Arkansas (Estados Unidos).

Publicidad

El 5 de mayo de 1993 fueron encontrados los cuerpos de 3 niños con evidentes muestras de tortura. Incluso en uno de ellos había evidencias de haber sido castrado. Toda una escena cruenta que fue calificada de ritual satánico. Una realidad tan dura como todo lo que se sucedió posteriormente: una sociedad que exigía justicia y una policía con apenas experiencia en este tipo de crímenes llevó a detener a tres jóvenes de 16 años, de la misma localidad, por vestir de negro, escuchar a Metallica, interesarse por la Wicca y leer a Stephen King. Lo que sería toda una caza de brujas moderna que mostró como el miedo, el dolor y la ignorancia pueden llevar a quebrantar la presunción de inocencia y condenar a tres jóvenes a cadena perpetua y, además, a uno de ellos a la pena de muerte.

Una caza de brujas, la historia se repite

Paradise Lost: The Child Murders at Robin Hood Hills es el título de la primera parte del documental, que se estrenó en 1996, y se adentra en lo sucedido inmediatamente tras los crímenes. Se puede ver la actuación policial y la ausencia de una investigación seria, así como las reacciones de los familiares, tanto de las víctimas como de los presuntos culpables, ante la detención de los jóvenes y sus propias reacciones. La frialdad de los jóvenes, o más bien la tranquilidad, no deja indiferente al espectador.

Esta primera parte que se centra en los juicios, dio pie a que la sociedad americana y de otros confines del mundo se interesase por este caso, dando incluso lugar a la creación de un movimiento activista, Free West Memphis 3, en defensa de la presunción de inocencia de los acusados.

En la segunda parte, Paradise Lost 2: Revelations, el documental se centra en los sucesivos intentos de apelar por parte del joven condenado a la pena de muerte. A través de esas apelaciones se intenta mostrar los terribles errores y omisiones que cometió la policía durante su investigación. Así como las negligencias por parte de los investigadores y peritos y también de los abogados, fiscales e incluso del propio juez. Todo un ejemplo de mala praxis por parte del sistema. Aun así, rechazaron su apelación.

Fue tal la repercusión de este caso que personalidades influyentes del mundo artístico, como Johnny Depp y las Dixie Chics, alzaron la voz por esos tres jóvenes. Incluso el grupo Metallica dio permiso para hacer uso de sus temas en el mismo documental y así mostrar su apoyo, pues los jóvenes estaban siendo acusados de satanismo tan solo por ser fans de sus temas.

18 años más tarde y gracias a las nuevas periciales e investigaciones, principalmente las pruebas de ADN, se demuestra la injusticia cometida

Por último, en Paradise Lost 3: Purgatory, tercera y última parte, comienzan resumiendo todo el proceso (aunque yo animo a visionar todo el documental). Se relata como 18 años más tarde y gracias a las nuevas periciales e investigaciones, principalmente las pruebas de ADN, se demuestra la injusticia cometida. Pensad que esos jóvenes llevan más años de vida presos que los que estuvieron en libertad, por un crimen que no cometieron. Sin embargo, a pesar de las nuevas pruebas y líneas de investigación que les exculpaban, siguieron encarcelados debido a distintos procedimientos legales. A pesar de ello, hubo un final ¿feliz? gracias a una maniobra legal, bastante compleja, conocida como la Doctrina Alford y quedaron libres pero sin ser declarados inocentes. Con esta maniobra se evitaron un nuevo juicio que podría haber durado bastantes años y, además, el Estado de Arkansas se evitó una posible demanda multimillonaria por parte de los acusados. Así, tras 18 años, obtienen la libertad el 19 de agosto de 2011.

Las Brujas de Salem versión moderna

Paradise Lost nos muestra una realidad cruda: 6 chicos que vivían en la misma localidad fueron víctimas de un pueblo y de un sistema, nada garantista, llenos de ignorancia y prejuicios. A tres de ellos les costó la vida y a los otros tres ir a prisión por 18 años. Así, la naturaleza humana, el dolor y la venganza convirtieron a los Tres de Memphis en una moderna analogía de los juicios de las Brujas de Salem. Pues este suceso no fue tan solo una cuestión de divergencia de opiniones, ni un tema exclusivamente judicial. Fue una sociedad con sed de justicia y con profundos y arraigados prejuicios. Formas de odio y exclusión, con plena justificación institucional y de derecho, que buscando poder calmar el miedo llevaron a una moderna caza de brujas.

es inadmisible que la rumorología, las ansias de la policía por encontrar al culpable y el juicio paralelo condenen sin contemplación y en base a prejuicios

Tras un hecho trágico, como es el asesinato de unos niños, es más que comprensible que se apodere de la sociedad el desconcierto y la conmoción. Como también es comprensible que se clame justicia. Pero es inadmisible que la rumorología, las ansias de la policía por encontrar al culpable y el juicio paralelo condenen sin contemplación y en base a prejuicios. Pues no hay nada más peligroso que una turba que, avivada por los medios de comunicación, piense que es necesario hacer “justicia” y para ello quiebren la presunción de inocencia.

Quebrando el Estado de Derecho

La presunción de inocencia es un derecho fundamental y su defensa es competencia de todos y, por lo tanto, está en nuestra mano no perderlo. Fue una conquista de la Ilustración. Figura en diferentes pactos y declaraciones, tales como la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789), la Declaración Universal de los Derechos del Hombre (1948), el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (1966), el Convenio Europeo de Derechos Humanos (1950) y la Constitución Española (1978). Es un derecho que se enmarca dentro del derecho a un debido proceso. Quebrantarlo es negar la esencia del proceso y, por lo tanto, del Estado de Derecho.

No obstante, parece ser que a algunas personas y colectivos se les olvida este derecho fundamental e insisten en convertirlo en presunción de culpabilidad. Y siendo franca, es preocupante que políticos, periodistas, intelectuales e incluso personas asiduas a las redes sociales quieran eliminar este derecho y aceptar que una persona es culpable a menos que se demuestre lo contrario. Es más, casos como el de Paradise Lost deberían hacernos reflexionar sobre las garantías procesales y su vulneración, tanto por los poderes públicos como por los medios de comunicación. Ya que en esta materia no existen las medias tintas: o se respeta o se vulnera. Y sin duda alguna, los juicios paralelos y mediatizados vulneran perversamente el derecho.

¿De los errores se aprende?

Si fuese la primera vez que ocurre, que se condena a un inocente, podríamos hasta entenderlo pues todos cometemos errores. Pero es una práctica cada vez más extendida y sistemática. En España tenemos múltiples casos con los que ni siquiera hay atisbo de duda por parte de nadie. Aunque parece que la sociedad demanda justicia, realmente exige venganza y humillación. Como decía Durkheim, justicia en su sentido más primitivo y más visceral. Y este sentir social es orquestado por los juicios paralelos de los medios de comunicación. Lo cierto es que presentar a la sociedad a una persona que presuntamente está involucrada en un hecho criminal, incluso mostrando su rostro, a través de los medios de comunicación es exponerlo a la estigmatización y a la “muerte” social sin ni si quiera haber concluido una investigación. Es la violación de la presunción de inocencia.

Aunque parece que la sociedad demanda justicia, realmente exige venganza y humillación

Además de dañar familiar, social y laboralmente a esa persona, se daña la credibilidad también de las instituciones. Seguro que muchos recuerdan uno de los casos más flagrantes de España: Dolores Vázquez, quien estuvo 519 días en la cárcel condenada por el asesinato de Rocío Wanninkhoff y que posteriormente se demostró que su única “culpa” era llevarse mal con la chica asesinada. De no haberse dado otro crimen que ayudó a resolver éste, posiblemente no habría sido redimida de una condena injusta y habría estado 15 años en prisión.

Sin presunción de inocencia no hay libertad

Venimos asistiendo en los últimos tiempos a situaciones en las que el derecho a la información parece entrar en contradicción con el respeto al derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen. Hay quienes consideran que la única solución para salvaguardar la presunción de inocencia viene de la mano de la regulación periodística. Desde mi parecer, no existe un dilema entre la presunción de inocencia y la libertad de información, porque lo que realmente existe es una falta de ética y rigor dentro de los medios. Pues, como bien expliqué, los medios viven de la agitación, de convertir a las personas en masas divididas, a favor o en contra, de conseguir visitas a través de titulares con gancho.

Las percepciones sociales pueden nublar el sentido de justicia

El documental de Paradise Lost es un interesante y necesario viaje por el sistema legal y, sobre todo, una manera de ver cómo las percepciones sociales pueden nublar el sentido de justicia. Sin olvidar el poder que tiene un documental para mostrar hechos que podrían pasar desapercibidos. Una forma de mostrar que la presunción de inocencia tiene también una dimensión extraprocesal y que muchos no comprenden (tal vez sí y quizá demasiado bien) que la única forma de aproximarnos a la verdad es respetando los derechos, por muy aberrantes que sean las imputaciones. Claro que se puede opinar, pero para ello hace falta criterio propio, tiempo y reflexión, y preguntarse ¿y si lo que hoy parece evidente, mañana se demuestra imaginario, ficticio o falso?

Posdata: sigue sin resolverse el crimen de Paradise Lost y en el documental surgen nuevos sospechosos…


Ayúda a Disidentia, hazte Mecenas Disidente

Disidentia es un medio totalmente orientado al público, un espacio de libertad de opinión, análisis y debate donde los dogmas no existen, tampoco las imposiciones políticas. Garantizar esta libertad de pensamiento depende de ti, querido lector. Sólo con tu pequeña aportación puedes salvaguardar esa libertad necesaria para que en el panorama informativo existan medios disidentes, que abran el debate y marquen una agenda de verdadero interés general. No tenemos muros de pago, porque este es un medio abierto. Tu aportación es voluntaria y no una transacción a cambio de un producto: es un pequeño compromiso con la libertad.
Muchas gracias.
Artículo anteriorXenofobia, desafección… y parálisis política
Artículo siguienteLa imperiosa necesidad de tener opinión propia
Cuca Casado
Soy Cuca, para las cuestiones oficiales me llaman María de los Ángeles. Vine a este mundo en 1986 y mi corazón está dividido entre Madrid y Asturias. Dicen que soy un poco descarada, joven pero clásica, unas veces habla mi niña interior y otras una engreída con corazón. Abogo por una nueva Ilustración Evolucionista, pues son dos conceptos que me gustan mucho, cuanto más si van juntos. Diplomada en enfermería, llevo algo más de una década dedicada a la enfermería de urgencias. Mi profesión la he ido compaginando con la docencia y con diversos estudios. Entre ellos, me especialicé en la Psicología legal y forense, con la que realicé un estudio sobre La violencia más allá del género. He tenido la oportunidad de ir a Euromind (foro de encuentros sobre ciencia y humanismo en el Parlamento Europeo), donde he asistido a los encuentros «Mujeres fuertes, hombres débiles», «Understanding Intimate Partner Violence against Men» y «Manipulators: psychology of toxic influences». En estos momentos me encuentro inmersa en la formación en Criminología y dando forma a mis ideas y teorías en relación a la violencia. Coautora del libro «Desmontando el feminismo hegemónico» (Unión Editorial, 2020).